LA HABANA, Cuba, enero, www.cubanet.org -La Mesa Redonda de la televisión cubana surgió como un importante componente de la campaña ideológica denominada Batalla de Ideas, concebida por Fidel Castro al calor de la demanda de la devolución del niño Elián González desde Estados Unidos, un reclamo que ciertamente tuvo apoyo popular en Cuba. Aprovechando esta coyuntura, el expresidente concibió una ola de movilizaciones con marchas y contramarchas casi semanales, la entera disposición de los medios de difusión a su servicio y “originales” cambios en la educación, que incluyeron los nefastos maestros emergentes e integrales, jóvenes sin vocación, conocimientos ni experiencia, que precipitaron el desastre en la educación. A esto se incorporó un programa de construcciones y reconstrucciones, fundamentalmente de hospitales, dirigidos por el entonces vicepresidente Otto Rivero.
Con el ascenso de Raúl Castro al poder, paulatinamente la Batalla de Ideas ha sido liquidada, y al menos los cubanos podemos vivir con un poco de racionalidad y sosiego. Aunque la carga ideológica difundida por los medios continúa siendo agobiante, los horarios de la televisión se cumplen y se pueden ver algunos programas con cierta sensatez. Paralelamente, todos los cercanos colaboradores de Fidel Castro lentamente han sido desplazados del poder. Ya hasta el locuaz Ricardo Alarcón de Quesada, al parecer el Último de los Mohicanos, se opacará en la escena política y en última instancia tendrá suficiente tiempo como para dedicarse a su predilecta tarea de defender a los cinco cubanos juzgados en Estados Unidos acusados de espionaje.
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Sin embargo, parece que el final de la Mesa Redonda está próximo. Hace tiempo fue trasladada de los magníficos locales en el remozado edificio de Primera y B en el Vedado hacia otros más modestos. Recientemente la hora y media de transmisión televisiva se redujo a una hora, eliminándose la transmisión radial, mientras su retransmisión se realiza en un canal de TV de menor categoría y en un horario de muy escaso interés. Asimismo, cada vez más sus programas son suplantados por documentales fundamentalmente extranjeros, donde en ocasiones se tratan temas interesantes sobre el medio ambiente.
Si la Mesa Redonda aún existe, se debe al financiamiento proveniente de Caracas, mediante programas conjuntos con TELESUR, donde por supuesto se sigue la misma línea de ataque a los países desarrollados, en particular Estados Unidos, y algo más sutilmente a los latinoamericanos como Colombia y Chile, mediante el apoyo no disimulado a las fuerzas opositoras a los gobiernos en ejercicio allí. Por supuesto, en esos programas conjuntos jamás se toca el continuo deterioro de la sociedad cubana ni los crecientes problemas de Venezuela. Se magnifican los hechos de sangre ocurridos en Estados Unidos, pero no se dice que Venezuela posee una de las tasas más altas de homicidios en el mundo, según datos de la ONU, varias veces superior a la norteamericana, y que actualmente, junto a Haití, está calificada como el país más corrupto de América Latina, por la reconocida organización Transparencia Internacional. Tampoco se analiza la situación de su economía, cada día más deteriorada, y con una deuda externa que sobrepasa los 100,0 miles de millones de dólares, según CEPAL. A ello se une el nivel más alto de inflación en el continente desde hace años, desabastecimiento de productos y descenso de la producción de petróleo, básico en sus exportaciones.
Indudablemente, esta cooperación ha seguido la línea sostenida por la Mesa Redonda desde su creación, “ver la paja en el ojo ajeno”. Esperemos que para bien del país, ese bodrio televisivo con sus cipayos y charlatanes desaparezca pronto.
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