vendredi 22 mars 2013

Fiesta hoy... hambre mañana.

Raúl Castro y las deudas contraídas en nombre de Cuba 

Si el gobierno de Raúl Castro no ha logrado ser un buen administrador, al menos está intentando presentarse como un pagador de promesas vencidas, en este caso promesas económicas, que muchas veces son las más difíciles de cumplir. Sólo que en ese intento también ha despertado temores y dudas.
El acuerdo de Rusia para resolver una disputa sobre la deuda de Cuba, de más de 25,000 millones de dólares que debía a la antigua Unión Soviética, ha causado preocupación entre otros países acreedores agrupados en el Club de París, dijeron la semana pasada diplomáticos occidentales, según la agencia de noticias Reuters.
El acuerdo, firmado a fines de febrero durante la visita a la isla del primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, señala que ambas partes llegaron a una fórmula para poner fin a la controversia y suscribir los documentos finales antes del 2014, pese a que cualquier convenio aún necesita la aprobación de la Duma, la asamblea legislativa rusa.
“El acuerdo ruso fue una completa sorpresa para otros miembros del Club de París involucrados en el tema de Cuba, y rompió filas con ellos”, dijo un diplomático, de acuerdo a la información de Reuters. “Nosotros escuchamos primero sobre esto en las noticias”, señaló.
La sorpresa no debió haber sido tal. Se trata de un acuerdo en que ambos países han trabajado desde la llegada de Raúl Castro al poder, y que ejemplifica muy bien la forma de proceder del actual gobernante cubano.
Durante la X Feria Internacional del Transporte, celebrada en septiembre del 2006, se hizo clara la capacidad que Cuba había ido adquiriendo para sacar el máximo de ventaja a la competencia internacional por los mercados.
Para entonces China ya se había convertido en el principal suministrador de vehículos para la isla. Por su parte, la firma Rusia Automotriz S.A. había logrado vender 183 automóviles Lada y 39 todoterreno Niva, así como piezas de repuesto por valor de $1.5 millones, de acuerdo a una información de la Agence France Presse. Son cifras pequeñas, pero ejemplifican que en la actual economía mundial ningún mercado es despreciable. Además, Rusia, a través de Cuba, buscaba avanzar en el mercado latinoamericano e ir más allá de sus ventas a Chile y Colombia, así como la isla.
En julio de 2008, el entonces vicepresidente de Rusia, Igor Ivanovich Sechin, quien todavía es un cercano aliado de Vladimir Putin, inició una visita oficial a Cuba, con una agenda destinada a “elevar” la colaboración comercial bilateral. Tras ese encuentro vino otro, al máximo nivel, en noviembre de ese año, cuando el presidente Medvedev recorrió Cuba y otras naciones del área. También ese año envió una flotilla de la armada al Caribe. Los buques rusos realizaron maniobras con la fuerza naval de Venezuela y visitaron otros países en la región.
En enero del 2009, el gobernante Raúl Castro realizó una visita de ocho días a Rusia, donde se reunió con Medvedev. Durante la visita, Rusia y Cuba pusieron fin a la época de alejamiento, abierta tras la caída de la URSS, para volver a ser socios estratégicos, aunque con un nuevo pragmatismo. Al término de las conversaciones oficiales, se firmó un memorándum sobre los principios de cooperación estratégica.
Durante el encuentro quedó clara la búsqueda, por parte de Cuba, de inversiones rusas en la isla, así como el hecho de que los nuevos acuerdos serían fundamentados no en razones ideológicas ni tan solo políticas, sino en los intereses mutuos. El acuerdo sobre la deuda alcanzado este año se sitúa dentro de este marco.
No es la única negociación llevada a cabo por el gobierno cubano en los últimos tiempos.
El pasado año, Cuba resolvió una disputa con acreedores comerciales japoneses que se remonta a la década de 1980. En virtud del acuerdo, el 80 por ciento de la deuda de 130,000 millones de yenes (alrededor de 1,400 millones de dólares) fue perdonado, mientras el resto se pagará durante 20 años.
¿Brindan estas negociaciones un modelo a seguir para la solución de otras viejas deudas? A esta interrogante se une una duda mayor: ¿un posible cambio en la relación comercial con Caracas afectaría toda la economía cubana, al punto de causar nuevos incumplimientos?
Es indudable que el gobierno cubano ha avanzado en poner al día sus cuentas, pero lo ha hecho de una forma selectiva, de acuerdo a las prioridades del momento y sin contar con una base sólida en que fundamentar ese avance. Ha intentado buscar una alternativa para aliviar su dependencia con Venezuela, pero al mismo tiempo se ha servido de esta ayuda para integrarla al problema, no a su solución. Queda por ver si se trata de un logro o simplemente otro de los castillos de naipes construidos gracias a la generosidad del desaparecido Hugo Chávez.

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Si el gobierno de Raúl Castro no ha logrado ser un buen administrador, al menos está intentando presentarse como un pagador de promesas vencidas, en este caso promesas económicas, que muchas veces son las más difíciles de cumplir. Sólo que en ese intento también ha despertado temores y dudas.

El acuerdo de Rusia para resolver una disputa sobre la deuda de Cuba, de más de 25,000 millones de dólares que debía a la antigua Unión Soviética, ha causado preocupación entre otros países acreedores agrupados en el Club de París, dijeron la semana pasada diplomáticos occidentales, según la agencia de noticias Reuters.

El acuerdo, firmado a fines de febrero durante la visita a la isla del primer ministro ruso, Dmitry Medvedev, señala que ambas partes llegaron a una fórmula para poner fin a la controversia y suscribir los documentos finales antes del 2014, pese a que cualquier convenio aún necesita la aprobación de la Duma, la asamblea legislativa rusa.

“El acuerdo ruso fue una completa sorpresa para otros miembros del Club de París involucrados en el tema de Cuba, y rompió filas con ellos”, dijo un diplomático, de acuerdo a la información de Reuters. “Nosotros escuchamos primero sobre esto en las noticias”, señaló.

La sorpresa no debió haber sido tal. Se trata de un acuerdo en que ambos países han trabajado desde la llegada de Raúl Castro al poder, y que ejemplifica muy bien la forma de proceder del actual gobernante cubano.

Durante la X Feria Internacional del Transporte, celebrada en septiembre del 2006, se hizo clara la capacidad que Cuba había ido adquiriendo para sacar el máximo de ventaja a la competencia internacional por los mercados.

Para entonces China ya se había convertido en el principal suministrador de vehículos para la isla. Por su parte, la firma Rusia Automotriz S.A. había logrado vender 183 automóviles Lada y 39 todoterreno Niva, así como piezas de repuesto por valor de $1.5 millones, de acuerdo a una información de la Agence France Presse. Son cifras pequeñas, pero ejemplifican que en la actual economía mundial ningún mercado es despreciable. Además, Rusia, a través de Cuba, buscaba avanzar en el mercado latinoamericano e ir más allá de sus ventas a Chile y Colombia, así como la isla.

En julio de 2008, el entonces vicepresidente de Rusia, Igor Ivanovich Sechin, quien todavía es un cercano aliado de Vladimir Putin, inició una visita oficial a Cuba, con una agenda destinada a “elevar” la colaboración comercial bilateral. Tras ese encuentro vino otro, al máximo nivel, en noviembre de ese año, cuando el presidente Medvedev recorrió Cuba y otras naciones del área. También ese año envió una flotilla de la armada al Caribe. Los buques rusos realizaron maniobras con la fuerza naval de Venezuela y visitaron otros países en la región.

En enero del 2009, el gobernante Raúl Castro realizó una visita de ocho días a Rusia, donde se reunió con Medvedev. Durante la visita, Rusia y Cuba pusieron fin a la época de alejamiento, abierta tras la caída de la URSS, para volver a ser socios estratégicos, aunque con un nuevo pragmatismo. Al término de las conversaciones oficiales, se firmó un memorándum sobre los principios de cooperación estratégica.

Durante el encuentro quedó clara la búsqueda, por parte de Cuba, de inversiones rusas en la isla, así como el hecho de que los nuevos acuerdos serían fundamentados no en razones ideológicas ni tan solo políticas, sino en los intereses mutuos. El acuerdo sobre la deuda alcanzado este año se sitúa dentro de este marco.

No es la única negociación llevada a cabo por el gobierno cubano en los últimos tiempos.

El pasado año, Cuba resolvió una disputa con acreedores comerciales japoneses que se remonta a la década de 1980. En virtud del acuerdo, el 80 por ciento de la deuda de 130,000 millones de yenes (alrededor de 1,400 millones de dólares) fue perdonado, mientras el resto se pagará durante 20 años.

¿Brindan estas negociaciones un modelo a seguir para la solución de otras viejas deudas? A esta interrogante se une una duda mayor: ¿un posible cambio en la relación comercial con Caracas afectaría toda la economía cubana, al punto de causar nuevos incumplimientos?

Es indudable que el gobierno cubano ha avanzado en poner al día sus cuentas, pero lo ha hecho de una forma selectiva, de acuerdo a las prioridades del momento y sin contar con una base sólida en que fundamentar ese avance. Ha intentado buscar una alternativa para aliviar su dependencia con Venezuela, pero al mismo tiempo se ha servido de esta ayuda para integrarla al problema, no a su solución. Queda por ver si se trata de un logro o simplemente otro de los castillos de naipes construidos gracias a la generosidad del desaparecido Hugo Chávez.


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