Ayer finalmente se dio a conocer públicamente lo que era un secreto a voces, al menos en el mundillo de corresponsales extranjeros en La Habana. Que el efebo del Raulato, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, otro militar, fue por fin nombrado de a dedo por Raúl Castro como vice-presidente del régimen. Constituye a simple vista una vuelta de tuerca lo que no lo es en lo absoluto, al menos no para aflojarla, sino para atrincarla todavía más.
En entrevista con Joan Antoni Guerrero Vall y en artículos anteriores en mi blog ya había dado este nombre como el seguro hombre de Castro II para organizar la transición entre los Castro viejos y los nuevos. También el periodista Iván García, desde La Habana, había mencionado su nombre en varios trabajos.
Díaz-Canel Bermúdez es un rostro bastante desconocido para los cubanos, aunque muy conocido para los venezolanos, de modo que se ignoran sus supuestos logros políticos –si es que los ha habido- para haber llegado a donde ha llegado, la vice-presidencia, con 52 años, como no sea la chicharronería. Cincuenta y dos años es una edad que se puede considerar joven en un país donde la edad media de sus dirigentes roza la chochera. Pero no es precisamente una edad joven dentro de la política internacional. Díaz-Canel es más o menos bien parecido, no es mi tipo, pero sí el de Castro II.
De cualquier manera Castro II se nombró a sí mismo presidente, por cinco años más, tiene 82. Y ha escogido a este señor, cuya carrera política reitero constituye un enigma, pero que siempre se ha mantenido fiel, silencioso a su lado, y lo ha nombrado para que sea su vicepresidente, no el de Cuba. Como mismo Castro I nombró a tantos jóvenes en el pasado, hoy defenestrados, ¿tendría que nombrárselos? Luis Orlando Domínguez, Carlos Aldana, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, etc…
De modo que es de una imbecilidad total considerar que el hecho de haber nombrado a este “compañero”, solamente porque es más joven, ya se puede considerar como un cambio sin precedentes llevado a cabo por el Raulato. Sostener este argumento es una manera más de hacerle el juego al castrismo, primero porque es una mentira infame, y después porque no hay nada raro en esta procedimiento tan manido de los Castro.
Díaz-Canel, además, es un hombre más del castrismo, como mismo lo fueron los anteriores. Incluso es más maduro (me refiero a la edad) que muchos que fueron nombrados en cargos importantes antes que él. No se ha destacado en nada como no sea su muy bien estudiada discreción.
Por lo tanto, no vengan a vender cambios donde no los hay. El castrismo no ve más que en este personaje una manera astuta de consolidar su poder a través de los actos de birlibirloque, usando el espejito de la bruja de Blancanieves y la manzana envenenada, con los que ha secuestrado la democracia en Cuba por más de medio siglo.
Que un negro, Esteban Lazo, también después de medio siglo, haya conseguido la presidencia de la Asamblea Nacional, no sólo es otra burda manipulación para lograr una imagen de cara al exterior frente a los que denuncian el insoportable racismo que existe en Cuba y la enorme cantidad de presos políticos y comunes negros que repletan en las cárceles cubanas. Tampoco significa ningún cambio. Lazo no sólo es un hombre de edad relativamente avanzada (68 años), además es uno de los intransigentes, más castrista que los mismos Castro.
Mostrar estos nombramientos como cambios es de una indecencia y de una falta de respeto a la inteligencia y a los cubanos insostenibles.
Más de lo mismo. Con una diferencia, ahora la estaca en el culo no la encajan solamente desde Granma, no, ahora nos la encajan los reformistas desde las páginas de la prensa internacional, y apoyados por los vivos del bichiexilio.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire