otro de dazranovak
Hay un mundo flotante en La Habana. Y más. Una masa de gente que se desprende y gravita sobre nosotros, a muchos pies del suelo, rindiendo verdadero culto a los placeres de la vida, a ese templo personal que es el cuerpo propio. Keratinas, laciados, masajes, gimnasio, mucho gel para acomodar el cabello. Nada execrable. Nada del otro mundo con eso de mostrar al otro los atributos naturales mejorados y multiplicados. Pero pasa que en el mundo flotante la vida es beber, fumar, bailar, admirar el cuerpo del otro en su levitación constante, echarle una ojeada directamente proporcional a la marca, al celular o el carro que se lleve. Es dable ver a esa juventud flotante solo en las noches, en los centros más costosos, fiestas de DJ, fiestas house, de regueatton y cabarets donde se presentan las orquestas más populares cuya entrada puede costarte veinte cuc -y cuya promoción se hace a través de los teléfonos celulares-, cines 3D, restaurantes, bares de tapas e incluso fiestas privadas adonde no es permitida la entrada a los que padecen la fuerza de gravedad económica sobre sus cuerpos y ni siquiera sospechan por dónde le entra el agua al coco de los bolsillos. Hay que reconocerlo, hoy La Habana irremediablemente se parte en dos y sale a flote una mitad otra, urbe de glamour hollywoodense, Habana de corcho que le pega a sus hijos un cartel en la frente: Nice house, pero nobody home.
Hay un mundo flotante en La Habana. Y más. Una masa de gente que se desprende y gravita sobre nosotros, a muchos pies del suelo, rindiendo verdadero culto a los placeres de la vida, a ese templo personal que es el cuerpo propio. Keratinas, laciados, masajes, gimnasio, mucho gel para acomodar el cabello. Nada execrable. Nada del otro mundo con eso de mostrar al otro los atributos naturales mejorados y multiplicados. Pero pasa que en el mundo flotante la vida es beber, fumar, bailar, admirar el cuerpo del otro en su levitación constante, echarle una ojeada directamente proporcional a la marca, al celular o el carro que se lleve. Es dable ver a esa juventud flotante solo en las noches, en los centros más costosos, fiestas de DJ, fiestas house, de regueatton y cabarets donde se presentan las orquestas más populares cuya entrada puede costarte veinte cuc -y cuya promoción se hace a través de los teléfonos celulares-, cines 3D, restaurantes, bares de tapas e incluso fiestas privadas adonde no es permitida la entrada a los que padecen la fuerza de gravedad económica sobre sus cuerpos y ni siquiera sospechan por dónde le entra el agua al coco de los bolsillos. Hay que reconocerlo, hoy La Habana irremediablemente se parte en dos y sale a flote una mitad otra, urbe de glamour hollywoodense, Habana de corcho que le pega a sus hijos un cartel en la frente: Nice house, pero nobody home.
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