EN TIERRA DE CABALLEROS
Ricardo Chamorro
La izquierda no quiere federalismo sino resquebrajar la Constitución.
La pasada semana recordaba en mi artículo al político liberal-conservador Antonio Maura y su profunda irritación, en época de la restauración, ante las secuelas morales del caciquismo en la sociedad española: una sociedad adocenada, que se adaptaba a una corrupción de perfil bajo a través de favoritismos, recomendaciones y otras muestras de la arbitrariedad del poder.
El separatismo en España, apoyado en un desarrollo arbitrario y entendido siempre en línea a sus propios objetivos secesionistas el sistema autonómico, ha pretendido consolidar un sistema que recuerda a ese caciquismo ibérico que denuncióAntonio Maura con la excusa y la exaltación de la diferencia. Teóricamente la izquierda, autodenominada progresista, históricamente y en clave de igualdad, se opuso a ese nacionalismo separatista a pesar de ser compañeros circunstanciales de trinchera en la guerra civil. Así Manuel Azaña se refería en plena guerra civil en los siguientes términos: "No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino".
Esta semana el PSC, apoyado por Izquierda Unida, ERC y CIU, presentaba una propuesta que pide iniciar un "diálogo" entre Generalitat y Estado para organizar en Cataluña una consulta de autodeterminación. De esta manera contradice al PSOE, con el que estaba unido en federación, y apoya la ruptura de la soberanía nacional que nuestra Constitución atribuye al conjunto del pueblo español. La izquierda de esta manera pone en evidencia que sus argumentos federalistas son mayormente la tapadera que pretende romper la concepción de nuestra nación española de ciudadanos libres e iguales por una especie de aspiración confederal asimétrica de supuestos pueblos ibéricos.
En relación a Cataluña y el federalismo
"Ciertamente muchos ignoran que, en la historia de España, Cataluña surge, igual que el resto de entidades medievales hispánicas, precisamente para recuperar la unidad política visigoda heredera de la Hispania romana y que Barcelona fue la anterior capital del reino previamente a Toledo, el cual se eligió simplemente para mayor control geográfico del mismo, o que con Carlomagno las tierras hoy denominadas catalanas se denominaban Marca Hispánica, diferenciándolas del resto del imperio carolingio precisamente por su origen hispánico, o que en el compromiso de Caspe en 1412 se contribuyó por la nobleza catalana y aragonesa a consolidar en Fernando el Católico la definitiva unidad de la monarquía hispánica, uniendo lo que ya realmente era una sola familia dinástica dividida en reinos.
Ciertamente, ser ignorante es plantear un federalismo amorfo o asimétrico donde la igualdad no está garantizada y donde se entremezclan justificaciones sentimentales o románticas que no tienen nada que ver con la realidad histórica de España, ni con un planteamiento serio de Estado en igualdad. "Federar", según el diccionario de la Real Academia, es "unir por alianza, liga, unión o pacto entre varios" pero España está unida desde hace siglos, para federarla primero habría que disolverla para luego unirla. ¿Esta es la solución del PSOE? Además, los nacionalistas nunca han pretendido integrarse en nada, por lo cual el único sentido del federalismo en clave nacionalista sería darles tregua para esconder su desastrosa gestión que ha arruinado sus regiones y cambiado su panorama sociológico por un provincianismo soporífero".
La confusión de la izquierda ante este absurdo derecho a decidir, inexistente en el derecho comparado, pone a este sector político en un importante brete ante el desafío a nuestra España constitucional. El federalismo podría ser una opción siempre que no se cuestionara la nación española y por lo tanto la igualdad de sus ciudadanos, pero comprobamos amargamente que parte de la izquierda no quiere ni el federalismo ni el sistema autonómico, sino romper la Constitución y la nación española de ciudadanos libres e iguales que nos dimos en 1978.
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