jeudi 25 avril 2013

Contra una partida de rancheadores


Contra una partida de rancheadores


René Peña, 'Murmullos'. (CUBARTE)
Las denuncias de racismo en Cuba van a hacerse cada vez más frecuentes. ¿Cómo va a conseguir contrarrestarlas el régimen y sus intelectuales?

Roberto Zurbano era director del Fondo Editorial de Casa de las Américas y fue destituido. Según los términos de Esteban Morales, rancheador de la partida, fue "liberado de su puesto". Sin embargo, es preciso conceder que en la sanción impuesta por la directiva de la institución hay poco o nada de discriminación racial. Cualquier funcionario, negro o no, que hubiese publicado opiniones como las suyas habría sido destituido: lo que castigan en Casa de las Américas es la libertad de pensamiento.El primer rancheador, Guillermo Rodríguez Rivera, salió del 
blog de Silvio Rodríguez. Después se sumaron hasta una decena de ellos en La Jiribilla, todo un dossier de rancheadores. Fueron contra Roberto Zurbano, que es negro, pero el color importa poco: esa clase de partidas cargan contra todo el que se alce contra el Amo. No hace mucho tiempo, Silvio Rodríguez hizo lo mismo contra Pablo Milanés.
"Me pareció escandaloso que un negro cubano y revolucionario afirmara de modo terminante…", escribió Guillermo Rodríguez Rivera.  Venía a alarmarlo el hecho de que las opiniones de Zurbano no encajaran en el perfil de negro (y de revolucionario) consabido.  Dado el color de su piel, Zurbano no debería apartarse de determinados pensamientos. Ciertos juicios nunca deberían ocurrírsele y, en vez de hablar por los demás, tendría que dar gracias por su suerte.
Rodríguez Rivera comenzaba la partida con este otro asombro: "Lo primero que llamó mi atención fue que Diario de Cuba —que es una publicación declaradamente opositora a la Revolución cubana—, acogiera in extenso, las opiniones de un ensayista cubano que vive en la Isla y que, sin duda, se ubica en el ámbito de la que ellos (los del Diario) llaman 'oficialidad' cubana".
Amodorrado en los hábitos informativos del castrismo, tenía que serle imposible concebir un periodismo que se arriesgara a citar aquello con lo que no coincidiera. Sus alusiones aDiario de Cuba no hacían más que seguir un protocolo. Según ese protocolo, es necesario volcar las culpas en algún punto extranjero (o del propio país, bajo acusación de mercenarismo), dejar al culpable la oportunidad de reconocer que todo ha sido fruto de la confusión y de su confianza traicionada por un periodista y, luego de una detractación así, puede darse por concluido el caso.
Rodríguez Rivera debió aspirar a una solución así, aunque pronto vio defraudadas sus esperanzas. Pues si Zurbano acusó a The New York Times de tergiversar la frase suya que servía de titular al artículo, dejó claro también que no se retractaba de lo que en él decía.
Resultó igualmente infructuosa la tentativa, desde el blog oficialista de Manuel H. Lagarde, de desviar la atención hacia supuestos intentos de Diario de Cuba de fabricar un "caso Zurbano". Y es que, maquínense o no falsos titulares en The New York Times o forjénse o no falsos héroes en Diario de Cuba, los problemas denunciados por Roberto Zurbano iban a seguir ahí.
La pobreza y la falta de horizonte en la que viven los negros son parte principalísima de la pobreza y la falta de horizontes traídas por los hermanos Castro para todos los cubanos. Si como señala Zurbano, la población blanca del país tiene mayores posibilidades económicas gracias a la ayuda del exilio, entonces la pobreza de los negros es un índice redoblado del experimento de devastación que nos habrá incluido a todos.
En Cuba existe una política de apartheid que pesa sobre la inmensa mayoría. Ese apartheid es un componente esencial del castrismo. Existió hasta hace poco en los hoteles, en los cayos y en las playas. Existe aún, pese a las reformas cosméticas, en la legislación migratoria. Es definitivo respecto a las inversiones económicas y amenaza a los cuentapropistas hasta tanto no haya garantías para la propiedad privada. Por lo que no hay más que ser cubano, de cualquier raza, para resultar despreciable y marginado y reprimido. Y la situación de la población negra cubana es, reconcentrada, la de todos los cubanos, incluidos los del exilio.
En las últimas semanas The New York Times ha dado cabida en sus páginas a los blogueros Yoani Sánchez y Orlando Luis Pardo Lazo. The Washington Post ha reclamado en las últimas semanas, en editoriales y columnas, una investigación internacional de la muerte de Oswaldo Payá y Harold Cepero. A todo esto han venido a sumarse las críticas aportadas en el primero de esos diarios por un alto funcionario de la Casa de las Américas, y no resulta descabellado suponer que denuncias así se harán cada vez más frecuentes y volverán, una y otra vez, sobre la suerte de los negros en Cuba.
¿Qué va a hacer el régimen castrista para contrarrestar tales denuncias? De poco va a servirle el timbirichismo recién adoptado o un mercado cuya liberación se corresponde con la acepción del término aportada por Esteban Morales. No le valdrán las triquiñuelas con que sigue escamoteándole derechos a los homosexuales. Ni conga con arcoiris ni Mariela Castro que valga. Poco podría conseguir aun con cientos de Esteban Lazos unánimes en la Asamblea Nacional y, puesto que no se trata de una cuestión interpretativa, sobrarán sus llamadas bibliográficas a Fernando Ortiz, a los discursos de Fidel Castro y la Constitución. Porque si según la letra de esta última todos somos iguales, lo somos para sufrir el apartheid impuesto por los Castro. Para ser perseguidos por los rancheadores.
Roberto Zurbano ha publicado su opinión sobre un asunto sumamente apremiante. Igual que en la respuesta que Picasso diera a unos jerarcas nazis que le reprochaban el horror de un cuadro donde denunciaba la guerra, no son otros que ustedes, mayimbes, rancheadores, segurosos y trovadores cortesanos, los responsables y cómplices de que las cosas estén como estén. En lugar de sublevarlos la miseria y falta de libertad en que tantos cubanos viven, reservan ustedes su sentido del escándalo para unas líneas impresas. Pero tengan por seguro que cada vez les será más difícil evadir sus respectivas responsabilidades en tanta ineptitud, tanta bajeza y tanto crimen.

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