La experiencia pasada
¿Puede ser una Cuba poscastrista tan promisoria como la estoy describiendo? Yo creo que sí, y es bueno remitirnos a la historia para entender del todo esta perspectiva risueña. En el siglo XIX, Cuba era uno de los territorios más ricos del mundo. Tanto, que de las arcas de la Isla –entonces colonia de España– se financiaron las guerras carlistas y una buena parte de los gastos de la monarquía madrileña. A finales de ese mismo siglo, las dos guerras cubanas de independencia devastaron el país, se perdió una décima parte de la población, y fue destruida la mitad de la producción agroindustrial. Pero entre 1902, año en que se inaugura la República, y 1920, el país crece vertiginosamente y logra unos niveles per cápita de desarrollo y de comercio interior y exterior comparables a los países europeos de entonces. A mediados de la década de 1950, pese a la dictadura y la corrupción del gobierno de Batista, Cuba había alcanzado cotas de desarrollo y bienestar entonces similares a las de Italia y apreciablemente superiores a las de España (cuando Castro llega al poder, en el consulado cubano en Roma había 15.000 solicitudes de italianos que querían trasladarse a Cuba, y si hay un signo que mide el grado de oportunidades y de prosperidad, es, precisamente, el de la dirección en que se mueven los emigrantes).
La experiencia de los Cuban Americans
En realidad no exagero un ápice la potencialidad de desarrollo con que cuenta la Isla. Y otra prueba puede ser la experiencia económica de los cubanos en el exterior. El último censo norteamericano –el de 1990– revela que el ingreso familiar medio de los cubanos es semejante al de las familias blancas norteamericanas, y está muy por encima del de los otros grupos hispanos. Asimismo, muestra la gran tendencia de los cubanos a desarrollar actividades comerciales de toda índole, lo que ha convertido a este grupo en el que posee más empresas per cápita entre todas las comunidades de ascendencia española en la nación americana.
Lo que es cierto en Estados Unidos, también se repite en Venezuela, Puerto Rico, Costa Rica, República Dominicana y la propia España. Son decenas de millares los cubanos laboriosos y emprendedores que han sabido sobreponerse a la pobreza de los años iniciales del exilio para conseguir abrirse paso como trabajadores, ejecutivos o empresarios exitosos. Y si traigo a colación este dato, es porque la clave del futuro de las naciones radica, en gran medida, en el capital humano con que se cuenta, y el de Cuba es, realmente, elevadísimo.
Por supuesto, podría decirse que quienes han vivido sometidos al comunismo durante tres décadas, no van a reaccionar de igual manera ante un sistema de economía de mercado, pero la experiencia demuestra que los más recientes exiliados provenientes de Cuba, aunque se hubieran formado bajo el castrismo, responden a los estímulos de la economía capitalista con el mismo vigor que los exiliados de los primeros años. Y ahí está el ejemplo de quienes salieron por el puerto de Mariel en 1980. Una década más tarde se confunden en los datos del censo norteamericano con los exiliados de la primera ola. No hay diferencia.
Más aún: si alguna herencia positiva deja la experiencia castrista en el seno de la sociedad cubana, es la de una población que ha roto con su pasada insularidad emocional e intelectual, y hoy goza de una nacionalidad enriquecida por los múltiples componentes que la forman: millares, decenas de millares de cubanos han estudiado en Praga y Varsovia, en Moscú y en Sofía, en Madrid o en Caracas, en París, en New York, en Los Angeles o en Boston. Nunca la intelligentsia nacional ha sido tan variada, múltiple y rica. Nunca ha habido tantos científicos, artistas, empresarios, escritores o profesionales.
Nunca el país ha tenido, como ahora, el potencial para alcanzar un destino de primer rango. Todo está, claro, en que los cubanos podamos controlar nuestros peores instintos políticos y sepamos crear un Estado de Derecho, moderado y sobrio, tolerante y abierto, pero con voluntad de orden y de respeto a la ley, capaz de desatar la enorme creatividad que hoy abriga la sociedad cubana, y las inmensas ganas de ser libre que tiene nuestro pueblo. Si eso se logra, el futuro es nuestro. Y cuando digo nuestro, incluyo a todos los que arrimen el hombro a la tarea de crear una Cuba nueva.
Artículo publicado en el blog de horrible título "Wanakolandia"