OSCAR PEÑA
En nuestros países latinoamericanos ni el comunismo ni el capitalismo han triunfado. Ninguno de esos dos estilos ha demostrado ser la mejor medicina para nuestros países. Entre los cubanos que vienen directamente de Cuba a Estados Unidos se comete la superficialidad y simpleza de al llegar hacer comparaciones y afirmar: el capitalismo es algo superior. La verdad no es esa, la verdad radica en que Estados Unidos no aplica el capitalismo severo, tajante y salvaje.
¿Por qué afirmamos lo anterior? Si fuera el sistema capitalista, ¿por qué entonces los países de América Latina tienen una situación tan penosa, que se agravo más cuando años atrás algunos insensibles economistas convencieron a los gobiernos e instituciones latinoamericanas a implantar la medicina de un capitalismo más puro, el llamado neoliberalismo, que aboga por el mínimo control y atención del Estado y que cada cual se las arregle como pueda? ¿Qué provocaron esos aparentes sesudos? Los desórdenes sociales que han caracterizado en los últimos tiempos a Latinoamérica y el surgimiento de alumnos de Fidel Castro que bajo el ropaje de justicieros luchadores quieren implantar reinados en nuestros países.
Abracemos la verdad: si Estados Unidos no designara gran parte de su presupuesto para atender a los más desposeídos y con limitaciones, también en su país existirían guerrillas y graves desórdenes sociales. Por ello Estados Unidos no es (estén en el poder el Partido Republicano o el Demócrata) un país de puro capitalismo salvaje, sino un capitalismo social, humano, suave y estimulante para todos. Una democracia socialista. Tema para otro artículo sería hablar de los que confunden socialismo con comunismo cuando nada tiene que ver una cosa con la otra. Incluso la propia Cuba antes de 1959 era un país donde existían gratuitamente todos los hospitales que están en La Habana hoy y otros muchos logros sociales. Solo hay que sentarse con antiguos líderes sindicales (antes de la era de Fidel Castro) y escuchar las ventajas y las leyes que defendían a la clase trabajadora en Cuba. Todos los presidentes antes del castrismo eran socialdemócratas y el país estaba en un decoroso lugar en el hemisferio. Sin temor a equivocarnos podemos decir que éramos en América Latina un pequeño Estados Unidos. Fueron las ambiciones de poder de algunos cubanos en 1952 y 1959 –utilizando la ingenuidad, desinterés e irresponsabilidad de la población– lo que desvió el camino de la nación cubana.
Cuba entre la década del 40 y el 50 del siglo pasado había dado un salto de desarrollo y calidad en todos los renglones. Se puede catalogar de crimen el hecho de cambiar a uno de los países que fue proa de América Latina. ¿A qué desenlace deberíamos llegar hoy los hijos de Cuba que estamos desvelados con su destino y porvenir? ¿Queremos que sea uno de esos países “capitalistas y democráticos” de nuestra América que dan miedo por las grandes desigualdades, las drogas, las pandillas, los crímenes y la falta de atención a la niñez y a los ancianos? Abrazando verdades tenemos que confesar que no.
Definitivamente después de nuestra caída como pueblo, duras experiencias y vivencias, no debemos copiar más ningún sistema e ir haciendo uno genuinamente cubano. Debemos combinar lo que quede de positivo en Cuba, como el derecho a la salud y educación, la carencia de drogas, de segregación racial y del culto a las armas de fuego, que sumado a una democracia con libertad económica, política y social, nos permita alcanzar una sociedad más justa y libre, donde se recompense el esfuerzo individual, la innovación y la creatividad humana respetando y estimulando la propiedad privada, pero a la vez no teniendo nunca niños viviendo en las alcantarillas o pidiendo limosna por las calles.
Abracemos también razonables realidades y concluyamos que lo adecuado a estas alturas no es seguir buscando derrocar al régimen o que el régimen siga reprimiendo y enfrentando salvajemente otros pensamientos, sino –entre todos– acelerar su evolución. Y acabar de entender que uno de los signos más visibles de la robustez de un país es indudablemente la existencia de una prensa nacional libre e independiente que ofrezca diferentes puntos de vista para que se opte por la mejor solución y atención a cada caso.
El propio pueblo de Estados Unidos en la década de los 60 tenía graves asignaturas sin aprobar en el campo de los derechos civiles de los afroamericanos y el sistema norteamericano no se empecinó en desaparecer, encarcelar o sacar del país a las personas de la raza negra, ni estos lucharon por derrumbar el sistema, sino por curarlo logrando nuevas leyes de derechos y libertades para que sea aceptable para todos. ¿Por qué los cubanos no vamos a concertar la voluntad de hacerlo? ¿Qué pudiera evitarlo?
brillante pero para nada, pero para nada de acuerdo con sus conclusiones...
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