por
Rafael Soto Paz
Rafael Soto Paz
En las historias del periodismo figuran en lugar cimero los cables cursados entre William Randolph Hearst y Frederic Remington, el famoso dibujante. El dueño del "Journal", empeñado en que los Estados Unidos entren en el conflicto, lo mandó a la capital cubana junto con Richard Harding Davis y un equipo completo de repórters, cuentistas, fotógrafos, redactores. Pero ¿qué pasa? Cuando ellos llegan (marzo, 1897), encuentran que aquí la vida sigue sin alteración. Entonces se cursan los célebres cables: "Hearts, Journal, New York:
Todo está tranquilo. No se observa inquietud alguna. No habrá tal guerra. Deseo volver a esa. Remington".
La respuesta es un monumento, lector. De esas que jamás se olvidan. "Remington. Havana. Le ruego se quede. Usted pinte las ilustraciones, que yo haré la guerra. Hearts".
Otro ejemplo de este periodismo sensacionalista es lo publicado por el "Herald" del trece de diciembre (1896) y el "Mail and Express", afirmando que Maceo había muerto envenenado por su médico personal, el doctor Máximo Zertucha, quien hubo de rendirse luego a las tropas hispanas. El "Herald" trae una entrevista con el Mayor Antonio Serrano, mambí que peleó en la Guerra del 68, y quien declara haberle dado cuenta a Maceo de los nefandos propósitos de Zertucha. "Zertucha es un vicioso, le dijo Serrano al Titán; algún día lo entregará a usted por dinero". "No creo lo que de él dicen, respondió Maceo. El doctor Zertucha es un excelente cirujano y me resultaría difícil sustituirlo". "¡Vean si yo tenía razón!", grita el viejo Serrano.
Las versiones más disímiles surgían por doquier. En su edición, también de diciembre 13, el "World" asevera que Maceo cayó asesinado cuando se dirigía, bajo bandera de parlamento, a una reunión en la que se iba a tratar de la compra de la independencia de Cuba. "Todo su staff, excepto el cirujano Zertucha, perdió la vida". Y agregaba este ácido comentario: "Sería una cosa del todo intolerable que nuestra ayuda y sanción fueran dadas a un gobierno que elimina a sus enemigos por la traición, aprovechándose de una conferencia en la que ha sido el propio gobierno el invitante". Otro despacho, fechado en Jacksonville, decía que Maceo se hubo de comprometer con el marqués de Ahumada para el cese de las hostilidades, a base de la independencia de Cuba, y que ahí fué traidoramente eliminado. Un titular del "Journal" de este mismo día, vociferaba: "¿Massacre, Ambush or Poison?", (¿asesinato, emboscada o veneno?), y a seguido daba a entender el extravío de los periódicos sobre lo acontecido. El "Mail and Express", en una sarta de dicterios, (diciembre 14), no se quedaba atrás: -"La inherente cobardía y brutalidad de la hiena humana que actualmente manda las fuerzas españolas en Cuba ha llegado a su clima natural con el asesinato de Maceo". La hiena, no hará falta decirlo, es Weyler, a quien ellos bautizaron con el apodo de "butcher" (carnicero). Por su parte, hasta el ponderado "New York Sun", se esperanzaba que algún día "España llegará a comprender la truculenta y nefasta política que Weyler desarrolla en Cuba en nombre de la deshonrada Corona, que no es más que una política loca y ruinosa para ella".
Y el "Journal" de Hearts insistía en su acusación contra Zertucha a través de un virulento editorial: "En el asesinato de Maceo la más negra felonía cumplió su objetivo. Con un traidor en su propio Estado Mayor, llevado engañosamente a una cita bajo la protección de la palabra de honor española, sin sospechar lo que venía, el patriota cubano -él y el hijo de Máximo Gómez- cayeron bajo el fuego de la emboscada asesina".
La borrasca no sólo tenía por escenario a las páginas entintadas; llegó a penetrar hasta en el Congreso Federal. Fué tanto el escándalo, que el senador Wilkinson Call sé permitió presentar una moción denunciando "el asesinato de Maceo", y el cuerpo legislador a que pertenecía nombró una comisión especial encargada de investigar el asunto. El senador Chandler calificaba de "brutales e incivilizados" los métodos que usa España contra los cubanos. No hay paralelo en la historia del mundo. La masacre del general Maceo con todo su Estado Mayor, debe ser motivo para que inmediatamente el Congreso y el Presidente Cleveland reconozcan la absoluta independencia de los cubanos". Otro senador, Mr. Roger Mills, expresaba: -"No hay duda que la muerte de Maceo significa la violación de la bandera de tregua", y termina haciendo responsable del hecho al gobierno español.
También en la Cámara de Representantes se presentaron varias mociones firmadas por Woodman, de Illinois, Howard, de Alabama y otros, abundando en el mismo tema: -"el asesinato de Maceo".
Lamentable que los biógrafos del Titán hayan ignorado la honda repercusión que su heroica caída tuvo en los EE.UU. Inclusive, los historiadores yanquis, entre los motivos que conmovieron la Bolsa de New York por aquellos días, fijan la muerte de Maceo. Repercutió de tal modo, que muchos creyeron que la guerra entre Cuba y España daba su fin con el triunfo de la metrópoli mandona. De ahí que las acciones de las fábricas de armamentos por los suelos rodaran...
LA ACUSACIÓN DE LOS CUBANOS
Hasta ahora hemos expuesto las acusaciones formuladas contra Zertucha por la prensa norteamericana. Veamos las que produjeron los cubanos.Quince días después del fatídico siete de diciembre, el general José Miró, al refutar una versión de "La Lucha" sobre las prendas y documentos recogidos por los "guerrilleros" al cadáver de Maceo, expresa que los papeles fueron hallados por Zertucha, y que al tratar éste de entregárselos, Miró le dijo que los guardara con el botiquín. En ese trabajo de Miró, escrito en Manajanabo, califica a Zertucha de infame, al que imputa haber entregado dichos documentos a las autoridades españolas.Y su ataque no quedó ahí. Años posteriores en sus amenas "Crónicas de la Guerra", tras decir que el médico Zertucha, le examinó la herida a Maceo, declarándola mortal, escribe Miró: "salimos aterrados del lugar, precediéndonos el médico Zertucha. (Subrayado de RSP).
A los dos años, en un despacho publicado en "La Lucha", (La Habana, diciembre 10, 1898), y firmado por el general Hugo Roberts y el coronel Gustavo Pérez Abreu, ambos médicos, dicen: -"Protestamos de la reinvindicación de Zertucha. Se recogen documentos. Tenga la bondad de publicar este telegrama".
Pero aún más agresivo es el acuerdo aparecido en "La Discusión" (La Habana, enero 27, 1899) y el que suscriben treinta galenos, adscriptos al cuerpo de sanidad Militar del Ejército Libertador. Hacen constar que Zertucha no pertenece al Cuerpo Médico desde que desertó el ocho de diciembre del 96. Dicen que el general Pedro Díaz certifica que Zertucha se incorporó al Ejército Libertador el cuatro de febrero del 96 y que fué médico de Maceo interinamente. Que el secretario del comité separatista "Independencia", de Melena del Sur, certifica que Zertucha jamás perteneció a ese comité y que en documento privado demuestran que Zertucha solicitó ingresar en el Ejército Español; añaden los protestantes que inclusive un amigo del médico le había regalado un uniforme para tal propósito. Firman la acusación los generales Eugenio Sánchez Agramonte, Hugo Roberts, Daniel Gispert, los coroneles Gustavo Pérez Abreu, Enrique Sáez, Agustín Cruz, Enrique Yaniz, Nicolás Alberdi, José Nicolás Ferrer y otros médicos, todos de relevante actuación.
A tales acusaciones el doctor Zertucha hubo de responder en su momento oportuno. Sin embargo, de todas, la que viene cargada de más acidez, propia de la pluma de Ramón Vasconcelos, es la que este gran diarista cubano da a conocer en su artículo "Cargas al machete", aparecido en BOHEMIA de diciembre 12, 1948.
Cuenta Vasconcelos que él y Antoñico Maceo, hijo del héroe, visitaron cierto día al general Ricardo Sartorio Leal, uno de los bravos que vino desde Oriente en la Invasión. "Sartorio -escribe Vasconcelos-, no perdonaba a los jefes insurrectos de Occidente". "Hubo veces de tirotearnos la vanguardia", decía. "-Yo no quiero hablar, yo no quiero hablar...! En su día la Historia dirá la verdad de la muerte del general Maceo". Afirmaba Sartorio, -sigue refiriendo Vasconcelos-, que Zertucha era un alcohólico, y que Maceo, enemigo del alcohol, lo reprendió con severidad en más de una ocasión. En represalia -contaba Sartorio- Zertucha hacia una campaña subterránea, diciendo que tantos jefes distinguidos de La Habana, algunos como él, de promoción universitaria, no debían dejarse humillar por un mulato. (Subrayado de RV). Sea por el efecto moral que le produjo la muerte de Maceo, sea por lo que le atribuía Sartorio, lo cierto es que Zertucha, hijo de Bejucal, de donde salieron las fuerzas de Cirujeda a abatir a Maceo, se presentó el siete de diciembre de 1896 y marchó a España, donde falleció mucho después de instaurada la República".
Y seguido Vasconcelos da a conocer párrafos de una carta que Cirujeda envía al general Federico Alonso Gasco, y que lleva fecha diciembre primero de 1896, es decir, seis días antes de la caída del Titán. "Mi general muy querido -expresa Cirujeda a su jefe- acaban de asegurarme que Maceo intenta pasar solo por la trocha inmediata a Mariel, como lo efectuó hace cinco días el cabecilla Gordiño, acompañado de otros dos. La noticia me la da persona que me merece entero crédito, quien estuvo ayer hablando con el Gordiño y ha visto la montura que tienen preparada para el caballo que ha de montar Maceo". Y más abajo la otra carta: -"Ejército de operaciones. Línea militar de Mariel a Majana. Hay un sello en tinta azul clara. Sr. d. Federico Escario. Mi querido amigo: lea usted la adjunta y tome medidas, esta noche: emplee toda la fuerza de América que hay en Mariel si la necesita para vigilar la carretera, y recomiende la mayor vigilancia toda la zona. Suyo, affo. amigo y compañero Fed. A. Gasco."
"Esas cartas, -ruge nuestro admirado Vasconcelos-, no son una fantasía: los originales están en La Habana, en la biblioteca de Pérez Beato. Como se ve por ellos, los militares españoles sabían que Maceo pasaría la Trocha desde el primero de diciembre, por conducto que merecía entero crédito, (Subrayado de RV) y preparaban la persecución".
Y para dejar en entredicho el discutible proceder del médico de Maceo, Vasconcelos termina dejando en el aire una sospechosa interrogante: -"¿Qué conducto era aquél...?".
También no tratan con simpatía la persona de Zertucha los autores de algunas versiones de la muerte de Maceo. El coronel Rafael Cerviño, que cayó herido aquel trágico siete de diciembre, en un relato publicado en BOHEMIA el año 1948, cita al médico. "El doctor Zertucha y Panchito Gómez, -expresa Cerviño-, al ver caer al General, se desmontaron de sus caballos, acercándose para auxiliarle. Trataron de levantarlo y montarlo en un caballo para sacarlo de allí, pero parece que no pudieron". Y a seguido, agrega: -"Muerto el general Maceo y heridos todos los jefes y oficiales que se habían quedado a su lado en el combate con la excepción del doctor Zertucha que desapareció, cada uno trató de retirarse como pudo para evitar ser macheteado". (Subrayado de RSP).
LA MÁS DURA ACUSACIÓN
Pero el ataque mayor, el más despiadado que se produjo contra el médico de Maceo, fué el publicado en París por el periódico "La Republique Cubaine", del 17 de diciembre de 1896. Acompañado de un retrato del héroe iba el titular acusatorio: "Maceo assassiné par les espagnols". Y a continuación el texto: "La última y más asquerosa infamia del gobierno español en la guerra de Cuba, se ha consumado. El cobarde y miserable Weyler, el derrotado por Maceo en todos los combates, compró un hombre, el doctor Máximo Zertucha, para que le entregara al general Antonio Maceo, y este infame, aprovechando su puesto junto al General, ha podido llegar al logro de traición tan negra".Tras un bosquejo biográfico del doctor Zertucha, "La Republique Cubaine", agrega: -"Cuando la Invasión llegó a la provincia de La Habana, un día publicaron los diarios de aquella capital que el doctor Zertucha se había unido a los revolucionarios; pero nunca más volvióse a oír hablar de él, ni mucho menos que se encontrase en relaciones de servicio y de amistad tan íntimas como las que acreditan el ser médico de un general en campaña, y de un general de la importancia de Maceo. Méritos sobrados son éstos para que el doctor Zertucha -aún habiéndose presentado a las autoridades españolas- no se librara de ser inmediatamente fusilado por la hiena Weyler, quien para no dejar con vida a nadie que sea cubano, ha asesinado y asesina hasta viejos, niños y mujeres. Pero ¡caso extraordinario! Se presenta a indulto el doctor Zertucha, cuenta que ha muerto en un combate el general Maceo, e inmediatamente, sin someterlo a formalidad ninguna, ni siquiera a la más elemental, de aguardar la próxima llegada de Weyler a La Habana, se le deja en libertad completa, ni mayor ni menor que la que disfruta el comandante Cirujeda, por ejemplo. ¿Qué quiere decir ésto? ¿Qué ha podido acontecer que no aparezca tenebroso, infame, criminal, horrible, ante toda conciencia honrada? ¿Qué puede pensarse del proceder del doctor Zertucha, que no resulte de lo más espantoso para un hombre y para un ciudadano?"El periódico, arrastrado por la pasión contra el médico, dice que Zertucha se halla ante un dilema: o contribuyó al asesinato de Maceo para poder vivir tranquilo entre los españoles o se rindió para comprar su libertad absoluta prometiendo declarar lo que más conviniera a los españoles. Desde luego, como verá el lector, el dilema presentado por el periódico siempre resulta desfavorable para el discutido médico.
Aún aquí no para la cosa. Estrada Palma, Delegado de la Revolución en los EE.UU. y tal vez aleccionado por la "fábrica de noticias de guerra", de que nos habla Bronson Rea, hubo de enviar este cable al doctor Ramón E. Betances, Delegado del Gobierno Revolucionario Cubano en París: "New York, diciembre 12. Por conducto fidedigno se afirma que Maceo y su Estado Mayor han sido asesinados en un complot formado entre el general español Ahumada y el doctor Zertucha. -Estrada". El número entero de "La Republique Cubaine", llegado a manos nuestras por cortesia del laborioso investigador señor Faustino García Sarmiento, viene dedicado al Titán de Bronce, relatando diversos aspectos de su vida impar.
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