No; sufrir no es gozar. Es sufrir. Y que sufra el que quiera, y a su placer, pero que no se lo imponga a nadie.
Todo lo anterior nos conduce irremediablemente a un juego de hipótesis: de haber quedado con vida tras la independencia, ¿cuál crees que hubiera sido el posicionamiento de Martí de cara a esa República de virtuosos que tanto le obsesionaba?
¿Hablas de su posicionamiento frente a la Revolución Cubana? Porque esa es la realización cabal, fatal, del sueño martiano. Me refiero a lo de la comunidad ética, abocada a exclusiones infinitas: gusanos, lacras sociales, antisociales, contrarrevolucionarios, vendepatrias. Pero solo hasta ahí. Es decir, limito la aceptación de Martí a la noción de mantener limpia "la casita". Sin embargo, todo sugiere que Martí se hubiera opuesto a la eliminación de la propiedad privada. Y en cuanto al comunismo o al socialismo, ni soñarlo.
De manera que Martí también se hubiera virado, más temprano que tarde, contra la revolución cubana. Pasa como con Jesús en los Estados Unidos: que si se aparece ahora a predicar en un mall, lo crucifican. Y hacen de eso un reality show. Si el Martí del Parque Central de pronto empezara a agitar los brazos y a predicar otra revolución, pondrían el mármol con toda su pureza frente al paredón de fusilamiento.
La hipótesis implica que primero la "República de virtuosos" que, como dices, "tanto le obsesionaba", pudiera realizarse no en parte, sino a cabalidad. La tentación de realizar ese sueño podría ser la pesadilla última de la historia de Cuba. Sé que alguien dirá: "pero si ya llegamos". No, la revolución cubana es lo más cerca que hemos estado de realizar ese sueño. Pero todavía podemos llegar más lejos.
El problema es no hacer de la tragedia de Martí, de su pathos, una farsa. Porque en Martí hay una tragedia real, espantosa, atroz, que tiene consecuencias políticas no menos atroces. Pero no se puede negar la cesura, la fragmentación que —no tengo la menor duda— se originó en la relación con el padre. No considero a Martí un villano o un malvado al calco de los comics. Si se repasa lo privado, lo que no publicó en vida —los Versos libres, sobre todo— se verá que hay lugar para la duda, e incluso para el autoescarnecimiento.
Por eso la película de Fernando Pérez es, al mismo tiempo, dolorosa de mirar y perturbadora para el pensamiento. De ese Martí de mirada oblicua, sesgada, desgarrado entre Mariano y Mendive, zarandeado por violencias que se las daban de justas, ¿qué podía salir? No estoy diciendo que puede justificarse lo que encontré, pero tampoco quiero que se piense que yo mismo me siento moralmente por encima de él o de nadie.
Creo que lo mejor sería cambiar nuestra relación con él. Si se lo compadece —sin sentirnos por ello superiores, es decir, al tiempo que nos compadecemos a nosotros mismos— podríamos tener otro tipo de conversación con él. Todo, absolutamente todo, menos la culpa. No más deudas. En todo caso, nuestra deuda, más que con Martí, es con aquellos que pisoteó. Nos debemos más cariño y menos rencores.
Por eso creo posible una reconciliación, solo que no basada en el olvido. A lo que hay que renunciar es a la viabilidad política de Martí que solo puede llevarnos a más dolor y a otros desahucios. Porque "la casita" nunca estará definitivamente limpia. La Cuba que llevaba en el dedo estaba hecha con la cadena del presidio. Eso lo dice todo. No; sufrir no es gozar. Es sufrir. Y que sufra el que quiera, y a su placer, pero que no se lo imponga a nadie.
Entrevista a Francisco Morán de obligada lectura.
Todo lo anterior nos conduce irremediablemente a un juego de hipótesis: de haber quedado con vida tras la independencia, ¿cuál crees que hubiera sido el posicionamiento de Martí de cara a esa República de virtuosos que tanto le obsesionaba?
¿Hablas de su posicionamiento frente a la Revolución Cubana? Porque esa es la realización cabal, fatal, del sueño martiano. Me refiero a lo de la comunidad ética, abocada a exclusiones infinitas: gusanos, lacras sociales, antisociales, contrarrevolucionarios, vendepatrias. Pero solo hasta ahí. Es decir, limito la aceptación de Martí a la noción de mantener limpia "la casita". Sin embargo, todo sugiere que Martí se hubiera opuesto a la eliminación de la propiedad privada. Y en cuanto al comunismo o al socialismo, ni soñarlo.
De manera que Martí también se hubiera virado, más temprano que tarde, contra la revolución cubana. Pasa como con Jesús en los Estados Unidos: que si se aparece ahora a predicar en un mall, lo crucifican. Y hacen de eso un reality show. Si el Martí del Parque Central de pronto empezara a agitar los brazos y a predicar otra revolución, pondrían el mármol con toda su pureza frente al paredón de fusilamiento.
La hipótesis implica que primero la "República de virtuosos" que, como dices, "tanto le obsesionaba", pudiera realizarse no en parte, sino a cabalidad. La tentación de realizar ese sueño podría ser la pesadilla última de la historia de Cuba. Sé que alguien dirá: "pero si ya llegamos". No, la revolución cubana es lo más cerca que hemos estado de realizar ese sueño. Pero todavía podemos llegar más lejos.
El problema es no hacer de la tragedia de Martí, de su pathos, una farsa. Porque en Martí hay una tragedia real, espantosa, atroz, que tiene consecuencias políticas no menos atroces. Pero no se puede negar la cesura, la fragmentación que —no tengo la menor duda— se originó en la relación con el padre. No considero a Martí un villano o un malvado al calco de los comics. Si se repasa lo privado, lo que no publicó en vida —los Versos libres, sobre todo— se verá que hay lugar para la duda, e incluso para el autoescarnecimiento.
Por eso la película de Fernando Pérez es, al mismo tiempo, dolorosa de mirar y perturbadora para el pensamiento. De ese Martí de mirada oblicua, sesgada, desgarrado entre Mariano y Mendive, zarandeado por violencias que se las daban de justas, ¿qué podía salir? No estoy diciendo que puede justificarse lo que encontré, pero tampoco quiero que se piense que yo mismo me siento moralmente por encima de él o de nadie.
Creo que lo mejor sería cambiar nuestra relación con él. Si se lo compadece —sin sentirnos por ello superiores, es decir, al tiempo que nos compadecemos a nosotros mismos— podríamos tener otro tipo de conversación con él. Todo, absolutamente todo, menos la culpa. No más deudas. En todo caso, nuestra deuda, más que con Martí, es con aquellos que pisoteó. Nos debemos más cariño y menos rencores.
Por eso creo posible una reconciliación, solo que no basada en el olvido. A lo que hay que renunciar es a la viabilidad política de Martí que solo puede llevarnos a más dolor y a otros desahucios. Porque "la casita" nunca estará definitivamente limpia. La Cuba que llevaba en el dedo estaba hecha con la cadena del presidio. Eso lo dice todo. No; sufrir no es gozar. Es sufrir. Y que sufra el que quiera, y a su placer, pero que no se lo imponga a nadie.
Entrevista a Francisco Morán de obligada lectura.
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