Cubanos buscan conexión a intenet a través de sus celulares |
La cadena de editoriales de The New York Times contra el embargo y por la normalización de relaciones con Cuba tocó esta vez las puertas de los fondos destinados por Estados Unidos para la democratización de la isla.
De acuerdo con un artículo que aparece este lunes en la edición impresa del influyente diario estadounidense, lejos de haber logrado su objetivo, las iniciativas financiadas por Washington para lograr cambios en la sociedad cubana han resultado “bastante contraproducentes”.
“Los fondos han sido un imán para charlatanes, ladrones y buenas pero infructuosas intenciones. Los sigilosos programas han agravado la hostilidad entre las dos naciones, le han dado a Cuba una bonanza propagandística y han bloqueado oportunidades de cooperar en áreas de interés mutuo”, indicó la publicación en un texto publicado en su página digital en inglés y español.
Apetito de venganza
La pieza de TNYT toma partido contra las iniciativas de los gobiernos estadounidenses tras la promulgación de la Ley Helms-Burton, en 1996, la que asegura fue fruto del “apetito de venganza” de legisladores estadounidenses.
La propuesta de la publicación es que en lugar de proyectos encubiertos para derrocar el gobierno, los líderes estadounidenses deben “encontrar mecanismos para empoderar al cubano común y corriente, expandiendo oportunidades de estudios en el exterior, organizando más enlaces profesionales, e invirtiendo en las nuevas microempresas en la isla”.
Desde esa perspectiva, TNYT apunta que si Estados Unidos quiere lograr mayor conectividad a internet para los cubanos debe entender que ese objetivo exige “coordinación con el gobierno cubano”.
“Más importante aún, Washington tiene que reconocer que a lo único que puede aspirar, es a influir de manera positiva en la evolución de Cuba hacia una sociedad más abierta. Para eso, es más productivo lograr un acercamiento diplomático, que insistir en métodos artificiosos”, concluye el editorial.
Elogios de Alarcón
Es el quinto artículo editorial con exhortaciones a un acercamiento entre La Habana y Washington que el más influyente periódico estadounidense publica desde el pasado 12 de octubre, cuando apareció el primer artículo llamando a poner fin al embargo y a reanudar relaciones con Cuba.
La pasada semana, los editoriales de TNYT y su propuesta de canjear al contratista Alan Gross por los tres espías cubanos presos en EEUU fueron elogiados por el ex presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, en un artículo publicado en la prensa oficial de la isla.
“The New York Times rompe el bloqueo mediático”, consideró Alarcón. “” El muro de silencio que rodeaba el caso de los espías ha recibido un golpe demoledor que ojalá sea definitivo”.
El periódico estadounidense tiene prevista una visita de intercambio educativo a Cuba el año próximo, con el fin de intercambiar experiencias con miembros de la redacción del diario Granma en La Habana, y realizar visitas a instituciones culturales y centros de salud de la isla
El texto íntegro del editorial es el siguiente:
EN CUBA, DESVENTURAS AL INTENTAR DERROCAR UN RÉGIMEN
En
1996, motivados por un apetito de venganza, legisladores
estadounidenses aprobaron un proyecto de ley promulgando una estrategia
para derrocar el Gobierno de La Habana y “asistir al pueblo cubano a
recobrar su libertad”. La Ley Helms-Burton, aprobada por el Presidente
Clinton, semanas después de que Cuba derribó dos avionetas civiles
estadounidenses, ha servido como fundamento para que el Gobierno
norteamericano gastara $264 millones de dólares, durante los últimos 18
años, en un intento por instigar reformas democráticas en la isla.
Lejos
de haber logrado su objetivo, las iniciativas han resultado bastante
contraproducentes. Los fondos han sido un imán para charlatanes,
ladrones y buenas pero infructuosas intenciones. Los sigilosos programas
han agravado la hostilidad entre las dos naciones, le han dado a Cuba
una bonanza propagandística y han bloqueado oportunidades de cooperar en
áreas de interés mutuo.
Estados
Unidos debe hacer un esfuerzo por promover mayores libertades
personales en la isla poblada por 11 millones de habitantes y
flexibilizar la rigidez de uno de los gobiernos más opresivos del mundo.
Pero tiene que hacerlo mediante una estrategia nueva, producto de la
lección de dos décadas de esfuerzos fallidos por desestabilizar el
régimen de los Castro.
Durante
los últimos años de la administración Clinton, Estados Unidos gastó
relativamente poco en programas para promover reformas democráticas en
Cuba bajo Helms Burton. Eso cambió cuando George W. Bush llegó al poder
en 2001, con el ambicioso objetivo de liberar pueblos reprimidos en todo
el mundo. La Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional, USAID, por su sigla en inglés, mejor conocida por su
labor humanitaria que por misiones furtivas, se convirtió en el
principal vehículo para implementar proyectos de reforma democrática en
Cuba, donde es ilegal.
La
inversión en iniciativas para derribar el gobierno aumentó de unos
cuantos millones anualmente, a más de $20 millones de dólares en 2004
durante los primeros años de la administración Bush. La mayoría de
contratos se otorgaron sin mayores controles a grupos de
cubanoamericanos. Uno invirtió el dinero en una estrategia de lobby
internacional, de cuestionable legalidad, para persuadir a gobiernos
extranjeros a que apoyaran el impopular embargo que Estados Unidos
impone sobre la isla. Otro envió montones de revistas de historietas
cómicas a la misión diplomática estadounidense en Cuba, desconcertando a
sus funcionarios. El dinero también se utilizó para comprar ropa y
comida, pero nunca fue posible verificar cuánto llegó a manos de los
familiares de presos políticos, como se tenía previsto.
Según
un informe publicado en noviembre de 2006 por la Oficina de Rendición
de Cuentas, GAO, por su sigla en inglés, un contratista usó los fondos
de programas pro democracia para comprar una motosierra de gas, equipos
electrónicos, entre ellos Nintendo Game Boys y Sony Play Stations, una
bicicleta montañera, abrigos de cuero, carne de cangrejo, y chocolates
Godiva. Al momento de hacer una auditoría, los gastos no fueron
justificados.
Adolfo
A. Franco, el entonces director de la oficina de América Latina de la
agencia de ayuda internacional, defendió los programas durante un
discurso en la Universidad de Miami, en abril de 2007, afirmando que
estaban contribuyendo al gradual fortalecimiento de la oposición
política en Cuba. Argumentó que la agencia debía seguir asumiendo
“riesgos calculados”, aunque en el Congreso, varios legisladores dudaban
de que los esfuerzos estuvieran dando fruto. “Terminar este régimen es
una obligación solemne”, declaró Franco, quien es de origen
cubanoamericano.
La
investigación de la GAO llevó a que la agencia otorgara un mayor
porcentaje de los fondos a organizaciones de desarrollo establecidas,
incluidas algunas que propusieron iniciativas ambiciosas. En 2008, el
Congreso autorizó $45 millones de dólares para los proyectos, una cifra
récord.
Un
gran proyecto que comenzó durante la administración Bush para expandir
el acceso a Internet en Cuba tuvo repercusiones nefastas para el
Gobierno de Obama. Una funcionaria de relativo alto rango del
Departamento de Estado visitó La Habana en septiembre de 2009,
procurando restablecer el servicio postal y cooperar en asuntos
migratorios. La visita representó el contacto a más alto nivel con el
Gobierno cubano en varios años.
En
diciembre, las autoridades en Cuba detuvieron a un subcontratista
estadounidense que viajó a la isla cinco veces como parte de una
iniciativa de USAID, fingiendo ser turista, para contrabandear equipo de
comunicación que no es permitido en la isla.
En
ese entonces, varios funcionarios de USAID y el Departamento de Estado
no estaban al tanto de la envergadura y naturaleza de algunos de los
proyectos encubiertos. Sin embargo, los cubanos, furiosos tras percibir
que Washington tenía una política engañosa de dos fases, asumieron una
posición rígida frente al prisionero estadounidense, Alan Gross, quien
ha sido condenado a 15 años de prisión.
Funcionarios
de USAID y el Departamento de Estado quedaron asombrados al caer en
cuenta del tipo de riesgos que se estaban tomando, y algunos
argumentaron que era hora de suspender los programas encubiertos,
llamándolos contraproducentes. Sin embargo, legisladores
cubanoamericanos se resistieron enérgicamente para asegurarse de que
siguieran en marcha.
Después
del arresto de Gross, la agencia de asistencia no volvió a enviar
contratistas estadounidenses a Cuba, pero permitió que las misiones las
desempeñaran latinoamericanos, que algunas veces fueron detectados por
el servicio de inteligencia cubano.
Una
investigación de Associated Press reveló un controvertido programa que
se llevó a cabo durante el mandato de Obama. De 2009 a 2012, Creative
Associates International, una firma con sede en Washington, desarrolló
un sistema de mensajes de texto rudimentario, similar a Twitter,
conocido como ZunZuneo. El objetivo del proyecto era proveer una
plataforma para que los cubanos pudieran difundir mensajes a una
audiencia masiva, un mecanismo que finalmente pudiera haber sido usado
para organizar multitudes.
El
programa fue abolido en 2012. El contratista estaba pagando miles de
dólares a la empresa estatal de telecomunicación, y no hubo manera de
convertirlo en un proyecto autosuficiente. AP reveló en agosto que USAID
estaba enviando a jóvenes latinoamericanos a identificar personas que
pudieran ser “agentes de cambio social”, bajo el pretexto de organizar
eventos, entre ellos un seminario sobre el virus VIH. Los contratistas,
bajo el mando de Creative Associates International, recibieron un poco
de entrenamiento para evadir a agentes de inteligencia, y recibieron
$5.41 dólares por hora, por una labor que, fácilmente, hubiera podido
llevar a que terminaran en la cárcel.
El
dinero estadounidense ha proveído comida y alivio a familiares de
presos políticos, y ha generado una red limitada de Internet satelital.
Pero ha estigmatizado, más que fortalecido, a la comunidad de
disidentes.
En
lugar de proyectos encubiertos para derrocar el gobierno, los líderes
estadounidenses deben encontrar mecanismos para empoderar al cubano
común y corriente, expandiendo oportunidades de estudios en el exterior,
organizando más enlaces profesionales, e invirtiendo en las nuevas
microempresas en la isla. Es positivo que sigan promoviendo mayor
conectividad a Internet, pero deben entender que lograr ese objetivo de
manera sustancial exige coordinación con el Gobierno cubano. Más
importante aún, Washington tiene que reconocer que a lo único que puede
aspirar, es a influir de manera positiva en la evolución de Cuba hacia
una sociedad más abierta. Para eso, es más productivo lograr un
acercamiento diplomático, que insistir en métodos artificiosos.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire