Cada año, a principios de octubre, el mundo mira a Suecia y Noruega, donde se anuncian los premios Nobel anuales en los campos de literatura, medicina-fisiología, física, química y paz.
El gran empresario sueco, Alfred Nobel no patrocinó un premio de economía y los comités patrocinados con su patrimonio no conceden ese premio actualmente. Pero hay un “Premio en Ciencia Económicas en Memoria de Alfred Nobel”, patrocinado por el banco central de Suecia. Desde 1969 también se ha concedido ese premio cada año a principios de octubre.
El momento y el nombre del premio, así como el hecho de que sus premiados sean elegidos por la Real Academia Sueca de Ciencias, que asimismo elige a los demás premiados (excepto para el premio de la paz), ha confundido a la gente de todo el mundo que piensa que es algo real. Como los billetes falsos, el premio de economía ha estado circulando entre el público inadvertido.
Alfred Nobel no pretendía patrocinar un premio de economía. Aparentemente, tampoco el banco central sueco. Su premio normalmente se ha concedido a investigadores especializados en matemática aplicada o psicología aplicada o en el arte de jugar con datos estadísticos que cae bajo el nombre de econometría. Muy raramente se concede a investigadores que emplean realmente la mayoría de su tiempo a pensar acerca de los problemas económicos del mundo real y casi nunca a alguien que tenga algo nuevo e importante y verdadero que decir acerca de la economía real. Es verdad que muchos premiados estaban muy versados en economía, pero, en general, no obtienen el premio por ninguna contribución a esa disciplina.
El problema con la “ciencia lúgubre” de la economía es conocido. Expone y desvanece despiadadamente los mitos que se han inventado para justificar la planificación centralizada y el intervencionismo público. Esto da en la cara de las mismas instituciones que financian y conceden el Premio en Memoria de Alfred Nobel. El banco central sueco está institucionalmente comprometido con la planificación centralizada del dinero. Difícilmente puede esperarse imprimir y gastar millones de coronas investigando que es inútil (y potencialmente nefasta) desde su mismo punto de vista. Además, Suecia ha estado gobernada por socialistas durante la mayor parte del periodo posterior a la guerra. La venerable Real Academia Sueca de Ciencias no fue inmune a esta tendencia.
No resulta sorprendente que el premio de economía se haya inclinado siempre mucho en contra de economistas que se oponen al fundamento en el dinero fiduciario del estado de bienestar y el estado de guerra. Con la notable excepción de F.A. Hayek (premiado en 1974), ninguno de los ganadores se considera como un crítico declarado de la banca centralizada y el intervencionismo monetario. E incluso Hayek salió del armario solo después de ganar el premio, publicando Choice in Currency (1976) y La desnacionalización del dinero (1977).
No resulta sorprendente que dos gigantes del pensamiento económico, Ludwig von Mises (1881-1973) y Murray Rothbard (1926-1995) no obtuvieran el premio de economía en memoria de Alfred Nobel. Mises que fue posiblemente el mayor economista de todos los tiempos, murió en el mismo momento en que se concedía por quinta vez ese premio. Con ocasión del 40 aniversario de su muerte, resulta apropiado conmemorar sus logros y destacar su duradero legado.
Ludwig von Mises es conocido como el origen del renacimiento de liberalismo clásico y el libertarismo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero su influencia en el pensamiento político contemporáneo se basaba totalmente en sus innovadoras contribuciones al análisis social y a la economía monetaria en concreto. En el mismo momento en que las ideas inflacionistas se habían introducido en el mundo académico e iban a desbancar a la economía clásica, Mises revolucionaba la teoría del dinero. Fue el primer economista en desarrollar una explicación completa de los precios del dinero y fue asimismo el primero en desarrollar un análisis coherente de las causas y consecuencias de la producción de dinero. Su trabajo renovó y reforzó mucho el alegato contra el intervencionismo monetario, que había estado en el centro de la economía clásica.
Antes de Adam Smith, la opinión pública aceptaba la idea de que el volumen de gasto (en la jerga keynesiana actual conocido como “demanda agregada”) dirige la economía. Por tanto, políticos y empresarios tratan de aumentar la oferta monetaria nacional para promover la producción y el crecimiento. Smith argumentaba que todo esto era erróneo. Las verdaderas causas de la riqueza agregada habían de verse en la división del trabajo y en un estilo de vida frugal. Las políticas pensadas para aumentar la oferta monetaria nacional estimulando las exportaciones y dificultando las importaciones resultaban ineficaces. Empobrecían a la nación en lugar de promover su crecimiento.
Esta tesis inspiró el movimiento intelectual conocido como economía clásica. También ha inspirado a los economistas de la Escuela Austriaca. Cuando Carl Menger desarrolló su teoría de los precios, basada en los sólidos cimientos del valor subjetivo, no pretendía eliminar la raíz y las ramas de la economía clásica. Lo que hacía era reparar un defecto esencial de la teoría clásica de los precios y, al hacerlo así, reforzaba todo el edificio. Eugen von Böhm-Bawerk reforzó las enseñanzas clásicas sobre ahorro y capital al analizar el papel del tiempo en el proceso de producción. Así que, a principios del siglo XX, Ludwig von Mises completaba la revisión y reconstrucción austriaca de la economía clásica con su teoría del dinero.
Adam Smith había olvidado el dinero porque ni la demanda ni la oferta de dinero iban a contarse entre las causas de la riqueza de las naciones. Muchos de sus discípulos (especialmente el gran David Ricardo) ahondaron en el tema con más detalle. Pero sus escritos tenían el tendón de Aquiles de la teoría de Smith: su teoría del coste de producción de los precios. Por tanto no era fácil que pudieran reconciliarla con la economía de la banca y la consecuencia práctica fue una interminable secuencia de auges y declives. Este fracaso en la práctica en el campo del dinero y la banca acabó desacreditando todo el edificio de la economía clásica. Las doctrinas inflacionistas reaparecieron, primero arrastrándose (segunda mitad del siglo XIX) y luego galopando (alrededor de la Primera Guerra Mundial) y acabaron triunfando en la década de 1930.
Mises no desarrolló su teoría del dinero para llegar a conclusiones prácticas liberales clásicas. Muy al contrario, le llevó un tiempo entender las implicaciones políticas de lo que había descubierto. La primera edición de este tratado monetario (1912) es en realidad bastante parca en ese aspecto. Solo en la segunda edición (1924) empieza Mises a moldear las implicaciones anti-intervencionistas de su obra en economía monetaria. Aproximadamente al mismo tiempo había empezado a ocuparse de otras áreas de investigación, más notablemente en el análisis de los sistemas de gobierno socialista e intervencionista. Estas obras le proporcionaron gran fama y fueron fundamentales para convertir a toda una generación de jóvenes intelectuales (como Hayek, Haberler, Machlup, Morgenstern y Robbins) a las ideas liberales clásicas. Pero su pensamiento monetario siempre permanecería como la columna vertebral de su pensamiento. Acabaría presentándolo completamente desarrollado dentro de una teoría general de la acción humana (Nationalökonomie, La acción humana).
Fue una desgracia personal de Mises que, durante toda su vida, sus ideas económicas y políticas no llegaran a ponerse de moda. Pero, precisamente por esta misma razón, su legado es duradero y fuerte. Hoy las ideas que Mises refutó cuidadosamente han seguido su curso. Inflacionismo, socialismo y estatismo han generado miseria, corrupción y caos. Leer a Mises nos permite entender este mundo y nos ayuda a ver el camino que nos llevaría fuera de estos cenagales.
Mises Hispano 16/10/2013
El gran empresario sueco, Alfred Nobel no patrocinó un premio de economía y los comités patrocinados con su patrimonio no conceden ese premio actualmente. Pero hay un “Premio en Ciencia Económicas en Memoria de Alfred Nobel”, patrocinado por el banco central de Suecia. Desde 1969 también se ha concedido ese premio cada año a principios de octubre.
El momento y el nombre del premio, así como el hecho de que sus premiados sean elegidos por la Real Academia Sueca de Ciencias, que asimismo elige a los demás premiados (excepto para el premio de la paz), ha confundido a la gente de todo el mundo que piensa que es algo real. Como los billetes falsos, el premio de economía ha estado circulando entre el público inadvertido.
Alfred Nobel no pretendía patrocinar un premio de economía. Aparentemente, tampoco el banco central sueco. Su premio normalmente se ha concedido a investigadores especializados en matemática aplicada o psicología aplicada o en el arte de jugar con datos estadísticos que cae bajo el nombre de econometría. Muy raramente se concede a investigadores que emplean realmente la mayoría de su tiempo a pensar acerca de los problemas económicos del mundo real y casi nunca a alguien que tenga algo nuevo e importante y verdadero que decir acerca de la economía real. Es verdad que muchos premiados estaban muy versados en economía, pero, en general, no obtienen el premio por ninguna contribución a esa disciplina.
El problema con la “ciencia lúgubre” de la economía es conocido. Expone y desvanece despiadadamente los mitos que se han inventado para justificar la planificación centralizada y el intervencionismo público. Esto da en la cara de las mismas instituciones que financian y conceden el Premio en Memoria de Alfred Nobel. El banco central sueco está institucionalmente comprometido con la planificación centralizada del dinero. Difícilmente puede esperarse imprimir y gastar millones de coronas investigando que es inútil (y potencialmente nefasta) desde su mismo punto de vista. Además, Suecia ha estado gobernada por socialistas durante la mayor parte del periodo posterior a la guerra. La venerable Real Academia Sueca de Ciencias no fue inmune a esta tendencia.
No resulta sorprendente que el premio de economía se haya inclinado siempre mucho en contra de economistas que se oponen al fundamento en el dinero fiduciario del estado de bienestar y el estado de guerra. Con la notable excepción de F.A. Hayek (premiado en 1974), ninguno de los ganadores se considera como un crítico declarado de la banca centralizada y el intervencionismo monetario. E incluso Hayek salió del armario solo después de ganar el premio, publicando Choice in Currency (1976) y La desnacionalización del dinero (1977).
No resulta sorprendente que dos gigantes del pensamiento económico, Ludwig von Mises (1881-1973) y Murray Rothbard (1926-1995) no obtuvieran el premio de economía en memoria de Alfred Nobel. Mises que fue posiblemente el mayor economista de todos los tiempos, murió en el mismo momento en que se concedía por quinta vez ese premio. Con ocasión del 40 aniversario de su muerte, resulta apropiado conmemorar sus logros y destacar su duradero legado.
Ludwig von Mises es conocido como el origen del renacimiento de liberalismo clásico y el libertarismo después de la Segunda Guerra Mundial. Pero su influencia en el pensamiento político contemporáneo se basaba totalmente en sus innovadoras contribuciones al análisis social y a la economía monetaria en concreto. En el mismo momento en que las ideas inflacionistas se habían introducido en el mundo académico e iban a desbancar a la economía clásica, Mises revolucionaba la teoría del dinero. Fue el primer economista en desarrollar una explicación completa de los precios del dinero y fue asimismo el primero en desarrollar un análisis coherente de las causas y consecuencias de la producción de dinero. Su trabajo renovó y reforzó mucho el alegato contra el intervencionismo monetario, que había estado en el centro de la economía clásica.
Antes de Adam Smith, la opinión pública aceptaba la idea de que el volumen de gasto (en la jerga keynesiana actual conocido como “demanda agregada”) dirige la economía. Por tanto, políticos y empresarios tratan de aumentar la oferta monetaria nacional para promover la producción y el crecimiento. Smith argumentaba que todo esto era erróneo. Las verdaderas causas de la riqueza agregada habían de verse en la división del trabajo y en un estilo de vida frugal. Las políticas pensadas para aumentar la oferta monetaria nacional estimulando las exportaciones y dificultando las importaciones resultaban ineficaces. Empobrecían a la nación en lugar de promover su crecimiento.
Esta tesis inspiró el movimiento intelectual conocido como economía clásica. También ha inspirado a los economistas de la Escuela Austriaca. Cuando Carl Menger desarrolló su teoría de los precios, basada en los sólidos cimientos del valor subjetivo, no pretendía eliminar la raíz y las ramas de la economía clásica. Lo que hacía era reparar un defecto esencial de la teoría clásica de los precios y, al hacerlo así, reforzaba todo el edificio. Eugen von Böhm-Bawerk reforzó las enseñanzas clásicas sobre ahorro y capital al analizar el papel del tiempo en el proceso de producción. Así que, a principios del siglo XX, Ludwig von Mises completaba la revisión y reconstrucción austriaca de la economía clásica con su teoría del dinero.
Adam Smith había olvidado el dinero porque ni la demanda ni la oferta de dinero iban a contarse entre las causas de la riqueza de las naciones. Muchos de sus discípulos (especialmente el gran David Ricardo) ahondaron en el tema con más detalle. Pero sus escritos tenían el tendón de Aquiles de la teoría de Smith: su teoría del coste de producción de los precios. Por tanto no era fácil que pudieran reconciliarla con la economía de la banca y la consecuencia práctica fue una interminable secuencia de auges y declives. Este fracaso en la práctica en el campo del dinero y la banca acabó desacreditando todo el edificio de la economía clásica. Las doctrinas inflacionistas reaparecieron, primero arrastrándose (segunda mitad del siglo XIX) y luego galopando (alrededor de la Primera Guerra Mundial) y acabaron triunfando en la década de 1930.
Mises no desarrolló su teoría del dinero para llegar a conclusiones prácticas liberales clásicas. Muy al contrario, le llevó un tiempo entender las implicaciones políticas de lo que había descubierto. La primera edición de este tratado monetario (1912) es en realidad bastante parca en ese aspecto. Solo en la segunda edición (1924) empieza Mises a moldear las implicaciones anti-intervencionistas de su obra en economía monetaria. Aproximadamente al mismo tiempo había empezado a ocuparse de otras áreas de investigación, más notablemente en el análisis de los sistemas de gobierno socialista e intervencionista. Estas obras le proporcionaron gran fama y fueron fundamentales para convertir a toda una generación de jóvenes intelectuales (como Hayek, Haberler, Machlup, Morgenstern y Robbins) a las ideas liberales clásicas. Pero su pensamiento monetario siempre permanecería como la columna vertebral de su pensamiento. Acabaría presentándolo completamente desarrollado dentro de una teoría general de la acción humana (Nationalökonomie, La acción humana).
Fue una desgracia personal de Mises que, durante toda su vida, sus ideas económicas y políticas no llegaran a ponerse de moda. Pero, precisamente por esta misma razón, su legado es duradero y fuerte. Hoy las ideas que Mises refutó cuidadosamente han seguido su curso. Inflacionismo, socialismo y estatismo han generado miseria, corrupción y caos. Leer a Mises nos permite entender este mundo y nos ayuda a ver el camino que nos llevaría fuera de estos cenagales.
Mises Hispano 16/10/2013
El cínico escribano de esta erudita porquería debería darse una visita por Bangladesh.Para que vea lo que produce entre las masas de un pais (las obreras claro está) el liberalismo que a él tan útil le parece...Yo,desde mi más sentido interior,le deseo lo peor a este HP...
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