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El siguiente texto es un fragmento de un artículo sobre Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia, publicado el 5 de junio de 2013 en el periódico digital El Confidencial.
“Nada más sensible a la incertidumbre que el dinero”, aseguraba Anes al presentar, en la sede de la Academia, el libro La paz imposible. Los intentos de paz en la independencia de América, de Íñigo Moreno y de Arteaga, marqués de Laserna, y con prólogo de Hugo O’Donnell.
Publicado por la editorial Csed, el libro se extiende desde que se hicieron sentir “las primeras voces de independencia” en las repúblicas hasta la pérdida definitiva de la América española. Esa “paz imposible” es “una historia de lo que pudo ser y no fue”, dijo el autor, para quien “hubo una cerrazón” en no querer ver desde España que “aquellos pueblos podían ser independientes”.
Contrarrestando ideas preconcebidas
Ante numerosos invitados, entre ellos el infante don Carlos y la princesa Ana de Francia, duques de Calabria, Gonzalo Anes aprovechó la ocasión para tratar de contrarrestar algunas “ideas preconcebidas”, entre ellas la de que América fue una colonia española.
“Nunca lo fue”. En ese continente los españoles fundaron reinos, como los de la Nueva España o el de Perú, señaló el director de la Academia.
Anes afirmó que las guerras que condujeron a los procesos de independencia “se produjeron por una falsificación, quizá la mayor que se ha hecho en la Historia sobre lo que fue la acción española en América y sobre la realidad de la América virreinal”.
Esa falsificación, prosiguió Anes, tiene su origen en la propia España y en la visión que dio de la conquista de América Fray Bartolomé de las Casas, que se propagó por toda Europa.
Los procesos de independencia de las repúblicas hispanoamericanas “pusieron fin a 300 años de paz en América”, y la prueba es que “no hay ciudades amuralladas en la América española, aunque sí hay ciudades costeras con fortines, para defenderse de los ataques de los corsarios”.
La paz favoreció la formación de ciudades y la urbanización de las mismas, “prueba evidente de que hubo un desarrollo económico importante“.
“La América española logró unos niveles de prosperidad que, a finales del XVIII y comienzos del XIX, eran análogos a los de la Europa desarrollada“, señaló Gonzalo Anes, catedrático de Historia e Instituciones Económicas.
El final de la prosperidad
La independencia “significó la ruptura de muchas cosas”, y la desintegración de los virreinatos supuso “la aparición de fronteras entre las repúblicas y de aduanas” y dio pie a guerras.
“La prosperidad que había habido hasta entonces se quebró. Hubo un gran descenso del PIB de la América virreinal, y el de finales del siglo XVIII no se volvió a alcanzar hasta finales del XIX”, afirmó Anes.
Con la aparición de las fronteras, disminuyó el comercio interior y se desintegró también la justicia virreinal. Eso produjo “inseguridad jurídica, incertidumbre y, cuando las hay, los posibles inversores se llevan el dinero a un lugar seguro”, aseguró Gonzalo Anes.
“Hay que tener presente todo este proceso en nuestros días para que podamos ver las consecuencias de los intentos desintegradores y a dónde pueden conducir”, concluyó Anes.
El siguiente texto es un fragmento de un artículo sobre Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia, publicado el 5 de junio de 2013 en el periódico digital El Confidencial.
“Nada más sensible a la incertidumbre que el dinero”, aseguraba Anes al presentar, en la sede de la Academia, el libro La paz imposible. Los intentos de paz en la independencia de América, de Íñigo Moreno y de Arteaga, marqués de Laserna, y con prólogo de Hugo O’Donnell.
Publicado por la editorial Csed, el libro se extiende desde que se hicieron sentir “las primeras voces de independencia” en las repúblicas hasta la pérdida definitiva de la América española. Esa “paz imposible” es “una historia de lo que pudo ser y no fue”, dijo el autor, para quien “hubo una cerrazón” en no querer ver desde España que “aquellos pueblos podían ser independientes”.
Contrarrestando ideas preconcebidas
Ante numerosos invitados, entre ellos el infante don Carlos y la princesa Ana de Francia, duques de Calabria, Gonzalo Anes aprovechó la ocasión para tratar de contrarrestar algunas “ideas preconcebidas”, entre ellas la de que América fue una colonia española.
“Nunca lo fue”. En ese continente los españoles fundaron reinos, como los de la Nueva España o el de Perú, señaló el director de la Academia.
Anes afirmó que las guerras que condujeron a los procesos de independencia “se produjeron por una falsificación, quizá la mayor que se ha hecho en la Historia sobre lo que fue la acción española en América y sobre la realidad de la América virreinal”.
Esa falsificación, prosiguió Anes, tiene su origen en la propia España y en la visión que dio de la conquista de América Fray Bartolomé de las Casas, que se propagó por toda Europa.
Los procesos de independencia de las repúblicas hispanoamericanas “pusieron fin a 300 años de paz en América”, y la prueba es que “no hay ciudades amuralladas en la América española, aunque sí hay ciudades costeras con fortines, para defenderse de los ataques de los corsarios”.
La paz favoreció la formación de ciudades y la urbanización de las mismas, “prueba evidente de que hubo un desarrollo económico importante“.
“La América española logró unos niveles de prosperidad que, a finales del XVIII y comienzos del XIX, eran análogos a los de la Europa desarrollada“, señaló Gonzalo Anes, catedrático de Historia e Instituciones Económicas.
El final de la prosperidad
La independencia “significó la ruptura de muchas cosas”, y la desintegración de los virreinatos supuso “la aparición de fronteras entre las repúblicas y de aduanas” y dio pie a guerras.
“La prosperidad que había habido hasta entonces se quebró. Hubo un gran descenso del PIB de la América virreinal, y el de finales del siglo XVIII no se volvió a alcanzar hasta finales del XIX”, afirmó Anes.
Con la aparición de las fronteras, disminuyó el comercio interior y se desintegró también la justicia virreinal. Eso produjo “inseguridad jurídica, incertidumbre y, cuando las hay, los posibles inversores se llevan el dinero a un lugar seguro”, aseguró Gonzalo Anes.
“Hay que tener presente todo este proceso en nuestros días para que podamos ver las consecuencias de los intentos desintegradores y a dónde pueden conducir”, concluyó Anes.
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