Los comunistas adoran las estadísticas porque la ciencia matemática es la única que no se les rebela. Dice el saber popular que el “papel aguanta todo lo que me pongan” lo mismo sucede con las estadísticas.
Últimamente algunos resonados escándalos en el área médica, han afianzado la idea entre el público de que los resultados finales pueden ser presentados de manera que sean favorables al expositor. La literatura igualmente se ha hecho eco de este problema, así lo demuestra el libro Como mentir con las estadísticas del popular escritor norteamericano Darrel Huff. Una frase célebre que concierne igualmente este problema se la debemos al decano de la universidad de Harvard, Lawrence Lowel que ya en 1909 escribió que las estadísticas eran como los pasteles “buenas si se sabe quién las hizo y se está seguro de los ingredientes”.
Así pues la razón indica que hay que desconfiar por ejemplo, de estudios estadísticos producidos por los laboratorios farmacéuticos, porque como ya ha sucedido, con tal de vender la última molécula de la felicidad son capaces de lo peor.
Lo mismo sucede con los gobiernos, sobre todo el de La Habana, que nos ha acostumbrado desde siempre a manipular engañosas cifras donde se muestran alucinantes incrementos en la producción lechera o en el cultivo de la papa, anunciados los dos con triunfalismo y musiquita patriótica de fondo en el Noticiero Nacional. Por eso mi tío Raúl que era un jodedor del carajo, siempre llamaba a su mujer cuando empezaban las noticias para que abriera la jaba delante de la pantalla. Claro que en aquel entonces yo no entendía las razones del enfado de mi tía, que nos miraba abriendo grandes los ojos y menando la cabeza con cara de preocupación, señalando espantada para la acera de enfrente donde se balanceaba en cartel del CDR.
Por eso este titular del periódico Granma del día de hoy me ha llamado particularmente la atención por su redondo triunfalismo “Las cirugías oculares gratuitas de Cuba y Venezuela suman 2,6 millones desde 2004. Entre mediados de 2004 y el pasado 10 de mayo se han realizado en total 2.653.341 millones de cirugías a pacientes de bajos recursos afectados de "ceguera o deficiencia visual corregible", en su mayoría problemas como cataratas y pterigion”
Me encantaría que fueran ciertas pero sin embargo dichas cifras no se resisten al menor análisis lógico.
Veamos: según le portal cataractsurgery una intervención de ese género ocupa entre 30 minutos y una hora. No cuenta dicho portal dentro de ese lapso de tiempo indicativo, la preparación del paciente, la anestesia, ni el postoperatorio.
Entonces 2,6 millones de operaciones equivalen por lo menos, a la misma cantidad de horas empleadas en esos menesteres. Han pasado 9 años desde que comenzó tan loable proyecto, lo que representa globalmente, si calculamos que un año tiene 8760 horas, un total de 78840 horas operaciones posibles (9x8760).
Ahora sólo queda hacer una simple sustracción para obtener una diferencia de 2574501 horas operaciones (2653341-78840) lo que significa que esos 2.6 millones de pacientes no existen, dicho de otra manera tales estadísticas son una nueva guayaba del castrismo.
Para cumplir con tales objetivos un galeno tendría que mantenerse con el bisturí en la mano durante casi 300 años trabajando las 24 horas del día. La otra solución evidente sería la aumentar exponencialmente el número de cirujanos operando sin detenerse durante días enteros, algo imposible dado el delicado tipo de intervención de la que estamos hablando. Como se imagina cualquiera que se detenga a reflexionar un segundo, esta manipulación necesita un alto nivel de práctica médica y de especialización, sin mencionar las condiciones de asepsia impecables que no pueden obtenerse debajo de cualquier mata de plátano.
Otra incógnita que podría plantearse además de la flagrante mentira que ya indicamos es la siguiente: si nos fiamos en la debacle de la enseñanza superior destacada recientemente por la prensa, por mucha propaganda que haga el régimen de Castro, ninguna institución educacional cubana, ni la Universidad de la Habana, ni las Escuelas de Medicina, ni Tecnológicas ni ninguna otra universidad en Cuba figuran entre las 100 primeras instituciones educativas de América Latina; así es que estos geniales e infatigables galenos de nuevo tipo, capaces de intervenir durante 24 horas del día sin reposo alguno, no sé de qué manera adquirieron las competencias requeridas, ni dónde las obtuvieron, porque dado el actual estado de la educación superior, seguro que en Cuba no pudo ser.
Últimamente algunos resonados escándalos en el área médica, han afianzado la idea entre el público de que los resultados finales pueden ser presentados de manera que sean favorables al expositor. La literatura igualmente se ha hecho eco de este problema, así lo demuestra el libro Como mentir con las estadísticas del popular escritor norteamericano Darrel Huff. Una frase célebre que concierne igualmente este problema se la debemos al decano de la universidad de Harvard, Lawrence Lowel que ya en 1909 escribió que las estadísticas eran como los pasteles “buenas si se sabe quién las hizo y se está seguro de los ingredientes”.
Así pues la razón indica que hay que desconfiar por ejemplo, de estudios estadísticos producidos por los laboratorios farmacéuticos, porque como ya ha sucedido, con tal de vender la última molécula de la felicidad son capaces de lo peor.
Lo mismo sucede con los gobiernos, sobre todo el de La Habana, que nos ha acostumbrado desde siempre a manipular engañosas cifras donde se muestran alucinantes incrementos en la producción lechera o en el cultivo de la papa, anunciados los dos con triunfalismo y musiquita patriótica de fondo en el Noticiero Nacional. Por eso mi tío Raúl que era un jodedor del carajo, siempre llamaba a su mujer cuando empezaban las noticias para que abriera la jaba delante de la pantalla. Claro que en aquel entonces yo no entendía las razones del enfado de mi tía, que nos miraba abriendo grandes los ojos y menando la cabeza con cara de preocupación, señalando espantada para la acera de enfrente donde se balanceaba en cartel del CDR.
Por eso este titular del periódico Granma del día de hoy me ha llamado particularmente la atención por su redondo triunfalismo “Las cirugías oculares gratuitas de Cuba y Venezuela suman 2,6 millones desde 2004. Entre mediados de 2004 y el pasado 10 de mayo se han realizado en total 2.653.341 millones de cirugías a pacientes de bajos recursos afectados de "ceguera o deficiencia visual corregible", en su mayoría problemas como cataratas y pterigion”
Me encantaría que fueran ciertas pero sin embargo dichas cifras no se resisten al menor análisis lógico.
Veamos: según le portal cataractsurgery una intervención de ese género ocupa entre 30 minutos y una hora. No cuenta dicho portal dentro de ese lapso de tiempo indicativo, la preparación del paciente, la anestesia, ni el postoperatorio.
Entonces 2,6 millones de operaciones equivalen por lo menos, a la misma cantidad de horas empleadas en esos menesteres. Han pasado 9 años desde que comenzó tan loable proyecto, lo que representa globalmente, si calculamos que un año tiene 8760 horas, un total de 78840 horas operaciones posibles (9x8760).
Ahora sólo queda hacer una simple sustracción para obtener una diferencia de 2574501 horas operaciones (2653341-78840) lo que significa que esos 2.6 millones de pacientes no existen, dicho de otra manera tales estadísticas son una nueva guayaba del castrismo.
Para cumplir con tales objetivos un galeno tendría que mantenerse con el bisturí en la mano durante casi 300 años trabajando las 24 horas del día. La otra solución evidente sería la aumentar exponencialmente el número de cirujanos operando sin detenerse durante días enteros, algo imposible dado el delicado tipo de intervención de la que estamos hablando. Como se imagina cualquiera que se detenga a reflexionar un segundo, esta manipulación necesita un alto nivel de práctica médica y de especialización, sin mencionar las condiciones de asepsia impecables que no pueden obtenerse debajo de cualquier mata de plátano.
Otra incógnita que podría plantearse además de la flagrante mentira que ya indicamos es la siguiente: si nos fiamos en la debacle de la enseñanza superior destacada recientemente por la prensa, por mucha propaganda que haga el régimen de Castro, ninguna institución educacional cubana, ni la Universidad de la Habana, ni las Escuelas de Medicina, ni Tecnológicas ni ninguna otra universidad en Cuba figuran entre las 100 primeras instituciones educativas de América Latina; así es que estos geniales e infatigables galenos de nuevo tipo, capaces de intervenir durante 24 horas del día sin reposo alguno, no sé de qué manera adquirieron las competencias requeridas, ni dónde las obtuvieron, porque dado el actual estado de la educación superior, seguro que en Cuba no pudo ser.
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