POR JORGE BARRENO, ESPECIAL DIARIO LAS AMÉRICAS, Publicado el 09-08-2013
SANTIAGO DE CHILE.- La muerte de Salvador Allende sigue siendo un misterio 40 años después de que Augusto Pinochet diera un golpe de estado, el 11 de septiembre de 1973. A pesar de que la versión oficial dice que el expresidente se suicidó con un fusil de asalto AK-47, que le había regalado Fidel Castro, las continuas contradicciones hicieron que hace un par de años se investigara a fondo su fallecimiento. El 23 de mayo de 2011, por orden del juez Mario Carroza, comenzaba una nueva exhumación de su cadáver para establecer “la manera de la muerte o las circunstancias que rodearon a la misma”. El 19 de julio del mismo año se entregaba el resultado de los estudios de la exhumación. Éste confirmaba la teoría del suicidio de Allende.
Según los expertos, la presencia de dos salidas de bala se debería a que el arma estaba en estado automático. El médico forense español, Francisco Etxeberría, que participó en la nueva exhumación, declaró: “Con base en argumentos técnicos y científicos, podemos asegurar que la muerte del presidente Salvador Allende se produjo como consecuencia directa de un disparo realizado bajo el mentón que le produjo la destrucción de la cabeza y la muerte inmediata, lo que interpretamos como suicida desde la perspectiva forense”.
La investigación judicial -Rol 77-2011- y la opinión mayoritaria, incluso entre la familia Allende, corroboran la tesis del suicidio. Sin embargo, una extensa y rigurosa investigación que lleva por nombre ‘Yo no me rendiré’, realizada por el periodista y escritor chileno Francisco Marín y por el médico forense Luis Ravanal, pone en duda que Salvador Allende se suicidara.
INVENCIÓN POLÍTICA
“Después de estudiar el expediente completo de la causa, de hacer decenas de entrevistas, de realizar estudios e informes forenses, de leer los libros clásicos sobre esta materia, de investigar lo escrito en diarios y revistas, y de revisar películas conocidas y otras no tanto sobre este tema, los investigadores llegamos a la conclusión que la versión oficial no encuentra ningún sustento en los hechos”, comenta Francisco Marín a DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Lo del suicidio es una invención política, comunicacional e histórica realizada por los militares que asaltaron La Moneda. Ellos intervinieron el sitio del suceso y estuvieron con Allende muerto durante más de una hora y media: se guardaron las armas, balas y vainillas encontradas en torno al cadáver de Allende; ordenaron que la autopsia fuese en el Hospital Militar y no en el Instituto Médico Legal, como correspondía, y dispusieron que este procedimiento fuese vigilado por soldados armados con fusiles”, continúa Marín.
“Además nunca entregaron el informe de autopsia, el acta de análisis hecha por la Policía de Investigaciones, incluyendo las cerca de 30 fotos capturadas en el sitio del suceso. Lo propio hicieron con las filmaciones hechas por Canal 13. Y esto, ¿para qué?. Para ocultar lo realmente sucedido. Afortunadamente esta historia permitió que se fueran filtrando y acumulando pruebas que hoy, a 40 años de lo sucedido, nos muestran una realidad que se muestra como irrefutable desde el punto de vista histórico-forense: Allende no se suicidó”, afirma el investigador.
El periodista y escritor cree que “la versión dada por el doctor Patricio Guijón el 11 de septiembre a los agentes del Laboratorio de Policía Técnica de Investigaciones es totalmente distinta a la emitida nueve días después por el general Ernesto Baeza -en nombre de Guijón- y que se transformaría en la versión oficial. Guijón fue convertido por la Junta Militar en testigo clave sin que siquiera haya presenciado la muerte del Presidente Allende, como lo confirman diversos testimonios”.
El escritor chileno cree que el gobierno militar y los medios de comunicación han omitido y manipulado la información, y que las autoridades políticas han hecho oídos sordos ante las claras evidencias y las contradicciones: “Un claro ejemplo lo tenemos en la única foto que hay de Allende muerto encima de un sofá”.
“Muestra un cadáver perfectamente alineado y en posición recta, como un tronco caído, lo que no es concordante con un individuo que en vida se pega un tiro de fusil bajo la mandíbula estando sentado, menos aun cuando ha ocurrido una destrucción masiva del encéfalo, lo que conlleva a una desconexión neurológica absoluta e instantánea. Además, las armas automáticas disparan ráfagas de diez tiros o más”, manifiesta Pancho, como es conocido entre sus amigos.
SUICIDIO ABSURDO
Marín dice que existen “cientos de otras pruebas como esta que evidencian lo absurdo e irreal de la tesis del suicidio”, la que según él “sólo pudo y puede sostenerse, gracias al poder de quienes la promovieron desde el mismo 11 de septiembre de 1973, hasta casi imponerla como una verdad incontrovertible”.
Los autores señalan además que en la autopsia de 2011 “no se pudo determinar cuántos disparos atravesaron el cráneo de Allende ni la trayectoria de éstos, ni el punto de entrada ni el de salida, pues cerca de la mitad de los huesos que componen el cráneo desaparecieron (casi con certeza, con ocasión de la desprolija exhumación realizada en forma previa al funeral oficial del 4 de septiembre de 1990). Sin embargo, se ratificó el suicidio, decisión que no encuentra sustento en los hechos”.
¿FUE FIDEL CASTRO?
En 2011, el escritor Camilo Taufic llevó a cabo una investigación en la que afirmaba que Salvador Allende habría muerto como consecuencia de un suicidio asistido. Taufic se basó en una investigación previa realizada por Luis Ravanal, en el año 2008, quien manifestó discrepancias entre la historia oficial y las heridas encontradas en el cadáver.
Según Taufic, Allende habría utilizado una pistola que guardaba en su escritorio y se habría disparado bajo el ojo derecho, errando el tiro y quedando malherido; en ese instante, Enrique Huerta, uno de los escoltas del GAP, su guardia personal, le disparó en el cráneo con su fusil, cumpliendo con la promesa hecha al presidente de no dejarlo vivo en manos de los militares golpistas.
Otra teoría es que Allende planeaba rendirse y partir al exilio, sin embargo Patricio de la Guardia, el agente de Fidel Castro encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, esperó que éste regresara a su escritorio y le disparó sin más en la cabeza. Esta tesis aparece en el libro ‘Cuba Nostra, les secrets d’Etat de Fidel Castro’ (“Cuba nostra: los secretos de Estado de Fidel Castro”), de Alain Ammar, que revela la historia y trama de los servicios de la inteligencia cubana.
SANTIAGO DE CHILE.- La muerte de Salvador Allende sigue siendo un misterio 40 años después de que Augusto Pinochet diera un golpe de estado, el 11 de septiembre de 1973. A pesar de que la versión oficial dice que el expresidente se suicidó con un fusil de asalto AK-47, que le había regalado Fidel Castro, las continuas contradicciones hicieron que hace un par de años se investigara a fondo su fallecimiento. El 23 de mayo de 2011, por orden del juez Mario Carroza, comenzaba una nueva exhumación de su cadáver para establecer “la manera de la muerte o las circunstancias que rodearon a la misma”. El 19 de julio del mismo año se entregaba el resultado de los estudios de la exhumación. Éste confirmaba la teoría del suicidio de Allende.
Según los expertos, la presencia de dos salidas de bala se debería a que el arma estaba en estado automático. El médico forense español, Francisco Etxeberría, que participó en la nueva exhumación, declaró: “Con base en argumentos técnicos y científicos, podemos asegurar que la muerte del presidente Salvador Allende se produjo como consecuencia directa de un disparo realizado bajo el mentón que le produjo la destrucción de la cabeza y la muerte inmediata, lo que interpretamos como suicida desde la perspectiva forense”.
La investigación judicial -Rol 77-2011- y la opinión mayoritaria, incluso entre la familia Allende, corroboran la tesis del suicidio. Sin embargo, una extensa y rigurosa investigación que lleva por nombre ‘Yo no me rendiré’, realizada por el periodista y escritor chileno Francisco Marín y por el médico forense Luis Ravanal, pone en duda que Salvador Allende se suicidara.
INVENCIÓN POLÍTICA
“Después de estudiar el expediente completo de la causa, de hacer decenas de entrevistas, de realizar estudios e informes forenses, de leer los libros clásicos sobre esta materia, de investigar lo escrito en diarios y revistas, y de revisar películas conocidas y otras no tanto sobre este tema, los investigadores llegamos a la conclusión que la versión oficial no encuentra ningún sustento en los hechos”, comenta Francisco Marín a DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Lo del suicidio es una invención política, comunicacional e histórica realizada por los militares que asaltaron La Moneda. Ellos intervinieron el sitio del suceso y estuvieron con Allende muerto durante más de una hora y media: se guardaron las armas, balas y vainillas encontradas en torno al cadáver de Allende; ordenaron que la autopsia fuese en el Hospital Militar y no en el Instituto Médico Legal, como correspondía, y dispusieron que este procedimiento fuese vigilado por soldados armados con fusiles”, continúa Marín.
“Además nunca entregaron el informe de autopsia, el acta de análisis hecha por la Policía de Investigaciones, incluyendo las cerca de 30 fotos capturadas en el sitio del suceso. Lo propio hicieron con las filmaciones hechas por Canal 13. Y esto, ¿para qué?. Para ocultar lo realmente sucedido. Afortunadamente esta historia permitió que se fueran filtrando y acumulando pruebas que hoy, a 40 años de lo sucedido, nos muestran una realidad que se muestra como irrefutable desde el punto de vista histórico-forense: Allende no se suicidó”, afirma el investigador.
El periodista y escritor cree que “la versión dada por el doctor Patricio Guijón el 11 de septiembre a los agentes del Laboratorio de Policía Técnica de Investigaciones es totalmente distinta a la emitida nueve días después por el general Ernesto Baeza -en nombre de Guijón- y que se transformaría en la versión oficial. Guijón fue convertido por la Junta Militar en testigo clave sin que siquiera haya presenciado la muerte del Presidente Allende, como lo confirman diversos testimonios”.
El escritor chileno cree que el gobierno militar y los medios de comunicación han omitido y manipulado la información, y que las autoridades políticas han hecho oídos sordos ante las claras evidencias y las contradicciones: “Un claro ejemplo lo tenemos en la única foto que hay de Allende muerto encima de un sofá”.
“Muestra un cadáver perfectamente alineado y en posición recta, como un tronco caído, lo que no es concordante con un individuo que en vida se pega un tiro de fusil bajo la mandíbula estando sentado, menos aun cuando ha ocurrido una destrucción masiva del encéfalo, lo que conlleva a una desconexión neurológica absoluta e instantánea. Además, las armas automáticas disparan ráfagas de diez tiros o más”, manifiesta Pancho, como es conocido entre sus amigos.
SUICIDIO ABSURDO
Marín dice que existen “cientos de otras pruebas como esta que evidencian lo absurdo e irreal de la tesis del suicidio”, la que según él “sólo pudo y puede sostenerse, gracias al poder de quienes la promovieron desde el mismo 11 de septiembre de 1973, hasta casi imponerla como una verdad incontrovertible”.
Los autores señalan además que en la autopsia de 2011 “no se pudo determinar cuántos disparos atravesaron el cráneo de Allende ni la trayectoria de éstos, ni el punto de entrada ni el de salida, pues cerca de la mitad de los huesos que componen el cráneo desaparecieron (casi con certeza, con ocasión de la desprolija exhumación realizada en forma previa al funeral oficial del 4 de septiembre de 1990). Sin embargo, se ratificó el suicidio, decisión que no encuentra sustento en los hechos”.
¿FUE FIDEL CASTRO?
En 2011, el escritor Camilo Taufic llevó a cabo una investigación en la que afirmaba que Salvador Allende habría muerto como consecuencia de un suicidio asistido. Taufic se basó en una investigación previa realizada por Luis Ravanal, en el año 2008, quien manifestó discrepancias entre la historia oficial y las heridas encontradas en el cadáver.
Según Taufic, Allende habría utilizado una pistola que guardaba en su escritorio y se habría disparado bajo el ojo derecho, errando el tiro y quedando malherido; en ese instante, Enrique Huerta, uno de los escoltas del GAP, su guardia personal, le disparó en el cráneo con su fusil, cumpliendo con la promesa hecha al presidente de no dejarlo vivo en manos de los militares golpistas.
Otra teoría es que Allende planeaba rendirse y partir al exilio, sin embargo Patricio de la Guardia, el agente de Fidel Castro encargado directo de la seguridad del mandatario chileno, esperó que éste regresara a su escritorio y le disparó sin más en la cabeza. Esta tesis aparece en el libro ‘Cuba Nostra, les secrets d’Etat de Fidel Castro’ (“Cuba nostra: los secretos de Estado de Fidel Castro”), de Alain Ammar, que revela la historia y trama de los servicios de la inteligencia cubana.
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