El régimen de La Habana obtiene una jugosa tajada que bien puede rondar los 6 mil millones de dólares pagados desde el exilio.
Iván García Quintero
Es una industria en toda la ley. Un negocio del cual se desconoce el monto total de moneda dura que mueve. Pero a vuelo de pájaro, el rédito supera las exportaciones de tabaco y azúcar en su conjunto.
Incluso al turismo, la tercera locomotora de la economía cubana detrás de los servicios médicos en más de 40 países y las remesas familiares desde Estados Unidos o Europa.
El holding para recaudar dólares montado por la autocracia verde olivo tiene sucursales en el extranjero. En Tampa, Miami, Madrid o Barcelona, hay empresas de capital dudoso, con la anuencia del régimen, que se dedican al traslado de paquetes, envío dinero y llamadas telefónicas.
Todos esos negocios tienen altas tasas impositivas y forman un monopolio voraz con beneficios elevados. El costo de un billete aéreo de Miami-Habana, apenas a 160 kilómetros, es el más caro del mundo.
Los trámites consulares para una estancia de 15 días en la Isla, el Estado cubano lo cobra a precio de oro. “Las ofertas más baratas no bajan de 370 dólares el billete de ida y vuelta en cualquier línea aérea. Por esa cantidad, desde Miami se puede volar a cualquier nación de Sudamérica y según la temporada, a España. A eso súmale el costo de las llamadas a Cuba, a dólar la hora, la prohibición de usar Skype en la Isla, que abarataría las llamadas al exterior, y el pago de divisas por el pasaporte y otras gabelas. Siento curiosidad por saber la cantidad de dinero y cómo lo utiliza el gobierno”, comenta un cubanoamericano de Nuevo México.
El cubano es probablemente el único ciudadano del planeta que debe presentar pasaporte para visitar su propio país. Y, además, pagar extravagantes impuestos.
El gobierno de los hermanos Castro habla poco del tema. Y cuando lo hace, lo justifica con una estrafalaria teoría de Robin Hood, de subsidiar los servicios públicos y sociales con el dinero de los exiliados. O el embargo de Estados Unidos, que obstaculiza las cuentas corrientes en dólares.
Para el régimen, un exiliado es sinónimo de una vaca a la que hay que ordeñar. “Con lo que se gasta para viajar a Cuba, uno se puede pasar 20 días en un hotel cinco estrellas de Qatar”, señala Erasmo, residente en Hialeah.
La Aduana cubana tiene más normas que cualquiera otra del planeta. Un libro de casi 90 páginas de papel bagazo, al detalle, te resume lo que se debe entrar y la cantidad de dinero a pagar por el exceso de cualquier pacotilla industrial.
Esas políticas ponen en evidencia la naturaleza corrupta y de odio reprimido, hacia aquéllos que un día decidieron largarse del manicomio socialista.
Durante 30 años, el gobierno llamó a los exiliados 'gusanos'. No se pueden olvidar los castigos de los años 60 impuestos a los que abandonaban la revolución, en campamentos de trabajo forzados recolectando café o cortando caña de azúcar.
Peor la pasaron los que en 1980 optaron por marcharse de su patria. Debieron soportar linchamientos verbales, apedreamientos y humillaciones. Antes de abordar una embarcación en el puerto del Mariel rumbo a la Florida, profesionales tuvieron que firmar un acta donde decía que eran vagos, homosexuales o prostitutas.
Hasta la fecha, el gobierno cubano no se ha disculpado públicamente por las degradaciones que hicieron sufrir a miles de compatriotas que hoy viven en la diáspora.
Con la caída del Muro de Berlín y la desaparición del comunismo soviético -la teta que alimentaba las locuras y utopías castristas-, las estrategias cambiaron. Se pactó con enemigos de antaño, como la religión y el exilio. Siempre que mantuvieran un zipper en la boca y sus críticas al régimen no fuesen públicas o notorias.
Vive en Nueva Jersey y tres veces al año visita Santa Clara. Se llama Juan y mensualmente le gira 500 dólares a su familia. Recarga tarjetas telefónicas, envía medicinas, ropa y le compra smartphones a sus parientes pobres de la Isla.
Pero Juan le huye al contacto con los disidentes como el diablo a la cruz. Quiere mantener la alfombra roja en el aeropuerto de La Habana y una visa segura en el Consulado de Washington.
Tipos como Carlos Alberto Montaner o Raúl Rivero, quienes escriben en diferentes diarios, denunciando el atropello y la falta de libertades, son personas non grata. Mientras esté un Castro en el poder, ni sus cenizas podrán reposar en Cuba.
El régimen de La Habana obtiene una jugosa tajada que bien puede rondar los 6 mil millones de dólares pagados desde el exilio. En la historia de la humanidad se pueden rastrear gobiernos de larga data, colonizadores voraces o perturbados de la peor calaña que administraron diferentes Estados.
Sin embargo, más listos que los hermanos Castro no abundan. Le sacan plata a los aliados y a los enemigos. Si no fuese tan grave, se podría realizar un comic o un filme de ciencia ficción.
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