samedi 14 février 2015

Tres negociaciones en nuestra historia

Dimas Castellanos, DDC (fragmento)
Tres momentos de nuestra historia política en que la negociación predominó sobre la fuerza.
El Pacto del Zanjón
Después de diez años de guerra que ocasionaron la pérdida de miles de vidas, de sufrimientos y de cuantiosos daños materiales sin lograr la independencia de Cuba ni la abolición de la esclavitud, el 10 de febrero de 1878 se firmó el Pacto del Zanjón entre la mayor parte de las fuerzas insurrectas y el Gobierno de España.
Para el coronel de la Guerra de Independencia e historiador Ramón Roa el fracaso de la guerra radicó en las indisciplinas, motines y sublevaciones que se produjeron desde 1874 hasta el fin de la contienda. En un análisis autocrítico expresó: "acogimos el lema de 'Independencia o Muerte'; pero sin soñar siquiera que tendríamos que luchar con nosotros mismos: no digo con la inmensa mayoría de los cubanos, que era indiferente, estaba con España, o no atinaba a socorrernos, sino con nosotros mismos".
El generalísimo Máximo Gómez, argumentó: "se ha tratado de buscar una víctima a quien hacer responsable, mas no se ha procurado estudiar los hechos, conocer el estado del ejército, y los recursos de que podía disponer, el más o menos auxilio... recibido de la emigración y el cómo ha respondido en general el pueblo de Cuba a la llamada de sus libertadores". Por esas razones planteó que "la responsabilidad se divida entre todos, que la culpa sea del pueblo cubano y no de la minoría heroica".
En el mismo sentido José Martí, resultado de un estudio crítico de los errores cometidos,  demostró que aquella contienda no la ganó España sino que la perdió Cuba.
El Zanjón fue una manifestación de lo posible en un momento determinado, que llevó a las fuerzas cubanas a pasar de la guerra a la política, es decir, a la negociación. No fue una capitulación, pues a cambio de finalizar la guerra España otorgó a Cuba las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas que disfrutaba la isla de Puerto Rico. Por su parte, la Protesta de Baraguá, según el historiador Fernando Figueredo Socarrás, se dirigió contra la manera de terminar una guerra que había durado una década sin lograr sus objetivos. Sin embargo, el intento demostró la imposibilidad de continuar la guerra. El cese de los combates y la salida del general Maceo rumbo a Jamaica, en mayo de 1878, demostró la imposibilidad de continuar la guerra en aquellas condiciones.
El Zanjón no fue todo, sino lo posible, y por tanto una decisión acertada. Con el Pacto no se logró la independencia de España ni la abolición de la esclavitud, pero se obtuvieron las libertades de prensa, de asociación y de reunión que, concretadas en publicaciones y asociaciones dentro de la Isla, robustecieron la actividad de los cubanos y prepararon las condiciones para el reinicio de la lucha por la independencia en 1895.
Lo acertado de la decisión lo confirmó la historia posterior: la liberación de los esclavos que tomaron parte en la guerra resultó un golpe de muerte para la institución de la esclavitud, mientras que de las libertades contenidas en las cláusulas del Pacto nació la sociedad civil. Se crearon órganos de prensa, asociaciones económicas, culturales, fraternales, educacionales, de socorros mutuos, de instrucción y de recreo, sindicatos y los primeros partidos políticos de Cuba. En 1879 se aprobó la Ley de Imprenta, en 1880 la Ley de Reuniones y en 1886 la Ley de Asociaciones, refrendadas por el artículo 13 de la Constitución Española.
En el nuevo escenario Juan Gualberto Gómez ganó un proceso jurídico contra las autoridades coloniales, mediante el cual los cubanos, aunque sin incitar a la rebelión, podían discutir públicamente las ideas independentistas. En artículos publicados en La Fraternidad, en La Igualdad y en la Revista Cubana, esta última dirigida por Enrique José Varona, Juan Gualberto Gómez sostuvo una viva discusión acerca de los sucesos de actualidad. De igual forma, el Directorio de las Razas de Color, fundado en 1886, ya en 1892 agrupaba a 75 sociedades de toda la Isla y en ese año celebró una convención en La Habana para discutir sus aspiraciones. Es decir, con independencia de la voluntad del Gobierno español, las libertades concedidas a Cuba fueron empleadas para la preparación y el reinicio de las lucha por la independencia. De ahí la importancia del Pacto del Zanjón en los acontecimientos posteriores a su firma. Los que negociaron aquel acuerdo no fueron a reclamar lo que no pudieron lograr en diez años de guerra, sino, que como verdadero acto político, obtuvieron lo posible en ese momento.
Esa experiencia, emanada de nuestra propia historia, demuestra el valor de las negociaciones cuando se fracasa mediante el empleo de la fuerza: una enseñanza que no debería estar ausente en las actuales conversaciones.
La Convención constituyente de 1901
La declaración de guerra de EEUU a España en 1898 y sus resultados fueron una consecuencia de la correlación de fuerza y de los intereses geopolíticos que se dirimían entre las potencias de la época.
En julio de 1900, con la Isla ocupada por EEUU, el gobernador militar, general Leonardo Wood, convocó a elecciones para designar los delegados a una Asamblea Constituyente. En su apertura Wood indicó a los delegados elegidos: "Será vuestro deber, en primer término, redactar y adoptar una constitución para Cuba y, una vez terminada esta, formular cuáles deben ser, a vuestro juicio, las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos".
En febrero de 1901, al concluir las sesiones de trabajo de la Asamblea, se firmó el texto definitivo. Seguidamente se creó la comisión para formular las relaciones que debían establecerse entre Cuba y EEUU. Para ese fin los delegados recibieron las estipulaciones que deberían tener en cuenta, pero consideraron que algunas de ellas "vulneraban la independencia y soberanía de Cuba" y, por tanto, eran inaceptables. Al concluir su labor, la decisión —comunicada— al general Wood, fue rechazada por el Gobierno norteamericano.
En el Comité de Asuntos Cubanos, del Senado de Estados Unidos, el senador Orville H. Platt presentó una enmienda  —cuyas raíces estaban en la "política de la fruta madura" de Thomas Jefferson (1805) y en la Doctrina Monroe de John Quincy Adams (1823)—, que fue firmada por el presidente de EEUU y entregada a la Convención Constituyente para su incorporación a la Constitución. En su carácter de ley norteamericana, la Enmienda Platt dejaba sin efecto la Resolución Conjunta del 20 de mayo de 1898, en la que se había reconocido el derecho del pueblo cubano a ser libre e independiente.
Después de varios intentos de los cubanos para no incorporar la enmienda al texto constitucional, una comisión integrada por varios delegados viajó a Washington para explicar su oposición, pero fracasó en el intento. Finalmente, el 5 de junio de 1901 la enmienda fue aprobada por 15 votos contra 14, pero con varias objeciones que los delegados cubanos presentaron en respuesta a las estipulaciones norteamericanas. Sin embargo, ese resultado también fue rechazado por el Gobierno de ocupación. Días más tarde, la Convención recibió un informe firmado por el Secretario de la Guerra, declarando de forma terminante que "siendo un estatuto acordado por el Poder Legislativo, el presidente de los Estados Unidos está obligado a ejecutarlo y ejecutarlo tal como es". Y agregaba como condición para cesar la ocupación militar que "No puede cambiarlo ni modificarlo, añadirle o quitarle".Agotadas todas las posibilidades por parte de los cubanos, se acordó —sin debatirse— por 16 votos contra 11, adicionar el discutido apéndice a la naciente Constitución.
Ni la intervención de EEUU en la guerra ni los resultados de ese acontecimiento dependieron de la voluntad de ninguno de aquellos cubanos que conformaron la Asamblea Constituyente. Aceptando incluso que alguno de ellos pudiera sentir alguna inclinación hacia la anexión, resulta un ejercicio estéril y dañino juzgar la conducta de aquellos cubanos y hacer caer sobre ellos una responsabilidad que no les corresponde. En su lugar, considero de mayor valía analizar las condiciones en que hubo que enfrentar la imposición norteamericana y las consecuencias que implicaba una u otra determinación.
No es objeto de discusión que aquel apéndice constitucional que refrendaba el derecho de otro país a intervenir en Cuba, omitía la Isla de Pinos de los límites del territorio nacional e imponía la venta o arrendamiento de tierras para bases navales, constituía un chantaje y una injerencia. Sin embargo, en condiciones de ocupación, presión y amenazas, los constituyentes tenían solo dos opciones: la violencia o la negociación.
Votar contra la enmienda implicaba la ocupación indefinida, imposibilidad de crear la República, peligro latente de anexión y en consecuencia la necesidad de declarar una nueva guerra contra EEUU. En ese momento Cuba contaba con un pueblo desarmado de instrumentos e instituciones, sin el partido de Martí, con una economía dependiente, sin cristalizar como nación, carente de República, de Estado y de gobierno propios, con el ejército libertador desmovilizado, sin una sociedad civil fuerte, con el agotamiento de las tres guerras precedentes que habían sumido al país en la desolación y la ruina, y con la autoestima debilitada resultado de la frustración y la ocupación militar.
Los hombres portadores del mandato histórico para redactar la Constitución no contaban con más nada que con su compromiso, su dignidad, inteligencia y capacidad para luchar. Y eso fue precisamente lo que hicieron. Después de agotar todas las posibilidades para no aceptar la imposición de la Enmienda Platt, haber elegido la continuación de la guerra significaba el suicidio y el fin de los sueños de nación. Por eso la mayoría voto finalmente por su inclusión.
Los testimonios de dos delegados a la Constituyente son ilustrativos de las razones para la aprobación de la Enmienda Platt. El que dejó José N. Ferrer: "Entiendo que ya se ha resistido bastante y que no puede resistirse más. Consideré útil, provechosa y necesaria la oposición a la Ley Platt en tanto que hubo esperanza de que esta se modificara o retirara por el Congreso americano... Hoy considero dicha oposición inútil, peligrosa e infecunda". Y el de Manuel Sanguily, uno de los que más batalló contra la imposición y finalmente optó por votar a favor de ella, porque "creía favorecer la constitución de la República de Cuba, y de la personalidad cubana, que de otro modo desaparecería por completo... y sobre todo por tratarse de una imposición de los Estados Unidos, contra la cual toda resistencia sería definitivamente funesta para las aspiraciones de los cubanos".
Lo contrario hubiera sido un acto suicida ante la superioridad del ocupante. La Enmienda Platt era parte de la Constitución norteamericana y por tanto tenía fuerza de ley para imponerse en condiciones de ocupación militar. El primer y gran mérito de los cubanos de entonces fue que, a pesar de nuestra cultura de violencia y de la predisposición a resolver los conflictos machete por medio, supieron imponer la reflexión serena y optaron por lo más conveniente para la patria. Ese fue un acto de verdadera política, pues qué es esta sino el arte de alcanzar lo posible en cada momento.
El 20 de mayo de 1902 la bandera cubana comenzó a flotar en el Castillo de los Tres Reyes del Morro. Ese día, quiérase o no, se produjo el advenimiento de nuestra República. Los resultados están ahí. Se retiró el ejército de ocupación y se fundó la República, no la que deseamos, pero sí la posible. En 1904 se firmó el Tratado Hay-Quesada que reconocía la soberanía sobre la Isla de Pinos, el cual fue ratificado en 1925. Se desarrollaron así la sociedad civil y las luchas posteriores hasta lograr la abrogación de la Enmienda Platt en 1934. Solo quedó pendiente la Base Naval de Guantánamo, que aunque se implantó en condiciones de ocupación, su permanencia fue firmada por el gobierno elegido en Cuba y el Gobierno norteamericano; un asunto que debe ser negociado.
Como el Pacto del Zanjón, la Asamblea Constituyente de 1901 contiene otra valiosa experiencia en materia de negociación cuando resulta imposible resolver un conflicto mediante la fuerza, por lo cual debe tenerse presente en el actual escenario.

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