Marta Beatriz Roque en huelga de hambre en La Habana |
Piensa el cubano bueno que su isla es el centro del mundo pero desgraciadamente se equivoca. La foto de una Marta Beatriz Roque yacente y envuelta
en una horrible sábana amarilla de hospital le ha dado la vuelta al mundo. Ya se sabe que
una imagen vale más que mil palabras. La Asociación Autonomía Concertada para
Cuba se solidariza completamente con el gesto desesperado de una mujer que a
estas alturas ya no tiene nada que perder. Trataremos de explicar las razones e
intentaremos demostrar que su acción, aunque digna, resultará tan inútil como las
anteriores.
El señor Castro mejor que nadie ha comprendido
algo que siempre se le escapó al resto de los gobiernos totalitarios: La ecuación
humana. Muchas veces se ha vanagloriado en público de que la Revolución que él
encabezó en 1959 tenía las manos limpias. Los horribles crímenes perpetrados al
comienzo de su régimen fueron por su brevedad, efectivamente, más bien un
accidente que una mala costumbre. Incluso han llegado a ser reivindicados sin
vergüenza por él mismo y por sus funcionarios. Después de todo, la violencia
revolucionaria no la inventó ninguno de ellos, ya estaba bien de moda en Europa
a principios de siglo pasado y traía –y trae aún- suficiente alcurnia, como
para seguir siendo reivindicada sin problemas con cinismo práctico, por todo
movimiento político alzado en nombre de la libertad de los pueblos contra el
imperialismo norteamericano y el oprobio de la desigualdad. Los otros muertos,
los de la Guerra Civil, los del Escambray, los desplazados de guerra, los
prisioneros de treinta años, los fusilados, los que se mueren todavía atravesando
cada verano el Estrecho de la Florida y los de sus aventuras en Africa y en América, no
entran en las cuentas y, eso el señor Fidel Castro lo sabe mejor que nadie.
El castrismo no es una ideología, -de hecho hoy está desnudo, igual que el rey- su originalidad residió tal vez en la comprensión exacta, casi inhumana, del ser humano que se le ponía delante,
daba lo mismo que fuera uno o un millón. Seductor empedernido, su estilo populista no
es único, pero ha resultado implacable, primero para convencer a intelectuales y artistas de izquierda europeos, sobre todo franceses e italianos, que lo apoyaron al
principio fabricando su mito como JP Sartre o Simone de Beauvoir; y luego a
religiosos de corte humanista como Ernesto Cardenal, Fray Beto o Jesse Jackson, de la justeza de
sus actos más atroces y de la sinceridad de sus acciones, encaminadas como se sabe,
a fines últimos que no son de este mundo. Pero más que todo eso, Castro ha
comprendido perfectamente a la nación, ha sabido, como en su tiempo lo hizo Hitler entrever las
corriente de pensamiento que se agitan en su seno, los miedos profundos no
manifiestos, las pulsiones oscuras y las pasiones tristes que la harían ponerla
a su servicio.
Guillermo Fariñas durante una de sus huelgas de hambre |
Uno de los manifiestos políticos más
importantes del siglo XX es el “Mein Kampf” de Adolfo Hitler, entre sus páginas
sacó el líder cubano la famosa frase pintada en mil pancartas “Condenadme no
importa, la historia me absolverá” que yo daba por suya cuando mi cultura política
se resumía a la lucha de clases y a las películas del oeste. Pero esto no fue
lo único que copió del nazismo. Aunque parezca extraño el fascismo es una ideología de
izquierdas. Sus bases ideológicas se corresponden ciento por ciento a esa corriente,
pero llevadas hasta sus últimas consecuencias. Numerosos intelectuales como Arturo Koestler ya lo habían supuesto desde la literatura, pero
fueron los economistas, Federico Hayek a la cabeza, que vieron en el
intervencionismo del estado -siempre bien justificado por quienes lo ejercen-
las raíces de la tiranía, como quedara ampliamente demostrado en su libro “El
camino de la servidumbre”.
Como explicaba antes, el señor Fidel Castro ha
sabido aprovecharse de todas las experiencias de sus antecesores, aplicando “lo
mejor” de cada uno de ellos. Del totalitarismo de izquierdas, la justificación teórica
de su gestión incluyendo la economía y, del de derechas, los métodos represivos
más sofisticados. Ambos adaptados genialmente al desenfadado ritmo caribeño y este es quizás uno de los factores que explican la extraña longevidad de su régimen. Visto recientemente hasta por los
propios Estados Unidos, como mejor que cualquier caos, probable en el caso de un
repentino vacío de poder.
Frente a sus opositores, La Habana dispone de dos
factores maestros: el tiempo – no el propio del tirano, sino el de quienes
mantienen el sistema funcionando y el de las debilidades de sus enemigos. Si
los que actualmente luchan contra el castrismo, recurren a un expediente tan
desesperado como el dejarse morir de hambre, más allá de su gesto noble, deberían
detenerse a pensar en que muertos o idos -que en el fondo es lo mismo- resultan más útiles a la dictadura que vivos.
Los disidentes cubanos no tienen por el momento ninguna
posibilidad de ganar la guerra ideológica, porque no se enfrentan a un tirano,
se enfrentan a la incomprensión –o peor, la indiferencia- de la nación. Sería
un grave error para los huelguistas creer que porque sus fotos aparecen en muchos
diarios de occidente, podrían hacerle algún daño a la dictadura del señor
Fidel Castro, que cuenta todavía con sólidos apoyos por todas partes.
El disidente Jorge Vázquez Chaviano será liberado. Los 30 disidentes en huelga de hambre han logrado su objetivo. Una buena noticia.
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