Cada día que
pasa viene acompañado con su lote abrumador de palabras, alineadas regularmente unas
detrás de las otras, por políticos y otras vestales del buen orden establecido,
-oenegés, alucinados de izquierda, extraviados órganos de prensa y otros trasnochados
monumentos morales-. Engarzando para nada conceptos y doctas nimiedades.
La imposible
ecuación democrática occidental, tiene más del absurdo de su origen que a
conspiración mundial. La idea democrática se basa en un malentendido y en un
sueño, primero porque la democracia griega se aplicaba a un número reducido de
habitantes de la península helénica y que ésta era ejercida en directo, algo
que no puede aplicarse a conjuntos más vastos de seres humanos, como es el caso
del continente europeo y segundo, porque el poder y la manera en que este se
ejerce, está ligado a seres humanos de carne y hueso perfectibles.
Contrariamente al Derecho, cuyas pautas han sido enriquecidas poco a poco y sin
sobresaltos por generaciones de seres humanos a lo largo de la historia, la
manera de ejercer el poder y las instituciones creadas para ejercerlo, dependen
de hombres particulares y de los intereses que los mueven (generalmente el de
apoderarse del Estado para medrar con sus prerrogativas y el de satisfacer
sus egos sobredimensionados con el ejercicio caprichoso de la autoridad).
La humanidad
no ha llegado en ese dominio a un consenso definitivo todavía, ni lo logrará
jamás, al menos hasta que se debatan seriamente estas cuestiones y se dispongan
además, de medios reales y eficaces de aplicar el poder colectivamente sin
parálisis de las instituciones. Es la razón por la que la democracia
representativa, concebida claramente como “del pueblo y por el pueblo” pero sin
el pueblo ya que este es basto e inculto por definición, es la fuente de tanto
mal entendido y frustración en nuestros días, cuando el acceso de nuevas
tecnologías y el aumento del nivel cultural de la población hacen evidente sus
contradicciones intrínsecas.
El debate
político de izquierda y de derechas resulta absurdo y parcializado porque parte
de la “fatal arrogancia” de la que hablaba Hayek, cuando nuestros tribunos e
ingenieros sociales pretenden, cada cuatro o cinco años, ofrecer a sus
confundidos ciudadanos el mejor y más definitivo de los proyectos políticos
posibles, ignorando por igual unos y otros, la imposibilidad de organizar
arbitrariamente, con leyes o sin ellas, la sociedad en su conjunto. En resumen,
esto quiere decir que apoderarse del estado para dirigirlo por el bien de todos
es una ecuación imposible. De ahí la necesidad absoluta de plantearse de una
vez y por todas la reducción de sus facultades dentro de las sociedades
humanas. Mejor armadas hoy con la informática y la acumulación de la
información disponible, para encontrar la mejor manera de prosperar sin la
intervención de hombres providenciales todos los cuatro o cinco años.
El proyecto
de reconstruir -apoyados sobre la noción abstracta de “hispanidad”- un conjunto
más real, -físico- podría ser un primer paso en este sentido para salir de la
actual crisis que aqueja a España. Replantearse con ayuda del resto de Europa,
una relación diferente de la comercial con sus antiguas colonias dispuestas a
discutir seriamente del asunto, podría cambiar la completamente el contenido
del debate -sin salida como ya vimos- basado sobre las mejores soluciones a
aplicar con la ayuda del Estado, para resolver la actual crisis de identidad y
económica por la que atraviesa el país.
Todos los
proyectos políticos basados en la fatal arrogancia del ser humano están
condenados al fracaso, la alternancia brindada por la democracia moderna o
representativa terminará demostrando sus límites, como lo ha confirmado el fin
del modelo de financiamiento de los estados de bienestar por el endeudamiento y
el consumo. Llegados a ese punto, y como ya ha sucedido antes, se levantarán
los clamores por un hombre fuerte y todo lo alcanzado hasta hoy se acabará bajo
las bombas, con el agravante de que esta vez será mucho más complicado levantar
un planeta contaminado por el estallido de artefactos nucleares.
España se
encuentra delante de una responsabilidad histórica sin precedentes.
Contrariamente a sus socios europeos, que no participaron en el
“descubrimiento” de América, dispone de un capital afectivo intacto en muchas
de sus antiguas colonias, comenzando por Cuba, donde para el año que viene
habrá 160 mil nuevos súbditos de la Corona. El fracaso de los proyectos
políticos independentistas del siglo XX, acentuado por la actual crisis
económica que atraviesa la isla, podrían -si en el camino aparecen las
voluntades necesarias,- llevarla a convertirse en la primera piedra de un nuevo
pacto democrático entre España (el continente europeo) y el mundo.
ACC, 19 de septiembre 2012
ACC, 19 de septiembre 2012
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