Otro interesante artículo desde Cuba
Raiko Macías para EEC
Si los números se comieran, los estómagos espirituanos fueran doctores en matemáticas. Tal es la suerte de la comercialización de productos agrícolas, tratado hasta la saciedad en los más diversos foros, sin que se haya logrado resolver tan difícil ecuación.
Pero hoy, ni siquiera los dígitos hablan a favor de este proceso... Que apenas el seis por ciento de todo cuanto se produce aquí llegue hasta Acopio, dice a las claras que el peso de los renglones se escapa por diversos orificios, unos legales y otros no.
Y no son pocas las formas productivas con que cuenta la provincia para respaldar la alimentación agrícola. El sector campesino que asume más del ochenta por ciento de los cultivos varios, cuenta con 225 cooperativas. Súmele las empresas agrícolas y las agropecuarias asimiladas del Ministerio del Azúcar, las UBPC, las granjas, los establecimientos, las unidades de la agricultura urbana y tantas estructuras más diseñadas en el país.
Desde inicios de año comenzó a regir una nueva forma de comercializar que daba a cada productor mayor flexibilidad para vender sus productos, luego de cumplir con el estado.
Solo que la mayor parte de esas estructuras, ni cumple su compromiso y lo que logra producir lo expende por cualquier vía que le reporte mayores ganancias a su bolsillo De tal suerte la mayor parte de las placitas, puntos de venta y mercados estatales permanecen vacíos, o no logran estabilizar la oferta, en particular estos últimos donde, la pretensión de Acopio de lograr la presencia permanente de 21 renglones, parece más un juego de niños. Ni hablar que los grandes ausentes resultan los más demandados como el frijol, el arroz, y la mayor parte de las viandas.
Los puntos de venta directo desde las cooperativas que hoy sobrepasan los 140 en el territorio, tampoco resuelven el problema y enseñan las fisuras productivas de las mismas.
Lo más recurrente es ir a la Feria o alimentar a vendedores ambulantes para explotar los bolsillos de Liborio. Muchos se escurren extrafronteras hacia otras provincias, mientras contradictoriamente muchos MAE se alimentan de otros territorios en una práctica con vestimenta semi.ilegal a costa de mantener las ofertas Muchos prefieren retornar desde la Feria a sus lugares de origen con parte de la producción o la dejan echar a perder antes que ceder en los precios en una manifestación que se bandea entre la falta de cultura de competencia y el egoísmo personal.
Lo hacen porque saben de las debilidades de los sistemas de control y de la falta de exigencia de los directivos desde la base. Todo parte de un mal de fondo: La deficiente aplicación de los contratos agrícolas donde se da de todo. Desde empresas carentes de los insumos y recursos hasta la incapacidad de lograr que estos lleguen a tiempo.
También la negativa de productores a comprar los mismos para no verse en la obligación de contratar y por tanto, no entregar, o la falta de seriedad para cumplir lo pactado en una postura maquiavélica.
Impera la falta de planificación, que genera a su vez la producción a ciegas sin mercado seguro y en ese desorden lo mismo ocurren déficit de renglones de alta demanda que superproducciones sin salida y echados a perder.
De estos desmanes, además de la gente común, sabe muy bien la industria, que más de una vez se ha puesto de rodillas ante los incumplimientos.
La señal más clara de la falta de exigencia administrativa es que a lo largo de 53 años al tema de la comercialización se le han dedicado eventos y hasta congresos. Aparece además en la letra de los lineamientos y el problema lejos de resolverse, se recrudece.
Aunque existen tibias intenciones para aplicar con todo el rigor lo contemplado en los contratos, aún nadie ha ido tras las rejas y pocos se lo han sentido ni en sus bolsillos, ni en sus cargos.
Mientras, los estómagos siguen sacando tratando de descifrar la ecuación más difícil de la comercialización: convertir en alimentos los números.
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