El diablo se esconde en los detalles solía decir el pérfido Nicolás de Maquiavelo, que por su comercio interesado y asiduo con los príncipes de su época sabía perfectamente de lo que estaba hablando. Debió ser de gran provecho para un observador seducido por la cosa política como lo era él, comprender que la historia no se construye por ideologías, sino por acuerdos bajo el tapete e ínfimos acomodos entre los grandes poderes y las obligadas razones de estado aún más grandes que ellos mismos.
La idea de Cuba
como provincia de España parece mover el interés de una gran parte de mis conocidos, los más, lo confieso sin rubor, para denigrarla o criticarla sin
el más mínimo fundamento. La tarea de la Asociación será -como está escrito en
los estatutos- la de ir demostrando poco a poco las ventajas que esta reunión puede
llegar a tener para los unos y otros. Lo haremos en la medida en que vayan
llegando colaboraciones; porque esperamos las de todos, políticos,
historiadores, economistas y literatos, sin olvidar al simple ciudadano, que a fin
de cuentas por los impuestos que tendrá que pagar en la nueva Cuba habrá de ser
quien diga la ultima palabra.
Mientras llegan los
que leen este blog tendrán que contentarse con mis propios análisis.
Veamos por
ejemplo, si Cuba y España hubiesen participado juntas en la última olimpiada de
Londres, habrían obtenido 8 medallas de oro, 13 de plata y 10 de bronce lo cuál
significaría que España estaría en el octavo lugar, justo detrás de Francia. Hoy
no sé si los españoles sienten la misma vergüenza que yo, cuando siendo un país
desarrollado europeo consiguen malamente el vigésimo primer puesto, por debajo
de Jamaica o Kazakstán. De lo cuál se desprende que una colaboración deportiva
sería beneficiosa para las dos naciones.
Cuba no puede
mantener los niveles alcanzados cuando integraba el difunto campo socialista y
recibía el multimillonario subsidio de Moscú, de hecho cada año sus resultados
deportivos se resienten por falta de apoyo gubernamental; muy lejos están ya
los años en que los púgiles cubanos se llevaban a casa todas las medallas olímpicas
o se destacaban corredores o saltadores de alcance internacional. Todo eso pasó
a la historia, como el resto de los “logros” por lo cuales el castrismo se
permitía moralinas interminables.
No sé lo que sucede
con el deporte olímpico peninsular, pero la clasificación de España deja mucho
que desear a pesar de los esfuerzos indiscutibles del equipo olímpico nacional. Los
brillantes nombres de Nadal o Alonso, que llevan bien alto los colores de la
península no pueden llamarnos a engaño, primero porque una golondrina no hace
verano y luego porque el estado español no ha dedicado ni un solo euro para
formarlos.
En conclusión,
tenemos que rendirnos a la evidencia los recursos que dedican ambos estados
para el desarrollo del deporte “amateur” no son suficientes, puestos de
concierto y mejor empleados, el Reino habría centelleado, tal vez hasta delante
de su eterna rival, Francia, porque los cubanos con estímulos materiales pueden llegar a hacer milagros.
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