Los intentos de romper los bloqueos desde el
mar presentan límites que no pueden superarse fácilmente, como lo mostró el
fracaso de la flotilla de Gaza el 31 de mayo del 2010. Recordemos que esta
decidida acción provocó un fuerte impacto mediático, pero que en nada resolvió
los problemas de los interesados en Palestina, que siguen encerrados, excepto
por los pocos días que Egipto abrió la frontera y pudo circular libremente la
ayuda humanitaria.
Que organizaciones sin fines de lucro formadas por seres humanos, unidos
espontáneamente con un objetivo preciso, estén aumentando cada día en todos los
países donde se les permite hacerlo, es una evidencia que no se ha valorado suficientemente en su justa medida. Los resultados
obtenidos por las más conocidas en materia de derechos humanos, esconden una
multitud de iniciativas que cada día avanzan y obtienen resultados
espectaculares, mostrando la capacidad de los seres humanos de influir en su
medio, sin la necesidad de un líder que coordine sus acciones.
El avance de las ideas democráticas por el
mundo trae implícita la evidencia de que los seres humanos, no sólo podemos,
sino que estamos obligados a organizarnos para defender nuestros intereses
particulares. Esta conciencia no ha surgido sola, es el fruto del desarrollo de
la socialdemocracia, del individualismo y del triunfo del sistema capitalista
de producción y no es posible sin la liberación sincera de la iniciativa
individual. Esta realidad indiscutible desde el punto de vista teórico, es la
base ideológica misma con la que se sustenta el aumento de las actividades no
gubernamentales; financiadas por sus propios miembros o por donativos de otras
personas, que creen igualmente en su capacidad real de cambiar el mundo al
margen de las políticas oficiales. La urgencia que se observa en este sentido,
obedece igualmente al hecho comprobado de la impotencia de los organismos
internacionales institucionalizados al final de la Segunda Guerra Mundial,
demasiado grandes, monolíticos, manipulados o desacreditados; pero igualmente por
la presencia de un mundo unipolar liderado por los Estados Unidos, cuya
política por definición globalizante no puede ser sustentada por todos los
habitantes del planeta.
En este sentido de inscribe el deseo de la
Asociación Autonomía Concertada para Cuba, que pretende llevar por mar, desde
un país de América Central, el 1° de enero de 2014 una urna electoral con el
objetivo de organizar un plebiscito en el Puerto de La Habana.
La llegada de Fidel Castro al poder en 1959
impuso sin concertación popular un régimen dictatorial que, con el paso de los
años ha ido perdiendo toda credibilidad a nivel internacional y nacional. El proyecto
revolucionario, iniciado a mediados del siglo pasado, ha terminado sirviendo a
los intereses de una élite gubernamental que se afianza en el poder, negando brutalmente
a sus ciudadanos la capacidad de pronunciarse a favor o en contra de la continuidad
de un tal sistema. Sólo recordemos que la familia Castro rige el destino del país
desde hace más de medio siglo y que bajo su dirección jamás se han organizado
elecciones libres, ni favorecido otras ideas que las suyas. El descalabro político
y económico del castrismo es evidente, nadie en su sano juicio podría negarlo o
justificarlo. Los argumentos avanzados por el régimen para continuar
amordazando a la población, como la hostilidad de los Estados Unidos, han
dejado de funcionar, dejando al descubierto sus propias contradicciones
insalvables.
El fracaso del Proyecto Varela, así como el de
todos los intentos de organización individual desde dentro de Cuba, abortados
por la brutal represión de un sistema dictatorial sin escrúpulos, muestra que
una iniciativa exterior, semejante a la que se organizó para romper el bloqueo
de Gaza sería más que bienvenida.
Si el gobierno de los hermanos Castro está
seguro de tener la razón y del apoyo conque cuenta dentro de Cuba, debería ayudarnos
sin reparos con esta diligencia, que mostraría de manera transparente al mundo
entero que la isla no es una hacienda, ni sus ciudadanos esclavos, rehenes de la
voluntad de un caudillo o de sus seguidores.
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