26 de julio de 2012
Si Estados Unidos desea
hablar con Cuba de igual a igual, "la mesa está servida", aseguró el
jueves 26 de julio presidente isleño Raúl Castro, y poco después un vocero de
Washington respondió que para ello La Habana debe permitir la libertad de
expresión y liberar a sus presos políticos. El
Nuevo Herald, 26/07/2012.
La nación cubana está harta de que sus dirigentes
hagan y deshagan a sus anchas sin tomar en consideración su verdadera opinión.
Jamás ha sido consultada cuando ha sido necesario trazar una estrategia
política que interesaría, no sólo a las clases gobernantes sino al conjunto de
sus pobladores.
Ocurrió ya a finales de la guerra hispano cubana en
1898, cuando bien acomodados en París españoles y norteamericanos decidieron lo
que sería mejor para Cuba, sin respetar los deseos del Gobierno Autonómico
instalado por la propia península en La Habana en enero del año anterior, ni por los amplios
sectores populares, incluyendo distinguidos generales del Ejército Libertador.
La nueva nación fue tratada como la una niña
malcriada, los adultos sabrían como imponerle la mejor educación por su propio
bien. El resultado, si no fuera tan dramático en términos de coste político y
económico pudiera prestarse a risa, sin embargo cualquier observador exterior podría
sin pasar por extremista desalmado, llegar a la conclusión siguiente: tras casi
110 años de “independencia” el país está en ruinas.
Hoy sus dirigentes proponen como solución a los gravísimos
problemas un diálogo con el gobierno de Washington. ¿Hasta cuándo durará tanto
desprecio hacia la nación? La patria es de todos y nadie tiene el derecho de
hablar en el nombre del pueblo sin que este sea consultado. Antes de sentarse a
negociar asuntos tan graves con los Estados Unidos, los gobernantes cubanos
deberían hacerlo primero con el país entero ya que por el momento carecen de la
legitimidad necesaria para ello. Durante casi sesenta años se han mostrado
incapaces de proponer una vía seria y responsable de desarrollo y a hora pretenden
negociar ¿En nombre de quién y para obtener qué?
Ya basta de que otros hablen en nombre de Cuba. La palabra
ha sido monopolizada durante más de 50 años
por Fidel Castro, en su nombre se apoyó la intervención en Hungría, en
Checoslovaquia y se sirvieron a los intereses imperialistas de Moscú, sin
olvidar la crisis de los cohetes del 62, cuya mayor enseñanza fue que la nación
seguía siendo una niña en manos de los adultos.
Hoy el país tiene que ser consultado sobre lo que
desea, pasar por encima de sus gobernantes de manera pacífica, quitarles el
derecho que se han abrogado unos pocos por la fuerza, de hablar en nombre del
país sin el mandato necesario. Raúl Castro debería tener un poco más de
vergüenza y si de verdad le interesa el bien común, se sentaría a negociar con
sus ciudadanos lo que sería mejor para todos.
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