La serie Aída
goza de una gran teleaudiencia en España. Desde hace ya algunos años reina los domingos a la
hora de punta de la cadena privada Telecinco, proporcionándole a sus dueños un ingreso
sustancial de recetas publicitarias. Esta realidad ha dado ya razones a
profundos y eruditos análisis así como a ligeros comentarios de café. Algunos diálogos
y réplicas de personajes han entrado de lleno al lenguaje popular, como sucedió
hace ya algunos años con la otra divertida serie vernácula “Aquí no hay quien
viva” Según la revista digital Razón y palabra “según el propio concepto de la serie, sus personajes pueden ser
considerados como una galería de caricaturas de personalidades estereotípicas
(bien definidas y reconocibles por todos los públicos), propias de la imagen
establecida y anclada en el imaginario de las audiencias del contexto social en
el que se sitúa la acción”
De acuerdo con
el analista para que una serie costumbrista como esta pueda funcionar lo
primero que hace falta es que estos personajes puedan ser identificados plenamente
por el público. Siguiendo esta lógica hasta sus últimas consecuencias, se puede
entonces decir, que los resortes cómicos de la serie no podrían ser comprendidos
por un japonés por ejemplo, ya que no posee los códigos necesarios para
interpretar correctamente lo que está viendo; sin embargo, según me cuentan
desde Cuba, la serie tiene un éxito sin precedentes dentro de la isla y sus
grabaciones pasan de mano en mano como pan caliente ¿Cómo puede ser esto
posible, teniendo en cuenta lo arquetípico de estos personajes peninsulares?
Los resortes del humor son misteriosos, pero ya han sido bastante estudiados
desde que el griego Aristófanes divirtiera a sus contemporáneos en el teatro que
se encuentra al pie de la Acrópolis y, como aquí no se trata ni de caídas, ni
de resbalones, ni de efectos sonoros (aunque las risas son grabadas) justo hay
que reconocer es que los cubanos comprenden las diferentes situaciones
humorísticas.
Esto es
posible, no solo porque los isleños no disfrutan de otras opciones televisuales, dada la censura que sufren desde 1959, sino porque en el fondo se sienten profundamente españoles y se identifican
profundamente con los arquetipos peninsulares; a pesar de que hace más de cien
años terminó oficialmente el poder de la corona sobre su colonia.
Esta verdad
observada, hace posible la idea, tal vez hoy más que el primero de enero de
1897,- fecha en la que se formó el Gobierno Autonómico en La Habana-, de una Cuba otra
vez española. Lo creo porque los sentimientos profundos de una nación pueden
ser mucho más poderosos que los ejércitos y ya es hora de que Cuba por fin, vuelva al
lugar de donde no debió haber salido nunca.
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