El gobierno cubano habría comenzado a desprenderse de inmuebles y negocios expropiados
LA HABANA, Cuba. – Olivia Barnet Barnet, heredera de un negocio
expropiado por el gobierno revolucionario en 1959, hoy día vive en una
pequeña parte del inmueble, que le fue cedido a su familia como
vivienda. Muestra asombro por lo sucedido recientemente, cuando el
gobierno vendió a un ‘cuentapropista’ la otra parte de la propiedad
intervenida.
Olivia tiene 81 años. Es la heredera de Dulce Barnet, antigua propietaria de la edificación, dentro de la cual funcionaba una farmacia, también de su propiedad.
Según Olivia, su abuela compró el edificio, localizado en el capitalino barrio de Lawton, y la farmacia con él, a finales de la década del 1940.
En 1960 el gobierno revolucionario intervino el inmueble. A Dulce le dejaron como vivienda la parte de la planta baja que se comunicaba con la farmacia. Aún hoy se conserva la puerta por donde su abuela entraba al negocio desde la casa.
En la farmacia de su abuela se vendía de todo y era la más bonita de Lawton, antes de que fuese expropiada, según comenta, nostálgica, Olivia.
“Se vendía jabón, perfume, medicamentos, de todo. El mostrador por
encima era un espejo, y lo demás era de cristal. Usted estaba comprando y
podía verse reflejado en el mismo, y arreglarse el peinado si quería”,
recuerda Olivia.
Tiempo después de la intervención, funcionarios del gobierno retiraron los espejos que decoraban el mostrador y las puertas de cristal exteriores. También el vandalismo se ensañó con la fachada del lugar.
“En aquél tiempo, por la noche se sentía cómo individuos tiraban piedras. Yo estaba acostada y me levantaba sobresaltada con el ruido de los cristales rotos. Nosotros no sabíamos quiénes tiraban las piedras”.
A la edificación y a la farmacia de San Francisco les aguardó el mismo destino que a la mayoría de las instalaciones cubanas durante la era revolucionaria: décadas de desidia. Pasó de ser la farmacia más bonita de Lawton, a verse tan deslucida como casi todas las demás.
“Después que intervinieron el negocio, no teníamos medios para reparar nada. Todo se fue deteriorando. Ya van dos veces que la farmacia se inunda de aguas sucias por tupición”, asegura Olivia.
Ironías del destino
La revolución cubana de 1959 no sólo expropió las grandes industrias, sino que también intervino los pequeños negocios de los cubanos. Todos, desde el vendedor de pan con croqueta hasta el dueño de un restaurante, perdieron sus negocios.
Más de medio siglo después, ese mismo gobierno se ha visto obligado a reformar la economía. Ha autorizado nuevamente la apertura de pequeños negocios y sus dueños, llamados cuentapropistas, comienzan a expandirse discretamente.
Irónicamente, uno de esos cuentapropistas compró recientemente toda la planta alta de la edificación que perteneció a la abuela de Olivia, y ha logrado hacer en unos meses lo que el gobierno revolucionario no pudo en 50 años.
“Este señor no solo compró la planta alta, sino que arregló y pintó la edificación entera. También arreglará la farmacia, por lo que estamos muy contentos. Es el dueño de Tecnopremier, el negocio de computación que queda en la Calzada de 10 de Octubre y la calle San Francisco”, asegura Iván, dependiente de la farmacia.
Olivia hubiese deseado tener fuerzas y dinero para abrir un pequeño negocio. Le hubiese gustado ser ella la compradora de la planta alta de la propiedad que le intervinieron a su abuela. Así habría recuperado algo del patrimonio familiar.
Y aunque la anciana no se ve en un futuro cercano como dueña de la farmacia, ante la insistente pregunta de si le gustaría serlo, responde:
“Bueno, si mañana esto (el gobierno) se cae, yo no sé si me lo devolverían.”
Ver más en: cuba expropiaciones La Habana ofensiva revolucionaria
Olivia tiene 81 años. Es la heredera de Dulce Barnet, antigua propietaria de la edificación, dentro de la cual funcionaba una farmacia, también de su propiedad.
Según Olivia, su abuela compró el edificio, localizado en el capitalino barrio de Lawton, y la farmacia con él, a finales de la década del 1940.
En 1960 el gobierno revolucionario intervino el inmueble. A Dulce le dejaron como vivienda la parte de la planta baja que se comunicaba con la farmacia. Aún hoy se conserva la puerta por donde su abuela entraba al negocio desde la casa.
En la farmacia de su abuela se vendía de todo y era la más bonita de Lawton, antes de que fuese expropiada, según comenta, nostálgica, Olivia.
Olivia Barnet. Al fondo la puerta que unía la farmacia con su casa (foto del autor) |
Tiempo después de la intervención, funcionarios del gobierno retiraron los espejos que decoraban el mostrador y las puertas de cristal exteriores. También el vandalismo se ensañó con la fachada del lugar.
“En aquél tiempo, por la noche se sentía cómo individuos tiraban piedras. Yo estaba acostada y me levantaba sobresaltada con el ruido de los cristales rotos. Nosotros no sabíamos quiénes tiraban las piedras”.
A la edificación y a la farmacia de San Francisco les aguardó el mismo destino que a la mayoría de las instalaciones cubanas durante la era revolucionaria: décadas de desidia. Pasó de ser la farmacia más bonita de Lawton, a verse tan deslucida como casi todas las demás.
“Después que intervinieron el negocio, no teníamos medios para reparar nada. Todo se fue deteriorando. Ya van dos veces que la farmacia se inunda de aguas sucias por tupición”, asegura Olivia.
Ironías del destino
La revolución cubana de 1959 no sólo expropió las grandes industrias, sino que también intervino los pequeños negocios de los cubanos. Todos, desde el vendedor de pan con croqueta hasta el dueño de un restaurante, perdieron sus negocios.
Más de medio siglo después, ese mismo gobierno se ha visto obligado a reformar la economía. Ha autorizado nuevamente la apertura de pequeños negocios y sus dueños, llamados cuentapropistas, comienzan a expandirse discretamente.
Irónicamente, uno de esos cuentapropistas compró recientemente toda la planta alta de la edificación que perteneció a la abuela de Olivia, y ha logrado hacer en unos meses lo que el gobierno revolucionario no pudo en 50 años.
“Este señor no solo compró la planta alta, sino que arregló y pintó la edificación entera. También arreglará la farmacia, por lo que estamos muy contentos. Es el dueño de Tecnopremier, el negocio de computación que queda en la Calzada de 10 de Octubre y la calle San Francisco”, asegura Iván, dependiente de la farmacia.
Olivia hubiese deseado tener fuerzas y dinero para abrir un pequeño negocio. Le hubiese gustado ser ella la compradora de la planta alta de la propiedad que le intervinieron a su abuela. Así habría recuperado algo del patrimonio familiar.
Y aunque la anciana no se ve en un futuro cercano como dueña de la farmacia, ante la insistente pregunta de si le gustaría serlo, responde:
“Bueno, si mañana esto (el gobierno) se cae, yo no sé si me lo devolverían.”
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