Oportunidad en Cuba
Es importante afianzar la presencia empresarial en la nueva etapa de relaciones con La Habana
El inicio de la normalización en las relaciones entre Estados Unidos y
Cuba, anunciado el pasado 17 de diciembre y ratificado en el reciente
encuentro entre los líderes de ambos países en la Cumbre de las Américas
celebrada en Panamá, abre una nueva etapa en la que la economía jugará
un papel decisivo. En esta nueva fase, el régimen cubano asume la
necesidad de favorecer la llegada de inversión extranjera para estimular
“un crecimiento que devenga en desarrollo, prosperidad y
sustentabilidad del proyecto socialista”. Retórica aparte, el ministro
de Comercio Exterior de Cuba, Rodrigo Malmierca, se reunió en Panamá con
la comunidad empresarial y cuantificó esa necesidad de inversión
extranjera en 2.340 millones de euros anuales.
Esos niveles de inversión que prevé el Gobierno de Raúl Castro son cantidades enormes para el tamaño de la economía cubana, que oficialmente se sitúa en 120.000 millones de dólares, pero que, según diversos analistas privados, apenas alcanza los 70.000. Cierto es que el mercado cubano, aunque no tiene grandes dimensiones, tiene un peso importante en la región del Caribe y cuenta con recursos naturales por explotar, una población formada y con bajos salarios y una localización privilegiada, a apenas 140 kilómetros de la costa estadounidense.
Los inversores internacionales están haciendo cola para entrar en el mercado cubano. Es ahí donde se enmarca el viaje del secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, con casi medio centenar de representantes empresariales. La disposición de las autoridades cubanas es buena; según el secretario de Estado, están dispuestas a recompensar a las empresas españolas que pagaron un alto coste económico y político por mantener sus inversiones en la isla. Las ventas de las empresas españolas rondan los 1.000 millones de euros anuales, ejercen un papel de liderazgo en el desarrollo turístico del país y tienen importantes intereses en otros sectores industriales, como el del tabaco.
Las empresas han expresado su intención de participar en los proyectos cubanos de energía, telecomunicaciones, transportes, infraestructuras y construcción. Las relaciones diplomáticas jugarán un papel crucial. Empresas estadounidenses como American Express, MasterCard, Netflix o IDT han empezado a tomar posiciones en el mercado cubano y la competencia por el futuro económico del país va a ser feroz. España no debe bajar la guardia.
Esos niveles de inversión que prevé el Gobierno de Raúl Castro son cantidades enormes para el tamaño de la economía cubana, que oficialmente se sitúa en 120.000 millones de dólares, pero que, según diversos analistas privados, apenas alcanza los 70.000. Cierto es que el mercado cubano, aunque no tiene grandes dimensiones, tiene un peso importante en la región del Caribe y cuenta con recursos naturales por explotar, una población formada y con bajos salarios y una localización privilegiada, a apenas 140 kilómetros de la costa estadounidense.
Los inversores internacionales están haciendo cola para entrar en el mercado cubano. Es ahí donde se enmarca el viaje del secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, con casi medio centenar de representantes empresariales. La disposición de las autoridades cubanas es buena; según el secretario de Estado, están dispuestas a recompensar a las empresas españolas que pagaron un alto coste económico y político por mantener sus inversiones en la isla. Las ventas de las empresas españolas rondan los 1.000 millones de euros anuales, ejercen un papel de liderazgo en el desarrollo turístico del país y tienen importantes intereses en otros sectores industriales, como el del tabaco.
Las empresas han expresado su intención de participar en los proyectos cubanos de energía, telecomunicaciones, transportes, infraestructuras y construcción. Las relaciones diplomáticas jugarán un papel crucial. Empresas estadounidenses como American Express, MasterCard, Netflix o IDT han empezado a tomar posiciones en el mercado cubano y la competencia por el futuro económico del país va a ser feroz. España no debe bajar la guardia.
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