Fernando Balbuena revisa el proceso de independencia americana en una nueva conferencia de Amigos del País
El ciclo cultural 'España y la emancipación de la América hispana', que organiza la Sociedad Económica de Amigos del País durante este mes en el palacio de Valdecarzana, tuvo ayer su segunda cita en forma de conferencia.En esta ocasión, el doctor en Ciencias Políticas y presidente de la entidad, Fernando Álvarez Balbuena, disertó sobre el tema titular, centrándose en aspectos de índole política y económica, incidiendo además en el papel ejercido por las potencias extranjeras y las sociedades secretas en el proceso.
Estos y otros aspectos fueron precedidos por una aproximación histórica que nace «en el año 1808, cuando Napoleón invadió España y trató de imponer a su hermano José en el trono español», señaló el politólogo. Con este motivo, una minoría de criollos, hijos de españoles asentados en América, «ven la oportunidad de independizarse de España en vistas a acrecentar sus negocios y su poder económico, bajo una coartada de libertad que esconde no pocos intereses políticos».
Balbuena partió de una idea que, en su opinión, «ha sido silenciada de modo continuo», y es que España «no tenía colonias en América, sino que eran territorios de ultramar cuyos habitantes tenían los mismos derechos que los peninsulares». Para respaldarlo, adujo que «la Constitución de Cádiz lo refleja inequívocamente en su encabezamiento, donde a todos los llama españoles de uno y otro lado del océano». A partir de ahí, «los indios, los mestizos y gran parte de los criollos eran fieles a Fernando VII, pero fueron los potentados quienes llevaron a cabo la independencia». En este sentido, el ponente lamentó «que se llame héroes a Simón Bolívar, José de San Martín o Bernardo O'Higgins, cuando su trayectoria es el puro ejemplo de lo que significa traicionar a unos y a otros».
Estos personajes «eran todos masones, y apoyados por logias del sur de España, de Inglaterra y de Estados Unidos, fueron obteniendo el apoyo económico que les permitió renovar el obsoleto armamento existente en ultramar». Tampoco fue ajeno «el hecho de que otro personaje como Rafael del Riego, también masón, impidiese de modo rocambolesco el envío de barcos de guerra al continente en la segunda parte del proceso emancipador, en la década de 1820».
De este modo, desde Argentina en 1809 hasta México en 1828 «se fue perdiendo esta parte del territorio aprovechando la debilidad interna de los virreinatos». Un proceso «largo, si lo comparamos con la independencia estadounidense», debido «a que la gran mayoría de súbditos quería seguir siendo española». Al desastre «no fue ajena la ineptitud del gobierno peninsular, que poco hizo por mantener unidos los territorios hermanos», concluyó el politólogo.
La Voz de Avilés
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