mercredi 8 avril 2015

Cubanos en España

Los nuevos cubanos en España: trampas de gusañeros


Por Carlos Cabrera Pérez
Pioneros por el comunismo; seremos como el Che
Lema de la Unión Pioneros de Cuba


En España, la invasión más reciente de tramposos cubanos llegó con una parte de los hijos y nietos españoles acogidos bajo la Ley de Memoria Histórica, que les dio derecho a nacionalizarse, a cobrar una ayuda de retornado y a una paga de 462 euros mensuales, acreditando que no se dispone de medios para vivir.
El Ministerio de Interior español cifra en 183 mil los cubanos nacionalizados españoles, gracias a la ley del gobierno socialdemócrata de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011), que permitió recuperar la ciudadanía a hijos y nietos de españoles que emigraron a Iberoamérica en el siglo XX por diversas causas.
Durante la tramitación de la ley los pícaros más aventajados recorrieron pueblos y parroquias españoles, buscando papeles para sí mismos, parientes y amigos y, en algunos casos, consiguieron documentos que luego vendieron a cubanos en la isla para que intentaran el salto ibérico.

Demandantes de empleo a distancia
Superada esa etapa, el siguiente fraude consiste en viajar a España, empadronarse en una dirección y darse de alta como Emigrante Retornado y Demandante de Empleo en el Instituto Nacional de Empleo (INEM), y en la Seguridad Social, que otorga un número de identificación y las ayudas en cada caso.
Como no todos pueden permanecer en España durante mucho tiempo, menos ahora en tiempos de crisis global, el que vuelve a Cuba encarga por amistad o mediante pago de una pequeña cantidad a otro que reside permanentemente o puede quedarse, para que le renueve, vía internet, su condición de Demandante de Empleo, cada tres o cuatro meses, para no perder los 462 euros mensuales.
Cubanos durante el procesamiento de sus documentos para convertirse en españoles.

Cubanos durante el procesamiento de sus documentos para convertirse en españoles.
Muchos lectores se sorprenderán de la falta de controles de la Administración española, pero lamentablemente es así. Ni siquiera se tiene capacidad para evitar el fraude de los propios españoles. Hay comarcas enteras en las que la peor noticia suele ser la llegada de una gran inversión o puesta en marcha de nuevos servicios y negocios, que exigen mano de obra.
En los últimos años, estamos asistiendo a la revelación diferentes tipos de fraudes cometidos por cubanos y cubanas en sociedades democráticas, lo que genera a percepción de que Cuba es un país de tramposos. Y puede que lo sea, pero debemos partir de la base que el mayor pícaro es el Estado totalitario que, por ejemplo, paga en pesos cubanos y cobra alimentos y servicios en pesos convertibles.
El fraude, lamentablemente, casi siempre está asociado a la cultura de la pobreza y las políticas de voto cautivo, con la excepción de los delitos llamados de guante blanco, que son cometidos por ricos que quieren evadir impuestos para ser más ricos.

Pícaros de nacimiento
En Europa, en la zona mediterránea, desde Turquía a Portugal, suelen darse las mayores bolsas de fraude, a diferencia de Escandinavia o el centro del continente.
Por tanto, Cuba no es la más honrada ni la más pícara, aunque los niveles de fraude cometidos por cubanos y cubanas en sistemas democráticos sea una tendencia preocupante. La revelación del caso es que la democracia no es un valor por sí mismo para quien se ha acostumbrado a hacer trampa desde pequeño.
La isla ha transitado desde el idealismo de querer abolir el dinero a una fauna variopinta de tramposos emmigrados con apetito por el Medicare norteamericano, los fraudes con choques fabricados, las inscripciones de nacimiento falsas para venderlas a otros inmigrantes y facilitar su legalización, y las tarjetas de débito y crédito de los bancos.
Pero el caso de Cuba, sin pretender justificar a tramposo alguno, tiene varias causas, y la primera es la cultura de la pobreza impulsada por el régimen castrista, que no solo redujo a niveles de Nicaragua los índices de renta, empleo y bienestar en la nación, sino que impuso y promovió una simulación general en casi todos los órdenes de la vida.
La fidelidad al castrismo ha sido el valor predominante en los últimos 54 años, por encima, de valores tradicionales como la honradez, el trabajo bien hecho, la buena educación y el respeto a la familia, amigos y vecinos.
La crisis económica de los 90 fue un catalizador de pobreza y de fraudes, pero desde mucho antes las familias cubanas -incluso las más honradas- se veían obligadas a violar la ley para poder alimentarse y vestirse; es decir, para vivir. La Libreta de ¿abastecimiento? tiene 51 años de vida.

Gobernante alarmado
Hace poco, Raúl Castro se mostró alarmado por la pérdida de valores cívicos y la mala educación que reina en Cuba, aunque luego contradictoriamente se juntó con maleducados de medalla como Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro, en la celebración por el asalto al Cuartel Moncada.
Recientes revelaciones de las autoridades norteamericanas sobre desfalcos millonarios al Medicare y consiguientes envíos de dinero a Cuba han desatado todo tipo de especulaciones, incluida la de que el Ministerio del Interior (MININT) habría creado fuerzas especializadas para estafar al programa federal de salud en Estados Unidos.
Pero no creo que haga falta que el MININT forme a cubano alguno en fraude. Son tantos años conviviendo con trampas de todo tipo y en un limbo jurídico casi absoluto, que cualquier cubano avispado puede atreverse a montar un fraude con la ilusión de vivir sin trabajar, otro de los graves problemas de Cuba.
Enviar el dinero a Cuba debe basarse en la errónea creencia de que la enemistad pública entre ambos gobiernos pudiera impedir cualquier colaboración con las autoridades norteamericanas, pero el fraude les saldrá por la culata, pues Raúl Castro no va a asumir ningún peligro por un delincuente menor (mirad el caso Snowden). Aún con la probabilidad de que el banco cubano genere un mecanismo para distraer un porcentaje goloso del depósito, en concepto de inconvenientes causados.
De hecho, el castrismo ya ensayó su gran fraude, convirtiendo a un grupo de policías en ladrones, bajo el pretexto de luchar contra el embargo comercial norteamericano, y cuando un Estado desmoraliza a un militar, convirtiéndole en contrabandista y narcotraficante no solo comete una gran estafa, sino que se suicida moralmente.
Son tantos años de resolver por la izquierda, de ir escapando, de preguntar si hay búsqueda que, desgraciadamente, para muchos cubanos y cubanas, vivir en democracia con derechos sociales y justicia, solo ha servido para animarlos a seguir persistiendo en la práctica errónea de no reconocer el trabajo honrado como fuente de riqueza y bienestar. Y así les va.

Gusanos y compañeros
Lamentablemente, solo trascienden los tramposos de un lado, pero no deben obviarse los numerosos tramposos con carné del Partido Comunista y/o grados militares que han amasado verdaderas fortunas a costa del hambre y las carencias de sus hermanos, sea administrando un restaurante, un almacén, una carnicería, una gran o mediana empresa y hasta una funeraria.
Vivimos tiempos de gusañeros (mitad gusanos, mitad compañeros) quienes -tristemente- encarnan al verdadero Hombre Nuevo cubano: simulador e hipócrita para no resultar incómodo con la dictadura, tramposo en cualquier latitud y desleal hasta con su familia y amigos. Muchos de aquellos pioneros que simulaban querer ser como el Che Guevara son ahora reyes del fraude y padecen del vértigo de un pobre harto de pan y lentejuelas.
Y que nadie caiga en la tentación de pensar que el gusañero responde a un determinado grupo de edad, nivel educacional o tipo racial o barrio o zona de residencia.
Aquí tampoco ha habido suerte y el gusañero es transversal en la sociedad del tardocastrismo, donde conviven el cuatrero zafio, la monja carterista y el gran intelectual que finge sufrir por no poder ir a la Scala de Milán o visitar el Hermitage, y luego lo encuentras rebañando en la tienda El Rey del Trapo y encarándose con el dependiente porque no encuentra el zapato izquierdo de su talla.
Pero no todo está perdido. En ambas orillas de la plural geografía cubana hay hombres y mujeres viejos que trabajan con honradez, privilegian el valor de la amistad y son coherentes con aquella majadería que enarbolaban nuestros abuelos: Pobres, pero honrados…

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