jeudi 14 novembre 2013

La nobleza cubana


Según los datos que recoge el eminente historiador cubano Leví Marrero Artiles5, en Cuba se empiezan a obtener títulos de nobleza desde principios de siglo XVIII. De hecho entre 1708 y 1866, o sea, hasta la víspera del inicio de la Guerra de los Diez Años, la Corona española había otorgado 34 marquesados y 39 condados6. Curiosamente no aparecen en la lista de Marrero ni ducados ni baronías, ni tampoco muchas grandezas.

Ahora bien, ¿sobre quién recaían estas distinciones nobiliarias? Solamente sobre peninsulares y criollos, es decir, sobre súbditos blancos. Los negros y mulatos, aunque fuesen libertos, no disfrutaban de este privilegio; de hecho, estaban formalmente excluidos como hemos de ver más adelante.

¿Para qué se procuraban los criollos estos títulos de Castilla? El escritor español Jacinto Salas y Quiroga quien visitara La Habana y sus inmediaciones en 1849, explicaba el afán de los criollos ricos de verse ennoblecidos por la especial situación política de Cuba a partir de 1825 en que los capitanes generales recibieran las tristemente célebres facultades omnímodas. El ostentar un marquesado o un condado era una protección, relativamente débil pero protección de todas formas, contra las arbitrariedades de los funcionarios cuneros que mandaban despóticamente en el país y que en muchos casos eran plebeyos7.

¿Qué requisitos se exigían para postular para un titulo nobiliaria?
Prueba de hidalguía y de limpieza de sangre.
Fortuna personal suficiente para sostener el tren de vida propio del honor que se solicitaba.
Méritos personales.
Pago de los derechos de expedición del título, eufemísticamente llamado “servicio de supererogación”.

La hidalguía es el nombre de la baja nobleza española, a veces carente de documentos y basada en la reputación pública de quienes decían tenerla. La condición de hidalgo, además, variaba de un reino a otro en España. En general su principal privilegio era “no pechar”, es decir, no pagar impuestos8.

Al principio probar la hidalguía era difícil para los súbditos de las Indias, pero con el tiempo se obtenía el reconocimiento de la misma con el pago de un servicio de 5350 pesos fuertes de Indias.

Otro elemento era la limpieza de sangre: no tener ascendientes judíos o moros. En el caso de los reinos ultramarinos tampoco tener sangre africana. La sangre india no era obstáculo pues los reyes españoles reconocían a los indios como los dueños originales de las tierras colonizadas.

Por otra parte, nadie podía ser agraciado con un título nobiliario sin una renta anual superior a los 6000 ducados.

En cuanto a méritos personales, estos podían ser de muy diversa naturaleza. Por ejemplo: la fidelidad a la Corona española durante los once meses de la dominación de La Habana por los ingleses (1762-63), préstamos sin interés o donaciones al Real Erario en situaciones críticas, la fundación de pueblos, etc.

Los servicios de supererogación solían ser cuantiosos: un título ducal pagaba 40 000 reales y el título más bajo (barón o señor) pagaba 8000.

Al igual que la hidalguía hay otra institución nobiliaria típica de la nobleza española: la grandeza. Los grandes de España pueden permanecer cubiertos ante el rey y sus mujeres sentadas ante la reina. Esta dignidad podía estar unida a un título de nobleza o no. Entre los agraciados con ese honor se contaron los marqueses de San Felipe y Santiago, los condes de Villanueva, y los de San Juan de Mopox así como los de Fernandina y los del Castillo. Otro título raro en Cuba fue el de señor. Este se concedía a los fundadores de villas o ciudades y les autorizaba a conocer las causas judiciales en Primera instancia y a veces en segunda y se les investía del derecho de designar alcaldes y regidores. Los señoríos cubanos correspondieron a los marquesados de San Felipe y Santiago (Bejucal), de Guisa (Guisa), de Cárdenas de Monte Hermoso (San Antonio de los Baños) y a los condados de Casa Bayona (Santa María del Rosario) y de San Juan de Jaruco (Jaruco).

Curiosamente al momento de la invasión francesa de 1804 unos pocos nobles cubanos apoyaron al rey intruso. Los más prominentes fueron tres habaneros que acompañaron a José Bonaparte cuando abandonó Madrid: Gonzalo O’Farril y Herrera que se desempeñaba como ministro de la guerra, el marqués de Casa Calvo y la condesa de Jaruco, de quien se decía que era amante del hermano de Napoleón9.


Las Órdenes Militares

Surgidas durante la Reconquista para luchar contra los moros, las órdenes militares españolas (Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa) en el siglo XIX eran organizaciones básicamente honoríficas, de menos importancia que los pergaminos nobiliarios, pero de indudable prestigio social. Entre 1642 y 1868 hubo 56 cubanos admitidos en la Orden de Santiago. Entre 1658 y 1868 hubo 28 caballeros cubanos en la Orden de Calatrava y entre 1801 y 1864 un total de 16 cubanos ingresaron en la Orden de Alcántara. La de Montesa recibió entre 1085 y 1868 igual número de caballeros criollos.


Otras órdenes y honores

A finales del siglo XVIII (1771) se creó la Distinguida Orden de Carlos III donde se daba más importancia al valor personal del agraciado que a la genealogía ilustre de sus antepasados. Con todo se llegó a exigir la limpieza de sangre, si bien con exigencias menos estrictas en cuanto a su prueba. Tuvo 97 miembros cubanos.

A principios del siglo XIX (1817) Fernando VII creó la Real Orden Americana de Isabel la Católica en la cual entraron 211 criollos.

Otros honores codiciados eran la denominación de gentiles hombres de cámara de Su Majestad y secretarios honorarios del rey. Su número en la Isla hacia 1860 era de 79.

Como se ve en siglo y medio en Cuba se desarrolló una nobleza criolla muy considerable. Sin embargo, cuando a partir de la invasión napoleónica de España (1804) aparecen los diversos movimientos políticos que habrían de animar la vida pública cubana hasta 1899 (reformismo, anexionismo, separatismo y autonomismo), no surgió ningún movimiento que propiciara la creación de un Estado monárquico. Hasta entre los separatistas se destacaron varios nobles titulados: Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucia. Este camagüeyano fue tres veces presidente de la República en armas y firmó la Constitución de Guáimaro y la Constitución republicana de 1901. Además, José Luis Alfonso de García y Medina, marqués de Montelo, dirigente anexionista en la década de 1830. Asimismo Miguel Antonio de Aldama y Alfonso, marqués de Santa Rosa, quien abandonó sus cuantiosos bienes en la Isla y pasó a Nueva York como agente de la República en armas durante la Guerra de los Diez Años. Además, Francisco de Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces, fue figura destacada del movimiento reformista.

Consecuentemente en ninguno de los proyectos constitucionales del siglo XIX se habla de otra forma de gobierno que no fuera la republicana. Mucho menos se habló de monarquía después de conseguida la independencia. Los descendientes de los nobles de la época colonial en algunos casos siguieron usando sus títulos sin que nada se lo impidiese legalmente. Hubo una marquesa que se procuró en los años cincuenta del siglo pasado un ducado, otorgado por uno de los monarcas europeos destronados después de la Segunda Guerra Mundial. Hubo otro que fue un intelectual destacado, me refiero al Dr. José María Chacón y Calvo, conde de Casa Bayona y señor de Santa María del Rosario, quien fuera director de la Academia Cubana de la Lengua, presidente del Ateneo de La Habana y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva. Además, fue un investigador destacado en el campo de la Filología hispánica. Ninguno se dedicó a la política activa y los títulos en general solo aparecían en la crónica social de los periódicos.

Ahora bien, a pesar de todo esto hay varios cubanos –y cubanas– que se han introducido en las casas reales de Europa. Hoy en día Su Alteza Real María Teresa, Gran Duquesa de Luxemburgo (née Mestre y Batista Falla), es cubana. Los Batista10 son una antigua familia que aparece mencionada en el Espejo de Paciencia, primera obra literaria escrita en Cuba en el siglo XVII. Igualmente José Güell y Renté, esposo de la Infanta Josefa Fernanda de Borbón y Borbón, prima de Isabel II y hermana del rey consorte Francisco de Asís. Hubo otras dos cubanas que se casaron con don Alfonso de Borbón y Battemberg, primogénito de Alfonso XIII y tío abuelo del actual monarca español. De algunos de ellos pienso ocuparme en el futuro.

Para concluir quiero hacer notar que Cuba como se ha visto es un país de paradojas. Un ejemplo más nos lo da el profesor Elías Entralgo: “La [ley] más radical aprobada por el Congreso antes de 1933, la Ley del Divorcio [fue] presentada por el legislador al que se ha tenido como el más caracterizado representativo de la clases conservadores”. Razón tenía Juan Martínez Villegas cuando dijo: “Cuba es el país de los viceversas”11.


Notas del artículo


Los datos sobre Haití provienen del libro del doctor J. C. Dorsainvil, Histoire d’ Haití, Cours supérieur, publicado en Puerto Príncipe por la editorial Henri Deschamps, 1934.
El mayorazgo es una institución medieval que consiste en retener en un solo heredero por cada generación todo, o al menos la mayor parte, del patrimonio de una familia. Sin posibilidad de dividirlo, pero sí de aumentarlo.
Vide, Félix Luna, Breve historia de los argentinos. Buenos Aires, Editorial Planeta, 2006, pp. 70-75.
Vide, Juan Balansó. Las coronas huecas. Buenos Aires, Random House Argentina, 1995, pp. 203-204.
Los datos positivos (fechas, cantidades, clasificaciones, etc.), salvo indicación al contrario, provienen del tomo XIII de su obra Cuba: economía y sociedad, publicado en Madrid por la Editorial Playor, 1987.
Durante los años mentados se instalaron permanentemente en la Isla los poseedores de cuatro marquesados y un condado originalmente concedidos a quienes no habitaban antes en Cuba. También hubo títulos de monarquías extranjeras, así como pontificios, cuyo uso autorizó la Corona.
Vide, Jacinto Salas y Quiroga. Viajes. La Habana, Edición cubana, 1964, pp. 82-87.
Vide, David García Hernán. La nobleza en la España moderna. Madrid: Ediciones Istmo, 1992, pp. 21-22.
Se trató de María Teresa de Montalvo y O’Farril viuda del conde de Jaruco y Mopox. Además, fue la madre de María Mercedes de Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlín, ilustre literata Cuban decimonónica. Vide, Manuel Moreno Fraginals. Cuba/España: España/Cuba. Historia común. Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1995, p. 185.
Sin vinculación alguna con el dictador de igual apellido. Posiblemente este descendiera de esclavos de los Batista pues los esclavos llevaban el apellido de sus amos.
Vide, Elías Entralgo y Vallina, Lecturas y estudios. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1962, p. 231. Ambas citas vienen de la misma página.


2 commentaires:

  1. Todo esto de los honores y los títulos que luce tan banal a las mentes de la gente moderna del s.XXI no es algo tan "anticuado" como pudiera parecer. En todas las sociedades ha existido y existe. En la Cuba castrista muchos se desvivían por obtener reconocimientos revolucionarios que al final se resumían en un diploma de papel y una medalla de lata. Y los pemios de academias y concursos, son más de lo mismo. http://lageneraciony.com/en-venta-las-medallas/?cp=1

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