El 1° de enero de 1899, tuvo lugar un acontecimiento
histórico de primer orden en Cuba. Estamos hablando de la Transición
pactada[i].
El traspaso de soberanía, materializado en salón de los Pasos perdidos de los
Capitanes generales, abrió para la Gran Antilla el período más asombroso de su
historia. Primero, porque el nuevo poder representado por el gobernador J.
R. Brooks debía preparar el
terreno para acoger las inversiones y a los empresarios norteamericanos. Por
esa razón, el general puso todo su empeño, no sólo en mejorar las
infraestructuras destruidas por la guerra sino en crear otras nuevas y mejores.
Cumplió su objetivo con creces. Los cubanos nunca agradecerán lo suficiente a
los Estados Unidos por lo que hicieron en aquellos momentos difíciles. A los
menos de 4 años de administración norteamericana se debe la fabulosa expansión
económica que cambiaría para siempre la suerte de un país arruinado. No tanto
por la estúpida táctica de la Tea incendiaria, aplicada sin contemplaciones por
los generales de la República en Armas, sino como consecuencia directa de la
insensata política metropolitana, atada de pies y manos desde mediados del
siglo XIX, a los intereses egoístas de los industriales catalanes.
Pero los cubanos no son los únicos que reniegan el
pasado. A pesar de lo que se cree, España también salió ganando con el cambio,
puesto que se libraba de un costoso quebradero de cabeza. La verdad es que en
1898, la Península ya no podía mantener a su posesión caribeña. Como suele
suceder con las familias de bajos ingresos en las ciudades modernas, la
Monarquía pasó del centro a la periferia del orden mundial. En realidad, hacía
ya muchos años que la metrópoli económica de Cuba eran los Estados Unidos. Otro
detalle ignorado por los historiadores oficiales, es que a pesar de haber
ganado la guerra y sin obligaciones legales para hacerlo, los representantes
norteamericanos en París garantizaron la perennidad de las inversiones
españolas en Cuba. Así pues, como lo demuestran los
trabajos del historiador Jordi Maluquer[ii],
España no sólo pudo atravesar la crisis en situación de expansión económica,
sino que su balanza comercial con la isla lejos de verse afectada, mejoró
sustancialmente.
Cuba es el resultado de la voluntad de los Estados Unidos
(en cierta medida la España actual también lo es). Los cubanos que se creen
ungidos por la gracia divina, presumen poder influir sobre la marcha de los
acontecimientos. Pero la verdad es que desde 1899 hasta hoy, no han hecho más
que adaptarse a las condiciones impuestas por su vecino. Durante aquel período,
las élites cubano-españolas, en nombre del interés superior de los negocios
pactaron con el gobernador norteamericano. El 17 de diciembre de 2014 acaban de
hacer la misma jugada. Cubanet describió
hace poco cómo iba a desarrollarse el acontecimiento. También predijo que
su impacto mediático sería breve y así ha sido.
La Transición cubana concluyó hace 117 años con un lapidario: Circulez, y a rien à voir! Lo que traducido
en buen cubano significa ¡Rema que aquí
no pica! Sólo recordemos que en 1902, las minorías negras y el pueblo
llano, fueron excluidos de la vida política nacional, igual que ha ocurrido con
este nuevo acuerdo. Por otro lado, España, el otro actor de esta pieza
inacabada, tal y como lo confirman el escaso interés institucional que ha
provocado el Movimiento de Reunificación de Puerto Rico y el populismo que la
corroe, carece no ya de ambiciones geopolíticas, sino de un simple proyecto
nacional viable. El futuro no está escrito, pero es necesario conocer el pasado
para hacerlo posible. Esta afirmación de sentido común vale tanto para Cuba
como para España.
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