¿Euforia en el Caribe o Descaro en la Unión Europea?
SE DICE en las tertulias acosadas pero vivas de la oposición pacífica que a algunos políticos europeos que visitan La Habana el Gobierno les pone, con los mojitos y las guarachas de bienvenida, unas orejeras para que no puedan desviar su mirada hacia ningún punto inconveniente. Otros, traen unas más sofisticadas de sus países de origen y se las ajustan durante el largo viaje en el avión. El sueco Chistian Leffler usó esta semana en Cuba las que llevó del viejo continente y las que le dieron los comunistas en el aeropuerto.
El funcionario, que es el director ejecutivo para las Américas del Servicio Exterior de la Unión Europea, viajó a ese país del Caribe para mejorar las relaciones con la dictadura y, según dijo a la prensa, «a celebrar lo que nos une y discutir lo que nos separa».
El hombre fue a buscar un nuevo esquema legal que le permita a la Unión Europea colaborar con el régimen en la actualización de sus estructuras económicas y superar las limitaciones que le imponen en ese sentido la llamada Posición Común, adoptada en 1996, que condiciona la Posición Común, adoptada en 1996, que condiciona la cooperación con la Isla a cambios sustanciales en el respeto a la democracia y a los derechos humanos.
El enviado sueco y sus jefes de Bruselas aprecian que el Gobierno cubano ha iniciado un proceso de transformaciones importantes porque permitió una ampliación del trabajo privado, ha dado cierta autonomía a empresas estatales y dio autorización para que los ciudadanos puedan abrir timbiriches y fondas particulares.
Un cambio en el mecanismo de control migratorio que permite ahora viajar al exterior a algunos de los representantes de la oposición, es un nuevo motivo de alborozo y regocijo del viajero. Otro argumento para buscar un acuerdo que deje sin sentido la Posición Común.
Berta Soler, la portavoz de las Damas de Blanco, y otros líderes de la oposición han solicitado a la Unión Europea que no ceda en sus exigencias porque las señas de cambio del castrismo son mensajes tramposos, necesidad de oxígeno para seguir en el poder.
Los tertulianos de esa Cuba marginada confían en que el sueco con orejeras, en medio de sus celebraciones con el oficialismo, pudiera escuchar esta cifra de abril: 366 detenciones arbitrarias por motivos políticos.
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