Ya
es hora que comencemos a preguntarnos para qué nos ha servido a los cubanos
como individuos y como nación la muy cacareada Soberanía Nacional.
Cuba
y Haití alardean con bullanguero orgullo haber fraguado sendas sonadas
revoluciones independentistas y sociales, que al precio de muchos muertos,
miserias, sufrimientos, y de sucesivos gobiernos tan corruptos los unos como
los otros, han venido a lograr hacer vivir a sus respectivos pueblos en la
necesidad más extrema, falta de derechos elementales y una lamentable
dependencia de otras metrópolis diferentes de aquellas que inicialmente fueron
sus amos coloniales, pero igualmente explotadoras.
Hagamos
excepción honorable en el caso de la occisa Unión Soviética que de hecho se
ripió su propia problemática economía tratando de mantener una ilusoria imágen
de bienestar económico en Cuba para engatusar a los latinoamericanos con esta
nueva versión estilo aldea Potiómkin de un paraíso socialista que nunca existió
en ningún sitio fuera de la febril imaginación de algunos intelectuales de
izquierda europeos y norteamericanos.
Cubanos
y haitianos echaron a sus primeros colonizadores pero no lograron ni real
soberanía ni justicia social.
Destruyeron
sus estructuras de producción de riqueza establecidas al servicio de sus
respectivas metrópolis de las que se beneficiaban relativamente también sus propios
pueblos, pero no lograron crear nuevas fuentes de riqueza después de que los
colonizadores fueron tan ejemplarmente expulsados.
Después
de tanta epopeya heroica se quedaron prácticamente encueros y con las manos en
los bolsillos, burlados descaradamente por sus propios gobernantes y sin Santo
que los atienda, porque Orishas, Loas, Muertos Poderosos, Ngangas, Evangelios
pentecostales, Testigos de Jehová ni Vírgenes Marías les han traído ningún
beneficio real ostensible en el plano cívico, económico y social.
Mucha
bandera al viento, carga al machete y liriliri, pero poco lerelere.
Jamaica,
Martinica, Guadalupe, Trinidad, Puerto Rico y Dominicana viven hoy muy por
encima de los ínfimos niveles de vida en los que viven cubanos y haitianos, y
sus ciudadanos disfrutan del funcionamiento de instituciones democráticas
plenamente autónomas gozando de las mismas libertades civiles que europeos y
norteamericanos, aunque como todas las naciones del mundo globalizado en el
cual vivimos sigan siendo interdependientes de otras economías más pujantes y
estén siempre a la merced de las duras leyes del mercado liberalizado.
Sin
muertos ni glorias militares, banderas y liriliris, sin hambrunas ni
sufrimientos innecesarios.
Un
sobrino mío que luego de brillantes estudios en París escogió hacerse
medievalista en Alemania, al ponerse a estudiar los contratos que entre señores
feudales y campesinos se concertaban para organizar la protección de los pobres
y laboriosos aldeanos de esas épocas oscuras que sigueron inmediatamente al
derrumbe del Imperio Romano, quedó intrigado por el uso de dos formas verbales
diversas que reiteradamente aparecían en esos textos redactados en viejo
alemán.
El
Noble caballero candidato al puesto de protector se comprometía a proteger y
"proteger" a los pobladores de la comarca tal y más cual.
No
lograba comprender la razón de esa repetición.
Profundizando
en la etimología tomó conciencia de que la primera forma se refería a la
protección que el señor feudal garantizaba a su protegido contra los abusos de
otros señores feudales que también protegían, y por lo tanto gobernaban,
comarcas aledañas.
La
otra era la protección que el Noble Militar le tenía que garantizar a sus
propios sujetos de no abusar del poder que su carácter de protector armado y
gerrero profesional le daba sobre el desarmado agricultor que por ese contrato
se convertía en su protegido.
Era
natural, estando dada nuestra condición humana, que éste se desconfiara, y
previniendo que inevitablemente llegaría un momento en el cual aprovechándose
de ese mismo contrato concertado en toda libertad, su elegido condotiero lo
intentaría avasallar más allá de lo razonable, y quería poner bien en claro su
derecho a ser respetado por su Señor Feudal.
Que
quizás fuera posible que sus abusos fuesen peores que los que el señor feudal
vecino le hubiera podido infligir en caso haber invadido su territorio.
En
nuestro Caribe nos ha sucedido precisamente eso que tanto temieron los
precavidos labradores alemanes, nos faltó asegurarnos que los criollos que
suplantaron a los colonizadores después del desmantelamiento de los imperios
coloniales europeos en América y el subsecuente advenimiento de la hegemonía
mundial norteamericana nos garantizaran formalmente que no iban a abusar de
nosotros.
No
estipulamos explícita y legítimamente en un contrato esa sutil
precaución.
Nos
entregamos confiada y despreocupadamente en las ávidas manos de los criollos
coterráneos nuestros con el embullo más patriótico, y ellos nos han tratado
mucho peor que españoles, ingleses y franceses que por cierto ya habían abusado
bastante sabrosamente de su gobierno mientras lo tuvieron en sus manos, lo
hubieran seguido haciendo en su lugar.
Los
esclavos de los ingenios azucareros cubanos comían mejor que los obreros
cubanos de hoy en día que supuestamente se apropiaron y son los dueños de los
medios de producción, según la constitución revolucionaria.
Sabemos
que la revolución cubana no fue ni campesina ni proletaria, sino pequeño
burguesa, pero esa pequeña burguesía estaba poseída de unas ínfulas de
aristocracia de película. Alfredo Guevara el mentor de Fifo, segundo dictador
de la Dinastía Biranita, siendo de orígen muy humilde accedió a los estudios
universitarios gracias a que en tiempos de la Seudorepública a los homosexuales
se les permitía asistir a clase, no como en tiempos de la revolución socialista
en los que estuvieron excluídos por muchos años, pero también porque la
educación universitaria ya era gratuíta. El tipo se puso tan fino que tiene
terror al menor contacto con los demás seres humanos al punto de usar guantes
por si alguna situación imprevista le exigiera estrechar una mano. No soporta
que nadie suba con él cuando toma un ascensor. Es harto conocido y sobran las
anécdotas que ilustran su extravagante elitismo.
Ya
sabemos que mientras más bajo es el origen social de un individuo más se quiere
encumbrar cuando accede a alguna posición de poder. Su abominación por la
cultura afrocubana lo ha llevado a manifestar públicamente su desprecio por
ella hiriendo a artistas que en cierta ocasión se levantaron y se fueron de una
conferencia en la que borracho de autosuficiencia y pueril arrogancia se
atrevió a ser demasiado sincero sobre ese tema. Si quieren morirse de risa lean
alguno de sus discursos que rivalizan en picuencia y ramplona cursilería con
los del Historiador de la Ciudad que también se las manda.
El
origen socialmente turbio de los hermanos Castro los hace también proclives a
este mismo tipo de debilidad, observen el extremado cuidado que Fifo concede a
su manicura, sus uñas pudieran ser las de alguna condesa de Jaruco o de Mompox
decimonónica. Habiendo accedido al poder omnímodo de los antiguos Gobernadores
Generales del Imperio Español se mimetizan con el figurón de Don Domingo
Delmonte y se creen en los salones del Palacio Aldama. De ahí su racismo y ese
cómico elitismo de nuevos ricos que los aqueja con timbales.
El
libro que suele regalar a ciertos jóvenes de su entorno el tercer dictador de
la Dinastía Biranita, el que actualmente nos gobierna, es el de Las Memorias de
Adriano de Marguerite Yourcenar, parece que esa es su literatura favorita, lo
cual nos permite inferir enjundiosas conclusiones sobre de su compleja
personalidad, que curiosamente coincidirían con la opinión que la voz del
pueblo, que es la voz de Dios, ha tenido siempre como cosa cierta, habiendo
sido motivo de popular jolgorio desde el año 1959 cuando al hablar por primera
vez en la televisión nacional la gente notó un poco rarito al socio. En Haití
también hubieron afectados marqueses de la mermelada y emperadores de pacotilla
que ostentaron entorchados napoleónicos. A pesar de hablar lenguas diversas
somos la misma gente aunque ese hecho le disguste tanto a Alfredito. No quiero
hablar ahora del divino Cardenal que se rodea de escogidos jóvenes modelos de
la Maison a los que inculca las sutilezas del amor divino en la mismísima
sacristía del Palacio Cardenalicio, por algo pasó por la UMAP el tipo.
Preferiría
ocuparme de él solito en otra reflexión porque además ése payaso no está en el
poder, por mucha murumaca que haga para pegarse a él.
Ya
se puede ver de donde se inspira el mejor dibujante que ha dado Cuba, Fabelo,
para hacer sus fabulosas acuarelas de teatricos burlescos. La Habana de hoy le
ofrece todo lo que necesita para ejercer su acerado pincel y saciar su
insidiosa imaginación.
Si
no son salidos de las mismas familias privilegiadas de siempre, han sabido
imitar discretamente su comportamiento pretencioso que ya me resultaba grotesco
cuando yo era niño, y mucha de la antigua élite se les subió al caballo
revolucionario aprovechando que habían buenas plazas disponibles porque la gente
capaz se piró durante los primeros meses de convulsión social, trayéndole con
ella sus peos de grandeza.
Como
solían hacer los Gobernadores Españoles, ellos siguen cultivando hábilmente en
nuestras mentes el tema del perpétuo Estado de Sitio, Los Jesuítas del pituco
Colegio Belén le seguramente le enseñaron a Fifo aquella frase de San Ignacio
de Loyola: "En plaza sitiada la disidencia es traición". Con el
vetusto y acendrado temor de una nueva invasión de los ingleses, o de una
eventual incursión del famoso Francis Drake, o de otro pirata cualquiera. Ahora
los ingleses se han convertido en americanos que son quienes intentarían volver
a sojuzgarnos de nuevo, y el pirata de nuestros días sería Meyer Lansky, con
las ruletas de los casinos y toda su matraca gangsteril a cuestas.
Tan
oriúndos del mismo Birán en la provincia de Holguín como Fulgencio Batista y
Zaldívar, fundador de esa verdadera Dinastía Biranita que no cesa de
gobernarnos desde que heroicamente tumbamos al precedente dictador Gerardo
Machado.
Nos
amedrentan periódicamente con invasiones que nunca llegan.
Excavan
refugios en los cuales "protegernos" cuando lleguen los americanos
armados de su temible bienestar económico.
Nos
atolondran con el mito de la pérdida de la identidad y toda esa trova
trasnochada de la mística del Estado-Nación que inventaron los franceses del
siglo de las Luces, que ya está vieja de dos siglos.
Amenazas
tan ilusorias como fantasiosas que les resultan tan útiles como lo fueron en
boca de Bush las armas de destrucción masivas de Saddam Hussein.
El
pueblo en su candor se lo traga todo, liriliri sin lerelere, confiando en sus
próceres, patriotas y en los descarados sanguijuelas de siempre de las clases
altas disfrazados de contemporáneos apóstoles.
Con
tantos tarados incapaces que han nacido en Cuba tuvimos que importar uno de la
Argentina poniéndolo al frente del Banco Nacional para descuarajingar la
economía nacional firmando despectivamente nuestros billetes de banco con su
ridículo nombrete.
Mientras
tanto con el poder en sus manos y la sartén cogida por el mango nuestros
criollos de la élite se han cebado sádicamente en la carne y vidas de nuestros
pueblos tanto en Cuba como en Haití, con los resultados que saltan a la
vista.
Mientras
tanto los extranjeros que aún administran y gobiernan a Puerto Rico y a esas
islas francófonas y anglófonas que se extienden en elegante arco volcánico
hacia las costas de la hermana Venezuela parecen ser más compasivos con ellos
que nuestros guaposos patriotas lo son con nosotros.
Estos
hechos flagrantes muy difíciles de ocultar por mucho que algunos elpidios y
mimís yoyós privilegiados quieran tapar el sol con un dedo, son dignos de ser
considerados con detenimiento.
Los
dejo con esa saludable y necesaria reflexión metida en los fueros internos de
cada uno de nosotros.
Perdonen
que me haya puesto tan serio, pero de vez en cuando hay que dejarse de choteo y
tratar de usar la razón y el sentido común, que según vamos viviendo a
tropezones nuestras historias parecerían faltarnos totalmente.
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