Por Wilfredo Cancio Isla
Por más inmortales que lleguen a ser, es evidente que (...) las personas en general, se mueren.
Augusto Monterroso
La semana que termina nos deja una nueva estela de rumores y desvaríos sobre la supuesta gravedad de Fidel Castro.
Se trata de una historia cíclica que hemos visto agitar las pasiones repetidamente en la comunidad de Miami, crispar las redacciones periodísticas y provocar sucesivas cadenas de intranquilidad en los medios de comunicación alrededor del mundo desde que el anciano líder cubano anunció su enfermedad en julio del 2006.
El último de los capítulos viene sazonado con un ingrediente de curiosa precisión. Desde la ciudad floridana de Naples, el médico venezolano José Marquina ha lanzado la primicia a partir –según dice- de fuentes y datos de primera mano. El doctor asegura que Castro sufrió “una embolia cerebral y ya no conoce absolutamente a nadie” y se encuentra moribundo en su “casa de El Laguito” en La Habana.
Las revelaciones de Marquina siguieron a una estela de “indicios” sobre la “muerte cerebral” de Castro que rodaron por la internet desde comienzos de octubre, y que implicaron a cuentas hackeadas por el periodista italiano Tommasso Debenedetti, de larga reputación como suplantador de perfiles ilustres en Twitter y Facebook. La histeria mediática se desencadenó y con el golpe de Marquina la historia escaló hasta la sacrosanta prensa norteamericana.
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