dimanche 19 janvier 2014

Prohibir el humor

Francia censura al comediante Dieudonné M'bala M'bala por incitación al antisemitismo y el odio racial. Mayor peligro hay en los imanes extremistas que enganchan a jóvenes musulmanes europeos en el yihadismo.
Mientras se hunde en la crisis económica y la melancolía, Francia es noticia fuera de sus fronteras por los escarceos amorosos del presidente François Hollande con una actriz y por la cruzada emprendida por su ministro del Interior, Manuel Valls, para conseguir la prohibición de un espectáculo. El romance del mandatario es un asunto privado sin relevancia nacional, que desaparecerá pronto de las portadas. En cambio, la censura impuesta al humorista Dieudonné (Diosdado) por incitación al antisemitismo y al "odio racial" ha provocado un pequeño terremoto mediático que amenaza con tener réplicas más adelante.
Dieudonné M'bala M'bala, así se llama ese mulato franco-camerunés nacido hace 48 años en la periferia de París y padre de seis hijos, que ha puesto en pie de guerra al Gobierno francés durante varias semanas. El ministro Valls, que aspira a ser el candidato del Partido Socialista en la próxima elección presidencial, dentro de tres años, ha hecho del asunto Dieudonné su caballo de batalla para afianzar aún más su popularidad entre los franceses, que lo prefieren a Hollande, según las encuestas.
Ante la imposibilidad de obtener la interdicción de los espectáculos del humorista por la vía judicial, que protege la libertad de expresión y no permite la censura previa, Valls ha tenido que recurrir a la más alta autoridad administrativa, el Consejo de Estado. Para justificar la prohibición, ese organismo ha desplegado la artillería pesada de "la tradición republicana" y de la historia reciente. Los consejeros reprochan a Dieudonné su "apología de las discriminaciones, persecuciones y exterminio [de los judíos] cometidos en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial". Le acusan, además, de atentar contra "la dignidad humana" y de poner en peligro "la cohesión nacional".
¡Vaya! Un humorista convertido en el enemigo número uno de la República… Suena excesivo que un espectáculo pueda ser considerado como una amenaza a la seguridad nacional porque utiliza expresiones antisemitas. La sobrerreacción del Estado ha dado una publicidad inesperada a un artista mediocre y lo ha convertido en mártir, sin lograr acallarlo, puesto que la decisión del Consejo de Estado afecta solo a un espectáculo. Después de una interrupción de varios días, el humorista ha regresado a su teatro parisino con una obra que se parece mucho a la anterior, pero expurgada de la mayoría de las referencias antisemitas. Éxito total: no queda un solo billete.
Lo más desconcertante de todo es la evolución de Dieudonné, que empezó su carrera hace más de veinte años con un amigo judío de la infancia. Formó un dúo cómico con Élie Semoun, que duró cinco años y tuvo éxito. En esa época, el franco-camerunés era un militante de izquierda antirracista. Llegaría luego la transformación paulatina que lo convertiría en simpatizante de la extrema derecha y activista de la causa palestina. Dieudonné está políticamente y personalmente vinculado al fundador del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, padrino de una de sus hijas. Sin embargo, su público es muy variopinto —como "una caja de lápices de colores", dice el propio cómico—, e incluye a mucha gente sin militancia política, pero también a socialistas y, sobre todo, a militantes de extrema izquierda.
Los dirigentes de los principales partidos se apresuraron a desmarcarse del humorista, y el primero en hacerlo fue el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, con una declaración rotunda: "Los antisemitas no tienen ningún futuro en nuestra República". Hizo lo propio el portavoz de la Asociación Francia Palestina Solidaridad, muy preocupado por la seducción que ejerce el cómico sobre los jóvenes musulmanes: "Dieudonné no es un simple humorista, es en primer lugar un militante de extrema derecha".
Esas declaraciones institucionales no merman la popularidad del artista entre los hijos de la inmigración. Están encantados con la osadía de ese mulato que denuncia la instrumentalización de la Shoah (el exterminio de 6 millones de judíos por Hitler) para justificar todas las acciones de Israel, incluyendo las que conculcan los derechos de los palestinos y les impiden construir un Estado. Los jóvenes entrevistados por los medios a la salida del teatro, tanto los hijos de inmigrantes como los franceses de toda la vida, expresan el mismo hartazgo hacia la enseñanza repetitiva del Holocausto en los colegios, como si ellos tuvieran que asumir también parte de la culpa histórica.
Con todos sus excesos verbales, Dieudonné es un peligro irrelevante si se le compara con los imanes extremistas y las webs yihadistas que se dedican a enganchar a jóvenes musulmanes en Europa para mandarlos a combatir o a suicidarse en nombre de Alá. Mientras el Gobierno de François Hollande se congratulaba por la prohibición del espectáculo del humorista, un padre de familia revelaba a la prensa francesa que su hijo de 15 años y un amigo de la misma edad habían sido reclutados sin su conocimiento para combatir en Siria. "Les lavaron el cerebro", se lamentaba el hombre. Como ellos, se han ido cientos a morir, en lugar de reírse con los chistes incómodos de Dieudonné.

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