mercredi 1 janvier 2014

Antes del 'Período Especial', ¿utopía o distopía?

ROLANDO A. ALUM, DDC

La crisis comenzó mucho antes del 'Período Especial'. Cinco estudiosos extranjeros de izquierda pudieron determinarlo desde temprano al visitar el país.

El gobierno de Fidel y Raúl Castro acaba de cumplir 55 años. El dúo suplantó la dictadura autoritaria de Batista (1952-59) por un longevo totalitarismo de corte marxista-estalinista. Así lo han clasificado, desde el respetado latinoamericanista Irving L. Horowitz, hasta el literato considerado más leído del mundo, el brasilero Paulo Coelho.
Típicamente, las dictaduras —tan supuestamente disímiles como las de Lenin, Hitler y Trujillo— han pretendido reescribir la historia a su favor, usualmente en complicidad con intelectuales extranjeros que ansían "lavar" sus imágenes en el exterior.  Los Castro, ya ancianos, cuentan aún con ciertos apologistas, quienes (cómodamente desde afuera) continúan justificando la dictadura, a pesar de sus calamitosas fallas y el costo humano.
Esos apologistas arguyen, por ejemplo, que los problemas socioeconómicos que afligieron a la Cuba republicana (1902-58) fueron eliminados después de 1959. Arguyen que, entre 1959 y 1990, Cuba era una "utopía" que solo se ha ido resquebrajando debido a la desaparición de los subsidios del otrora Bloque Soviético, dando comienzo al llamado "Período Especial" (incluso, algunos denominan la época presente "la post-utopía").
Sin embargo, las impresiones recogidas en Cuba antes del colapso del campo soviético por varios observadores, también extranjeros, aunque cándidos, desdicen los argumentos de los revisionistas pro-dictadura.  Recurro a extranjeros —si bien meramente a cinco— ya que los cubanos (y de todas las capas sociales) que opinan en oposición, son paradójicamente injuriados a menudo en los círculos mediáticos y académicos internacionales con ataques calcados del Gobierno cubano.
Oscar Lewis
El afamado antropólogo socio-cultural estadounidense ensayó someter a prueba en Cuba en 1969-70, con inicial beneplácito gubernamental, su hipótesis de que la "cultura de la pobreza" no podía existir en una sociedad socialista.
Inspirado por Marx, Lewis asumía que las condiciones socio-enajenantes que generan "la cultura de la pobreza" solo se desarrollan entre los pobres en sociedades capitalistas. Empero, Lewis fue expulsado súbitamente del país, y por cierto, abandonando en la cárcel a su consultor para estadísticas, Álvaro Ínsua.
Douglas Butterworth
Oscar Lewis falleció al regresar a EEUU, pero su colega de investigación, el también etnólogo Douglas Butterworth, reveló más tarde que el proyecto investigativo sí había encontrado incidencia de la cultura de la pobreza, lo que explica la expulsión.
Marginalidad, fatalismo, y ausencia de gratificación retardada, son algunos de los atributos clásicos de la "cultura de la pobreza" que los investigadores documentaron en Cuba.
En The People of Buena Ventura, Relocation of Slum Dwellers in Postrevolutionary Cuba(1980), Butterworth indicó, además, que a pesar de los vaivenes socio-económicos de la era republicana, dicha cultura de la pobreza no parecía haber estado arraigada en Cuba antes de 1959.
Las pesquisas del proyecto Lewis-Butterworth incluyeron técnicas de etnografía retroactiva basadas en encuestas profundizando las experiencias biográficas de los entrevistados.  Metodológicamente, la cultura de la pobreza se identifica a través de un inventario de valores socio-culturales que guían el comportamiento de la muestra de los encuestados. Pero una cosa es pobreza económica, y otra el enraizamiento de una cultura de pobreza. Butterworth dedujo que el síndrome socio-patológico que ellos encontraron era producto del "orden socialista", lo que refutó doblemente la hipótesis original de Lewis.
Jorge Edwards
Edwards es un prestigioso escritor que sirvió como embajador de Chile en Cuba, nombrado por el presidente marxista Salvador Allende. En Persona non grata (1973), relata su desengaño con el régimen cubano, al que critica por imponer racionamiento y un Estado policíaco opresivo que, a pesar de su estatus diplomático, solo pudo tolerar por apenas cuatro meses en 1971.
Después de su exilio durante la dictadura de Pinochet, Edwards regresó al servicio exterior chileno, pero nunca más pisó suelo cubano.
Jacobo Timerman
Reconocido periodista y activista pro-derechos humanos argentino-israelí que había denunciado las atrocidades de las dictaduras militares en Argentina y Chile, estuvo en Cuba en 1987. Relató sus decepcionantes impresiones en Cuba hoy, y después (1990), en cuyas páginas criticó "la nueva clase gobernante" nepotista, el reino del terror, los campamentos de trabajo forzado, las colas y escaseces, etc.
Maurice Halperin
Académico estadounidense tan ultra-izquierdista que se autoexilió en Moscú en los años 50, fue invitado a Cuba por Ernesto Che Guevara y devino allí asesor gubernamental (1962-67). Sin embargo,  se marchó desencantado a Canadá. Más tarde visitó Cuba en dos ocasiones y escribió tres libros: Rise and Decline of Fidel Castro (1973), The Taming of Fidel Castro (1981) y Return to Havana (1994).

En las páginas de esos libros afirmó que, a pesar de los casi tres años "revolucionarios" iniciales, La Habana de 1962 era un París caribeño que contrastaba favorablemente con Moscú, pero que esto ocurría gracias a que aún se disfrutaba de "la grasa capitalista" heredada de "la Cuba de Ayer".
En su última visita a Cuba en 1989, Halperin observó cómo el país ya se asemejaba más al "tétrico modelo soviético" que él conocía íntimamente, incluyendo penurias, deterioro, prostitución, y resistencia ciudadana reflejada en un vasto mercado subterráneo (particularmente de mercancías hurtadas al Estado omnipresente).
Régimen revolucionario y distopía
Los anteriores testimonios coinciden en que el gobierno de los hermanos Castro no solamente no resolvió los problemas socioeconómicos tradicionales, sino que los exacerbó, y más aun, creó problemas nuevos. 
Durante las tres primeras décadas del régimen, la calidad de vida ya había desmejorado enormemente, tal como lo experimentaron en carne propia Lewis, Butterworth, Edwards, Timerman, y Halperin, quienes al principio habían simpatizado con el Gobierno. Y hay muchos otros ejemplos de observadores extranjeros que, en vez del proclamado "Hombre Nuevo", hallaron una cultura de "miseria post-revolucionaria" previamente al Período Especial.
No hay espacio aquí para detallar otros aspectos precarios de la vida cotidiana de la época. Ya en 1988, el economista Nick Eberstadt citaba a Cuba en The Poverty of Communismcomo ejemplo del binomio de pobreza+opresión que han acarreado los sistemas comunistas históricamente en diferentes países. Eberstadt también notaba las similitudes entre los regímenes de Corea del Norte y Cuba, particularmente en la militarización de la sociedad y el estilo dinástico de la élite gobernante.  
Contrario a lo que proclaman los aduladores del Gobierno, las primeras tres décadas de los Castro constituyeron más bien una "distopía" (o antiutopía). Afirmar lo anterior no constituye una exageración de los disidentes internos, ni de los exiliados.
A propósito, el régimen insulta a los expatriados habitualmente con epítetos vitriólicos ("gusanos", "escoria", "mafiosos"), injurias etnocéntrico-políticas que repiten insensiblemente los fans de la dictadura. E irónicamente, es el exilio quien generosamente mantiene a flote, con sus remesas y envíos de provisiones, a casi la mitad de la población en la Isla.
El discurso de los apologistas ultramarinos recurre a consignas excusadoras adicionales, como el culpar los fracasos del régimen al "embargo" del "Coloso del Norte", que no es sino un boicot comercial parcial, y últimamente aguado.
A pesar de su riquísimo suelo agrícola, Cuba importa el 80% de sus comestibles, a diferencia del medio siglo anterior, cuando exportaba muchísimos productos agrícolas.  El régimen comercia con todos los países del mundo, incluyendo EEUU. La diferencia debido al embargo estriba en que en EEUU exige pagos en efectivo. Lo que se prohíbe esencialmente —y únicamente en EEUU— es el crédito a Cuba, porque sería subsidiado por los contribuyentes estadounidenses, ya que el Gobierno cubano es conocido por no pagar a sus acreedores.
No obstante, recordemos que el régimen pregonaba antes del Período Especial que las sanciones no le afectaban, ya que supuestamente Cuba había logrado "independencia tecno-económica".  Cubanólogos reconocidos, como mi exprofesor Carmelo Mesa-Lago, con quien he diferido respetuosamente en ocasiones, concuerdan en que los desaciertos socioeconómicos son un resultado de la ineficiencia del andamiaje socialista, y no debido al embargo (Cuba en la era de Raúl Castro, 2013).
Sobre todo, el boicot constituiría una ficha de negociación cuando llegue el momento de transición hacia una sociedad abierta. Así sucedió en la República Dominicana post-trujillista, proceso histórico con el cual estoy familiarizado como especialista dominicanista y etnólogo interesado en la antropología política comparada de las dictaduras.
Precisamente, he sugerido en otros escritos que una Cuba post-castrista pudiera aprender mucho del camino que tomó República Dominicana —con innumerables contratiempos, pero con una orientación definida— hacia la democracia liberal en el último medio siglo.

Este artículo está dedicado a Álvaro Ínsua y su familia.

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