lundi 13 janvier 2014

Silencios de un diario

Por Ondina León ©, Blog Guitáfora

Como dijo o hubiera podido decir el otro José, Lezama Lima, “Martí es un misterio que nos acompañará siempre”. Verdad como un templo. Porque la vida y la obra de este hombre tienen múltiples vericuetos, recodos, meandros y oscuridades, que son un desafío para cualquiera que aspire a conocerlo a profundidad. Y tal es el caso de sus diarios, sí, en plural, porque a pesar de que el “Diario de campaña” es el más conocido, Martí escribió otros dos diarios, hasta donde se sabe: uno íntimo de adolescencia, en el que se trataba de perfilar como ser humano y en el que hasta intentaba explicar las razones de su intento de suicidio. Este diario, literalmente, se lo llevó a la tumba Micaela, la esposa deRafael María de Mendive, su querido maestro, al ser enterrada con él en un extraño ritual. El otro es uno que escribió durante un viaje a Guatemala, la tierra de “la niña” con la que sostuvo un tórrido romance que, como una gran ópera, terminó en tragedia y muerte. Excepto especialistas martianos, pocos conocen de estos dos diarios del hombre más extraordinario que ha dado Cuba. 

Su “Diario de campaña”, por otra parte, es uno de los grandes monumentos históricos y literarios de la nación. Como obra de letras, sorprende por su absoluta modernidad y el ritmo vertiginoso de su prosa poética, escrita de prisa y a la intemperie, en la que el enorme talento de Martí no sólo pinta y describe personajes de su inmediatez, desde un general hasta un humilde campesino, sino también traza un cuadro único del paisaje cubano oriental y su naturaleza más salvaje y deslumbrante. Aunque se ha puesto su traje de guerrero, Martí no renuncia a su pluma de poeta. 

Escrito entre el 9 de abril y el 17 de mayo de 1895, este diario es, sobre todo, el registro telúrico de los últimos días de un político atormentado por el parto de una guerra necesaria para alcanzar la independencia de la metrópolis y fundar una república ―“Escribo poco y mal, porque estoy pensando con zozobra y amargura”. Es el testamento de un alma en pena que se está jugando el todo por el todo en una lucha consigo mismo, con sus compañeros de armas y con el futuro “en la soledad en que voy”. Martí sabía muy bien que todo lo que dijera en sus páginas tendría una repercusión histórica y política y, como buen conspirador que era ―abogado y político, al fin y al cabo―, dijo y dejó de decir lo que su luz natural de estratega le permitió, de acuerdo con sus precisos intereses políticos y humanos.
Sin embargo, al margen de sus silencios elegidos, este diario fue mutilado y faltan en él varias páginas clave. El dedo acusador de la historia señala a Máximo Gómez Báez como el gran inquisidor que arrancó estas páginas y nos privó de la versión de Martí sobre los dolorosos hechos del encuentro en "La Mejorana”, el 5 de mayo, entre Antonio Maceo, Gómez y el autor de "Versos sencillos". 

¿Qué decían estas páginas? Mucho se ha especulado, pero, a ciencia cierta, nadie sabe su contenido. Según algunos, probablemente contenía un desglose de fondos financieros y sus destinatarios, entre los que estaba Gómez, que en público afirmaba no querer ni necesitar dinero para su esposa y familia, pero que entre bambalinas exigía que ellos recibieran ayuda, que habría sido canalizada a través de Estrada Palma, desde Nueva York a República Dominicana. Otros especulan que Martí habría narrado con detalles la violencia desbordada de un Maceo soberbio, que incluso le habría propinado, en el paroxismo de su ira de caudillo, una sonora bofetada a Martí. Todo esto y mucho más se podrían barajar como motivos que llevaron a Gómez a mutilar, alevosamente, para la posteridad las páginas de este diario.

El hecho es que esta obra es el registro de una verdadera tragedia que marcó el curso de la historia de Cuba. Tragedia porque los tres grandes líderes de la emancipación era tres hombres con sus respectivas razones para parapetarse en sus principios, convicciones y estrategias de cómo llevar a cabo la guerra: eran tres hombres que no se querían, pero que tenían un fin en común. ¿Se admiraban? Tal vez. Gómez y Maceo, por una parte, con un espíritu militar y caudillista, y Martí, en su soledad abismal, con un espíritu civilista. “Todo hombre es la semilla de un déspota”, había sentenciado Martí, quien sabía perfectamente que aquella reunión era el encuentro de tres déspotas, aunque él era el ilustrado, cosmopolita y visionario, y los otros dos, los reyes de la testosterona aguerrida, machete en mano y a la carga. 

En “La Mejorana” Gómez estaba obsesionado con la idea de lograr, como Mayor General del Ejército Libertador, la obediencia y el respeto de Maceo, que estaba capeando por su cuenta, luego de que lo sometieran a Flor Crombet, y también de darle un carácter marcial a la contienda, lo que lo lleva a nombrar Mayor General a Martí, es decir, lo hace otro militar más ―a Gómez le repugnaba que le dijeran “Presidente” a Martí. Maceo, con su visión militarista y su arrojo pragmático ―¡todo el poder a los generales! ―, quería imponer su estrategia de primero alcanzar la independencia de España para luego crear un país, que no existía. Y Martí estaba poseído por el afán de hacer una guerra justa y con los principios civilistas de la república y, desde entonces, necesitaba inventar un país que tenía que existir, pero que sólo estaba en su alma. Los tres tenían razones que chocaban abiertamente entre sí, de ahí la tragedia. 

Años antes, Martí había tenido que decirle a Gómez, que además era extranjero: “Un pueblo no se funda, general, como se manda un campamento militar”. Desde entonces, comenzaron a crecer las raíces de muchos males que ha padecido y padece aún Cuba, incluido el castrismo, la más aberrante expresión socio-histórica de aquel caudillismo y de aquellos fulanismos extremos y teatrales ―“Maceo, en un caballo dorado, en traje de holanda gris: ya tiene plata la silla, airosa y con estrellas”, escribió Martí en su diario de prisa, sin más comentarios.

La última página del diario está escrita el 17 de mayo. El 19 de mayo de 1895 caía en dos Ríos, desde su caballo “Baconao”,José Martí. “Por la causa de Cuba me dejaría clavar en la cruz”, había dicho, y lo crucificaron balas españolas. Pero, ¿quiénes apretaron el gatillo? 

“La muerte de Martí no tuvo beneficio para la patria ni gloria para él”, dijo Máximo Gómez. ¿Es justa esta afirmación? Su país inventado, hoy una realidad trágica, algún día podría dar una respuesta definitiva… Mientras tanto, sirva este texto para rendirle homenaje, por otro 28 de enero, a quien nos inspira perturbadoramente desde sus palabras y desde sus silencios.

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire