El retroceso sufrido por la sociedad cubana la sitúa en condiciones muy similares a las de la época en que Martí vivió.
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Las efemérides, además de recuerdos, constituyen una fuente viva de experiencias. Si las mismas están referidas a figuras cuyas ideas fundacionales no se han concretado, entonces asumen un significado mayor. Ese es el caso de José Martí y Pérez al arribar al 161 aniversario de su natalicio.
El pensamiento martiano no tiene valor para todas las épocas, pero el retroceso sufrido por la sociedad cubana la sitúa en condiciones muy similares a las de la época en que Martí vivió. Su programa, fruto del análisis de un momento de la historia, no tuvo como propósito servir de guía al presente. Las respuestas a los problemas de hoy hay que deducirlas de la actual situación, por tanto, no están y no pueden estar en la obra martiana. Sin embargo, debido al estancamiento social sufrido, el núcleo esencial de sus ideas conforma una asignatura pendiente; una peculiaridad que le otorga vigencia a su pensamiento.
Autor de una obra universal y prolífica, José Martí fue y sigue siendo usado para justificar desde la más noble hasta la peor de las causas, incluyendo la autoría de acciones posteriores a su desaparición física, los intentos de emparentarlo con ideologías ajenas a él como es el caso de la doctrina comunista y de cercenar su pensamiento para solapar deficiencias y ocultar la falta de voluntad política para asumir su conducta.
Entre las cualidades que distinguen a Martí como político, crítico, historiador, literato, periodista, predicador y maestro, sobresale la ética, expresada en su dimensión humana y universal, en su correspondencia entre pensamiento y acción y en su conducta privada y pública; una de las asignaturas pendientes de antes y de ahora.
Su amor al prójimo abarcó toda su obra práctica e intelectual. Lo prueba el hecho de que, a pesar del inhumano trato recibido en el presidio político, nunca odio a España ni a los españoles, como tampoco, a pesar de su fuerte oposición a la idea de una Roma americana, odió a Estados Unidos; una conducta diametralmente opuesta a los que infunden odio y culpan al otro de males que emanan de su propio egoísmo, irresponsabilidad y limitaciones. Esa conducta de amor al prójimo es asignatura pendiente.
Martí también fue un enemigo declarado del empleo de la violencia. En mayo de 1883, en el artículo Karl Marx ha muerto, a la vez que reconoce los méritos del fundador del marxismo, Martí señala lo que considera sus limitaciones: "Kart Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo de prisa, y un tanto a la sombra, sin ver que no nacen viables, ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de la mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa… Suenan músicas; resuenan coros, pero se nota que no son los de la paz". Y en 1892 expresó: "Y no es el caso preguntarse si la guerra es apetecible o no, puesto que ninguna alma piadosa la puede apetecer, sino ordenarla de modo que con ella venga la paz republicana, y después de ella no sean justificables ni necesarios los trastornos a que han tenido que acudir".
Esa tendencia a la violencia, viejo mal de nuestra historia, es asignatura pendiente.
Las interrogantes contenidas en su estudio crítico de 1880 acerca de los errores de la Guerra de los Diez Años, referidas según sus palabras "a una guerra que no la había ganado España, sino que la perdieron los cubanos", tenía como objetivo descubrir las claves del fracaso. Precisamente de ese análisis emergieron los cimientos de la teoría de la revolución. En su discurso Con todos y para el bien de todos, pronunciado en 1891, Martí explicó que la república —que en su ideario era forma y estación de destino— se diferenciaba de la guerra y del partido, concebidos como eslabones mediadores para arribar a ella. Así, la república, que tuvo su primera manifestación en Guáimaro, asumió su más alta definición como "alma democrática de la nación". Y en el Manifiesto de Montecristi, repitió: La guerra no es "el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro". Si no, como expresó en el acto de fundación del Partido Revolucionario Cubano, ello se hace "de modo que en la conquista de la independencia de hoy vayan los gérmenes de la independencia definitiva de mañana". Es decir, el partido en Martí —como unidad de todas las fuerzas— era necesidad táctica acotada en el tiempo, algo que es hoy asignatura pendiente.
En las Resoluciones de noviembre de 1891, consideradas como el prólogo a las Bases del PRC, planteó: "la organización revolucionaria ha de tener en cuenta las necesidades prácticas derivadas de la constitución e historia del país y no ha de trabajar por el predominio, actual o venidero, de clase alguna; sino por la agrupación, conforme métodos democráticos, de todas las fuerzas vivas de la patria; por la hermandad y acción común de los cubanos residentes en el extranjero; y por la creación de una república justa y abierta…para el bien de todos". Otra asignatura pendiente.
Su desprecio a todo tipo de despotismo, lo llevó a rechazar su participación en el Plan Gómez-Maceo, cuando le escribió al generalísimo Máximo Gómez, "Un pueblo no se funda General, como se manda un campamento". Y en 1894, recordaba que "un pueblo no es la voluntad de un hombre solo, por pura que ella sea… Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas, impedidas por la timidez o precipitadas por la ignorancia"; una conducta que se repite una y otra vez en la actualidad y por tanto es asignatura pendiente.
Para Martí, el concepto de patria, que José Antonio Saco había elevado hasta el de "patria-nación", era "comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, dulcísimo y consoladora de amores y esperanzas"; mientras el de república, era "estado de igualdad de derecho de todo el que haya nacido en Cuba; espacio de libertad para la expresión del pensamiento; de muchos pequeños propietarios; de justicia social, que implicaba el amor y el perdón mutuo de una y otra raza, edificada sin mano ajena ni tiranía, para que cada cubano sea hombre político enteramente libre". Definiciones que remata con un ideal devenido puro formalismo: "yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
José Martí, que además de historia es presente, nuevamente nos invita en el aniversario de su natalicio no a que lo calquemos, pues estamos en tiempos distintos de los suyos, pero si a que tengamos en cuenta las claves y esencias de un ideario que conserva su vigencia, razón por la cual tiene un lugar reservado en los cambios que reclama la sociedad cubana.
Por todo ello y por mucho más, la mejor manera de honrarlo es asumir las asignaturas pendientes con una conducta consecuente. Su pensamiento, síntesis de amor, virtud y civismo debe y tiene que estar en las bases de la nueva sociedad, de la nación por concluir y de una república inspirada en la dignidad plena del hombre, todo lo cual es asignatura pendiente.
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