Una escena casi milagrosa, rescatada del más allá: Fidel Castro y Kcho el pasado 8 de enero en un estudio inaugurado en La Habana. |
Tal como vemos circular por la internet alguno de esos frecuentes chistes sobre las escasas luces que caracterizarían a los individuos oriundos de Galicia -según la injusta opinión que de ellos tienen la mayoría de los criollos de todo el continente latinoamericano- parece que un 15 de febrero del año 1898 a alguno de ellos se le ocurrió la genial idea de volar al acorazado Maine que a la sazón estaba amarrado a un muelle del puerto de La Habana.
Al menos que -como opinan ciertos malpensados- hayan sido los propios americanos que lo hayan llevado a cabo todo, a sangre fría con taimado sigilo e impecable habilidad, a fin de tener un pretexto ante la opinión mundial para acabar de desbaratar lo poco que quedaba del antaño inmenso Imperio de la Corona de Castilla y León.
Veintiocho años después de que en la boca de la Bahía de Santiago de Cuba los yumas le dieran una tremenda y memorable entrada de nalgadas a aquellos arrogantes iberos, precipitando a los negros abismos de la fosa de Barttlet a los cadáveres de más de quinientos y cogiendo prisioneros -rendidos vivitos y coleando- a más de veintemil galleguitos de sonrosados cachetes, nace en Birán del vientre de una criada criolla en la casona de su señor padre, un hijo bastardo de uno de esos mismos gallegos derrotados apenas un cuarto de siglo antes. Parece que ese mismo gallego ex combatiente, es decir, presunto exterminador de mambises, tuvo ciertos problemitas que lo dejaron algo resentido con la United Fruit Company, a la que servía de colono cañero.
El mito tambaleante
Ya bastante tarajayudito el niño fue reconocido por su padre, quien entretanto se había casado con su señora madre, haciéndola con esto ascender socialmente a la condición de ama de la misma casona donde anteriormente ella había humildemente asegurado el servicio doméstico.
Unos treinta y pico de años después vemos a este mismo individuo -con todo ese bagaje de humillaciones acumulado en su alma- convertido en líder supremo de la gesta antiimperialista mundial de la Tricontinental, capaz de provocar la tercera Guerra Mundial, y la primera (y posiblemente única y última) Guerra Atómica de toda la Historia de la Humanidad, elevado hasta la cima de la gloria militar y política, y adorado por la más brillante intelectualidad universal como supremo héroe de los oprimidos. Definitivo amo y señor de todo -y del destino de todos- en ese mismo país que lo había visto en tan desfavorable condición nacer.
Hoy, otros tantos años después, lo vemos asistir demacrado y tambaleante a una exposición de las obras del Leonardo da Vinci que le tocó a él, porque parece que en eso de proteger a destacados artistas no tuvo tanta suerte como la que tuvo Francisco Primero de Francia.
Sic transit gloria mundi, decían los romanos: Así pasan las glorias de este mundo.
Debemos hacer un esfuercito por tratar de entender a este singular compatriota. Habiendo tenido tan extraordinario destino personal, arrastró simultáneamente a millones de seres humanos al fracaso colectivo más rotundo de todas las revoluciones que haya habido jamás en Latinoamerica, y hoy se muestra reducido a una condición poco halagüeña para su tan naturalmente escrupulosa y magullada autoestima.
Desaforado en su jelengue
En fin de cuentas, el infeliz nos hizo el favor de sacarnos de esa isla -dos millones de cubanos tuvimos la suerte de escapárnosle a su descabellado proyecto- para hacernos beneficiar de mejores oportunidades de desarrollo personal y profesional de las que la mayor parte de los exiliados hubiéramos logrado alcanzar en Cuba.
El desaforado jelengue que ha sido toda su vida terminó en causa de nuestro presente bienestar. No trabajó solamente para el inglés, quien parecería ser que muy pronto se va a poder comprar baratico, baratico, lo que quede de esa isla, sino también para nosotros, sus acérrimos enemigos.
Hay gente que anda viendo -o procurando ver- milagros por todas partes, sin darse cuenta que el mayor milagro es el del misterio que envuelve a cada diverso destino individual. Y que mucho mayor es el misterio fundamental de la vida misma.
¿Cómo puede ser que de una simple hierba -como lo es la caña- con luz y calor solar, abundantes aguaceros y un poquito de tierra, la Vida Universal haga ese guarapo del cual, gracias al ingenio humano, podemos obtener los blancos cristales de la dulce azúcar?
Porque Nuestra Común Madre Naturaleza es la única divinidad que serena y secretamente constantemente realiza los infinitamente numerosos milagros con los cuales nos mantiene en vida, sin siquiera exigirnos que se lo agradezcamos ni que lo tengamos en cuenta.
*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica el pintor cubano Ramón Alejandro enCaféFuerte.
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