La Habana da la bienvenida al financiamiento extranjero, pero una vez que el proyecto es operativo, quiere apoderarse de él, advierten.
La nueva Ley de Inversiones Extranjeras "aprobada" el fin de semana por la Asamblea Nacional del Poder Popular es recibida con profundo escepticismo por empresarios y analistas debido al historial del Gobierno cubano, que incluye el encarcelamiento de algunos ejecutivos y la búsqueda de control sobre emprendimientos que resultan exitosos, informa Reuters.
"Considerando lo que sabemos hasta ahora, esto representa cierta mejora en el clima de inversiones, pero todavía existen obstáculos importantes", dijo Richard Feinberg, exconsejero de Seguridad Nacional durante el Gobierno de Bill Clinton y hoy profesor de la Universidad de California, San Diego. "No lo sabremos realmente hasta que veamos cómo es aplicada en la práctica".
La ley reconoce que el capital extranjero es crucial para el desarrollo económico de Cuba, pero decepciona a quienes esperaban mayores cambios, como permitir que las empresas extranjeras contraten libremente a sus empleados cubanos en lugar de hacerlo a través de una entidad estatal.
El Gobierno dijo que necesita entre 2.000 y 2.500 millones de dólares anuales en inversión extranjera directa para lograr la meta de un crecimiento anual del 7 por ciento.
Economistas calculan que la inversión extranjera directa en Cuba ronda hoy apenas unos pocos cientos de millones de dólares y que la economía debe crecer solo un 2,2 por ciento este año.
Las autoridades de la Isla quieren conducir a los inversores extranjeros hacia sectores como agricultura, infraestructura, azúcar, níquel, la renovación de edificios y negocios de bienes raíces.
Para conseguirlo, la nueva ley recorta a la mitad los impuestos sobre las utilidades, elimina el impuesto sobre el uso de mano de obra y ofrece una moratoria de ocho años para empezar a tributar sobre las ganancias. Pero la forma en que el Gobierno ha tratado en el pasado a los empresarios sugiere prudencia.
Hombres de negocio señalan que, por ejemplo, las autoridades dejan que las propuestas extranjeras languidezcan sin explicación. En este caso estarían negociaciones con varios grupos sobre la construcción de campos de golf y urbanizaciones de lujo, que pese al entusiasmo inicial no han prosperado.
"El problema con la nueva ley es que a excepción de los impuestos poco ha cambiado", dijo un diplomático europeo que pidió no ser identificado. "Al final, toda la ley continúa siendo discrecional".
Algunos expertos dicen que la aproximación de La Habana a las empresas extranjeras ha sido arbitraria. Si un negocio tiene éxito, el Gobierno a menudo quiere una participación mayor. Da la bienvenida al financiamiento extranjero, pero una vez que el proyecto es operativo, quiere hacerse cargo.
"Usa a los extranjeros donde mejor le convenga. Y los dejas fuera tan pronto como pierdan utilidad", dijo otro diplomático europeo que también requirió el anonimato.
El Gobierno ha cerrado más emprendimientos mixtos de los que abrió desde que el Partido Comunista aprobó las reformas económicas en 2011.
El año pasado el grupo anglo-holandés Unilever cerró un emprendimiento conjunto tras 15 años, tras no ponerse de acuerdo con el Gobierno sobre quién tendría la participación de control.
Más preocupante para los inversores fue el encarcelamiento de los ejecutivos de la compañía británica de inversiones Coral Capital Group Ltd, acusados de cometer fraudes no especificados.
En junio de 2013 los ejecutivos británicos fueron hallados culpables de cargos menores y liberados después de más de un año de prisión. En el pasado era más probable que el Gobierno deportara a hombres de negocios sospechosos.
El empresario francés Michel Villand dejó de hacer negocios en Cuba tras establecer una exitosa cadena de panaderías llamada Pain de París, ahora en manos del Gobierno.
En su libro Mi socio Fidel Castro, Villand escribió que el Gobierno cubano lo defraudó al mantener una doble contabilidad y ofrecerle una suma ridículamente baja por su participación.
"Fundar una empresa mixta en Cuba para una pequeña o mediana empresa extranjera es lo mismo que ponerse una soga al cuello", dijo el empresario a la agencia española de noticias EFE.
Aún así otras compañías extranjeras han permanecido en Cuba, entre ellas el gigante suizo de los alimentos Nestlé, la británica Imperial Tobacco Group y la española Meliá Hotels Internacional.
"Todavía es un lugar para hacer negocios. Pregunte a los brasileños. Acaban de colocar 800 millones de dólares allí", dijo Kirby Jones, el presidente de Alamar Associates, una consultora para empresas interesadas en Cuba.
El banco estatal de desarrollo de Brasil, BNDES, ha financiado la zona especial de desarrollo en el puerto del Mariel, construido por el gigante brasileño de la ingeniería Odebrecht S.A.
"La nueva ley probablemente alentará a los inversionistas extranjeros a echar otro vistazo a Cuba", opinó por su parte Thomas Herzfeld, cuyo Herzfeld Caribbean Basin Fund agrupa acciones y otros activos que, en su opinión, se beneficiarían de un eventual fin del embargo de Estados Unidos.
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