Café Fuerte
Por Miguel Fernández Díaz*
No hay “nuevas revelaciones” sobre hechos históricos si la fuente de partida no es correcta. Un reciente artículo del doctor José Antonio Soto, publicado por El Nuevo Herald, me ha motivado a retomar el tema de la muerte de José Martí con el ánimo de esclarecer ciertas aseveraciones que me parecen sin el necesario respaldo de hechos y documentos.
El análisis médico-histórico del doctor Soto sobre el fallecimiento de Martí parte de “los originales de la autopsia, accesibles por Internet”, que se guardan “tras las celosías del Archivo Nacional de Cuba”.Aparte de que no hubo autopsia, sino apenas reconocimiento forense del cadáver el 23 de mayo de 1895, el acta original, fechada el 27 de mayo por el médico militar español Pablo Valencia Forns, se atesora en el Archivo Central del Instituto de Historia Cultural y Militar de España.
Allí la consultó el historiador Rolando Rodríguez García para incluirla en su libro Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente (La Habana: Ciencias Sociales, 2001), el único registrado bajo el epígrafe “Muerte y entierro de Martí” en la Biblioteca del Congreso de EE. UU. (Clasificación F1783 M38R5772001).
Los disparos
Al confrontarla con la versión más difundida, desde el 1 de junio de 1895 por el diario La Discusión, Rodríguez García advirtió que Valencia Forns ubicó la herida de bala en el tercio inferior del muslo derecho hacia su parte prostera (del griego prosthe, delantera o externa) y no interna, como aparentemente leyó en “los originales” el doctor Soto, quien por ello refiere “la entrada del proyectil por el lado interno del muslo derecho” para determinar “una trayectoria balística”.
El artículo también afirma que el “segundo disparo, posiblemente de otro tirador, penetra el muslo derecho que queda expuesto y levantado por las fuerzas de tracción y gravedad”. Sin embargo, en ocasión del centenario de la tragedia, el doctor Antonio Cobo Abreu publicó sus Consideraciones médico-legales sobre la muerte de Martí (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1895), entre ellas que Martí recibió el primer disparo en el tórax, el segundo en el cuello -con la cabeza híper extendida por efecto del impacto anterior- y el tercero mientras caía, al cruzar la pierna derecha por encima del caballo.
No hay “nuevas revelaciones” sin demostrarse antes la invalidez de hipótesis previas, sobre todo si Cobo Abreu precisó las trayectorias de los proyectiles tras detectar que Valencia Forns había incurrido en “el error del espejo”, esto es: referir la posición anatómica del cadáver desde el lado del observador.
Valencia Forns indicó, por ejemplo, que el balazo en el pecho salió por “el cuarto espacio intercostal derecho”. Y este apareció intacto en 1907, al contrario de la escápula izquierda. Sin advertir un error tan significativo, el Dr. Soto considera el texto de Valencia Forns como “detallado sobre las trayectorias balísticas.”
Análisis médico-histórico
En junio de 1968, el mensuario Patria, que todavía era la publicación oficial de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, reportó cómo el catedrático de Medicina Legal Francisco Lancís Sánchez había demostrado en la Fragua Martiana, con perfiles a tamaño natural del jinete y su potro, que Martí recibió el balazo mortal en el pecho, mientras cabalgaba.
A su vez el historiador Pedro Carrillo había sentado que el práctico cubano Antonio Oliva se atribuyó la muerte de Martí, pero jamás haberlo rematado en el suelo, como dijo el cabo español Juan Trujillo (La Discusión, mayo 23 de 1899) y repitieron desde Ezequiel Martínez Estrada hasta Guillermo Cabrera Infante.
Lancís Sánchez y Carrillo zanjaron así la polémica que el cirujano dentista Jorge Castroverde había desatado en el X Congreso Nacional de Historia, en 1952, al conjeturar la imposibilidad de que Martí hubiera sido baleado en el pecho encima del caballo. El Congreso acordó que una comisión técnica estudiara el caso y diera conclusiones definitivas, pero no hubo resultado condigno hasta este análisis médico-histórico de la muerte de Martí en 1968, que no da margen para “nuevas revelaciones”.
Imprecisiones y desmentidos
Hay varias imprecisiones en la narrativa del artículo de El Nuevo Herald. Según el doctor Soto, “Martí fue emboscado [y] cabalgaba al frente de la tropa (…) seguido de cerca por otros”. Entre otras muchas fuentes, los jefes de ambos bandos en la escaramuza de Dos Ríos desmienten tales circunstancias.
El jefe español, José Ximénez de Sandoval, aclaró en carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fechada en Valencia el 4 de julio de 1908, que “Martí no cayó en una emboscada” (Alrededor de la acción de Dos Ríos, La Habana: Seoane, Fernández y Cía, 1942). Y el jefe mambí, Máximo Gómez, apuntó en su diario: “Cuando Martí cayó, me había abandonado y se encontraba solo, con un niño que jamás se había batido: Miguel (sic) de la Guardia”.
Gómez anotó mal el nombre, pero está bien confirmado por testigos de ambos bandos que Martí, desorientado en medio del combate, era seguido tan sólo por el subteniente Ángel de la Guardia. Esta imagen de soledad y desamparo quedó plasmada en el óleo La muerte del Apóstol (1918), que Esteban Valderrama exhibió en el Salón Nacional de Arte de La Habana, en febrero de 1918, y acabó destrozándolo en reacción emotiva frente a la crítica punzante.
Y aunque desde siempre cada cual presenta al Martí que le conviene, su muerte ha sido tan bien estudiada que se torna indócil frente a “nuevas revelaciones”. Lo que puede hacerse es contrarrestar la implosión del conocimiento que sobreviene por acomodo tanto de errores interpretativos como de gambitos ideológicos dentro de las construcciones historiográficas.
*Ex profesor de Derecho de la Universidad de La Habana y autor de La muerte indócil de José Martí (2005).
Artículo de referencia: “Nuevas revelaciones sobre la muerte de José Martí“
Foto del cadáver de Martí, presuntamente tomada el 9 de junio de 1895, cuando fue exhumado por las autoridades españolas para fines de identificación. |
Por Miguel Fernández Díaz*
No hay “nuevas revelaciones” sobre hechos históricos si la fuente de partida no es correcta. Un reciente artículo del doctor José Antonio Soto, publicado por El Nuevo Herald, me ha motivado a retomar el tema de la muerte de José Martí con el ánimo de esclarecer ciertas aseveraciones que me parecen sin el necesario respaldo de hechos y documentos.
El análisis médico-histórico del doctor Soto sobre el fallecimiento de Martí parte de “los originales de la autopsia, accesibles por Internet”, que se guardan “tras las celosías del Archivo Nacional de Cuba”.Aparte de que no hubo autopsia, sino apenas reconocimiento forense del cadáver el 23 de mayo de 1895, el acta original, fechada el 27 de mayo por el médico militar español Pablo Valencia Forns, se atesora en el Archivo Central del Instituto de Historia Cultural y Militar de España.
Allí la consultó el historiador Rolando Rodríguez García para incluirla en su libro Dos Ríos: a caballo y con el sol en la frente (La Habana: Ciencias Sociales, 2001), el único registrado bajo el epígrafe “Muerte y entierro de Martí” en la Biblioteca del Congreso de EE. UU. (Clasificación F1783 M38R5772001).
Los disparos
Al confrontarla con la versión más difundida, desde el 1 de junio de 1895 por el diario La Discusión, Rodríguez García advirtió que Valencia Forns ubicó la herida de bala en el tercio inferior del muslo derecho hacia su parte prostera (del griego prosthe, delantera o externa) y no interna, como aparentemente leyó en “los originales” el doctor Soto, quien por ello refiere “la entrada del proyectil por el lado interno del muslo derecho” para determinar “una trayectoria balística”.
El artículo también afirma que el “segundo disparo, posiblemente de otro tirador, penetra el muslo derecho que queda expuesto y levantado por las fuerzas de tracción y gravedad”. Sin embargo, en ocasión del centenario de la tragedia, el doctor Antonio Cobo Abreu publicó sus Consideraciones médico-legales sobre la muerte de Martí (Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1895), entre ellas que Martí recibió el primer disparo en el tórax, el segundo en el cuello -con la cabeza híper extendida por efecto del impacto anterior- y el tercero mientras caía, al cruzar la pierna derecha por encima del caballo.
No hay “nuevas revelaciones” sin demostrarse antes la invalidez de hipótesis previas, sobre todo si Cobo Abreu precisó las trayectorias de los proyectiles tras detectar que Valencia Forns había incurrido en “el error del espejo”, esto es: referir la posición anatómica del cadáver desde el lado del observador.
Valencia Forns indicó, por ejemplo, que el balazo en el pecho salió por “el cuarto espacio intercostal derecho”. Y este apareció intacto en 1907, al contrario de la escápula izquierda. Sin advertir un error tan significativo, el Dr. Soto considera el texto de Valencia Forns como “detallado sobre las trayectorias balísticas.”
Análisis médico-histórico
En junio de 1968, el mensuario Patria, que todavía era la publicación oficial de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, reportó cómo el catedrático de Medicina Legal Francisco Lancís Sánchez había demostrado en la Fragua Martiana, con perfiles a tamaño natural del jinete y su potro, que Martí recibió el balazo mortal en el pecho, mientras cabalgaba.
A su vez el historiador Pedro Carrillo había sentado que el práctico cubano Antonio Oliva se atribuyó la muerte de Martí, pero jamás haberlo rematado en el suelo, como dijo el cabo español Juan Trujillo (La Discusión, mayo 23 de 1899) y repitieron desde Ezequiel Martínez Estrada hasta Guillermo Cabrera Infante.
Lancís Sánchez y Carrillo zanjaron así la polémica que el cirujano dentista Jorge Castroverde había desatado en el X Congreso Nacional de Historia, en 1952, al conjeturar la imposibilidad de que Martí hubiera sido baleado en el pecho encima del caballo. El Congreso acordó que una comisión técnica estudiara el caso y diera conclusiones definitivas, pero no hubo resultado condigno hasta este análisis médico-histórico de la muerte de Martí en 1968, que no da margen para “nuevas revelaciones”.
Imprecisiones y desmentidos
Hay varias imprecisiones en la narrativa del artículo de El Nuevo Herald. Según el doctor Soto, “Martí fue emboscado [y] cabalgaba al frente de la tropa (…) seguido de cerca por otros”. Entre otras muchas fuentes, los jefes de ambos bandos en la escaramuza de Dos Ríos desmienten tales circunstancias.
El jefe español, José Ximénez de Sandoval, aclaró en carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fechada en Valencia el 4 de julio de 1908, que “Martí no cayó en una emboscada” (Alrededor de la acción de Dos Ríos, La Habana: Seoane, Fernández y Cía, 1942). Y el jefe mambí, Máximo Gómez, apuntó en su diario: “Cuando Martí cayó, me había abandonado y se encontraba solo, con un niño que jamás se había batido: Miguel (sic) de la Guardia”.
Gómez anotó mal el nombre, pero está bien confirmado por testigos de ambos bandos que Martí, desorientado en medio del combate, era seguido tan sólo por el subteniente Ángel de la Guardia. Esta imagen de soledad y desamparo quedó plasmada en el óleo La muerte del Apóstol (1918), que Esteban Valderrama exhibió en el Salón Nacional de Arte de La Habana, en febrero de 1918, y acabó destrozándolo en reacción emotiva frente a la crítica punzante.
Y aunque desde siempre cada cual presenta al Martí que le conviene, su muerte ha sido tan bien estudiada que se torna indócil frente a “nuevas revelaciones”. Lo que puede hacerse es contrarrestar la implosión del conocimiento que sobreviene por acomodo tanto de errores interpretativos como de gambitos ideológicos dentro de las construcciones historiográficas.
*Ex profesor de Derecho de la Universidad de La Habana y autor de La muerte indócil de José Martí (2005).
Artículo de referencia: “Nuevas revelaciones sobre la muerte de José Martí“
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