samedi 8 février 2014

Dinero para cambiar


Raúl Rivero en El Mundo

COMO EL Gobierno de Cuba decidió abrir con amplitud la inversión extranjera, ha permitido que los cubanos vendan pan y refrescos en las salas de sus casas y en el mes de enero sólo realizó 1.059 arrestos arbitrarios por motivos políticos, en Bruselas se suscribió esta semana un mandato para abrir la negociación de un acuerdo bilateral con La Habana. Será aprobado el lunes en las sesiones del Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea.

De esa manera queda abierto el camino para eliminar la llamada Posición Común, una medida tomada por Europa en 1996 que condiciona el desarrollo de las relaciones con la dictadura caribeña al avance del proceso democrático y al respeto a los derechos humanos. Pero esas son cosas del siglo pasado.

El viejo continente no tiene que quedarse fuera de la repartición de las ruinas del socialismo real después de más de medio siglo de fracaso por irreal. Mucho menos ahora que México y Brasil, con ínfulas de superpotencias y sueños de imperios de segunda, alcanzaron los primeros lugares en la fila de los mojitos en la Habana Vieja durante una reunión que llevó a Cuba hace unos días a 33 jefes de estados y gobiernos de aquella región del mundo.

Entre los entusiastas que recorrieron en guayabera la zona colonial de la capital cubana estaba también el Secretario General de ONU, Ban Ki-moon, al que le hicieron un corte de pelo en una barbería particular y luego corrió a fotografiarse con Fidel Castro.

Si las cosas están así y los vecinos y representantes de instituciones internacionales se ponen sin sonrojos espejuelos negros y orejeras de pencas de guano, no hay razón aparente para que los demócratas europeos continúen en posiciones rígidas con el grupo de pícaros que lleva 55 años en el poder.

La oposición pacífica, los presos políticos, los periodistas independientes y los grandes sectores empobrecidos y sin porvenir de la sociedad cubana reciben con claridad, en los calabozos y acosados en las calles, el mensaje de la alta política europea. Y lo reciben, con júbilo en sus palacios de Quito, Managua, La Paz y Caracas, los representantes del llamado totalitarismo moderno, una manera de resucitar a Stalin y perpetuar el castrismo con el dinero de los capitalistas. No importa su origen. Ni si son salvajes o amaestrados.

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