El blog de Javier Orrico
Licenciado en Literatura Hispánica por la Universidad Complutense y catedrático de instituto de Lengua y Literatura, Javier Orrico se incorporó en 1990 a Diario 16 de Murcia
Llevo muchos años preguntándome en qué consistirá el federalismo del PSOE. Ellos también. Se trata de uno de los mayores enigmas desde las pirámides y el asesinato del general Prim, ambos ya resueltos. Cómo es posible, por el contrario, que un partido que denomina federales todos sus órganos no sepa más de cien años después qué pijo será el federalismo. Me temo que no saben lo que es el federalismo, pero sí saben lo que les pasa: que ya no hay quien se crea que no han sido devorados por los monstruos nacionalistas que alimentaron, y ahora quieren convencernos de que vuelven a la igualdad, asunto que se suponía que era lo suyo.
Todos estos igualitaristas sobrevenidos son, por cierto, los mismos que apoyaron serviles a ZP en su “naciones para todos”, título del libro de un servidor que a punto estuvo de costarme si no el exilio, sí algún par de guájaras sociofederales. Lo que seguimos sin saber, ni ellos tampoco, es si se tratará del federalismo del PSC, que es independiente y asimétrico; o del federalismo del PSE, que ya apoya a Batasuna en la mejor tradición zapatera; o del federalismo del PSPV, que dice que tiene que haber naciones, nacionalidades y regiones (sólo le han faltado feudos, universos, villorrios y resort); o el del PSM (Partido Socialista de Tomás Gómez), cuyo único federalismo conocido es el del visir Iznogud, quiero ser califa en lugar del califa; o el del PSdeG, que ya hizo su propio tripartito en la nación galega; o el del PSC(canario), filoguanche; o el del emirato del PSA, Reino del ERE; o el del PSN (Navarro), encantado con los fueros antifederales; o acaso el de la nada del PSRM (Partido Socialista de la Región de Murcia), metáfora del hundimiento general y lo único que ya queda español, además de Rubalcaba, en este PSOE corroído de sí mismo. Y luego viene Felipe a quejarse de que nos falta un proyecto común. Lo dice él, que le entregó todo el cinturón obrero de Barcelona a los señoritos del Bocaccio, para que jugaran a las naciones, y a los advenedizos como Montilla, que legitimaron la operación.
España se quedó aquel día sin una izquierda nacional. Ese fue el principio de este final triste al que asistimos, la de la Historia de una nación que siempre termina mal, como nos dejó dichoJaime Gil de Biedma. Los grandes poetas en español de aquel Grupo de Barcelona acaso se murieron a tiempo para no asistir a tanta estupidez y a tanta infamia.