No se sabe a ciencia cierta quién es más culpable, si Carromero por su silencio, o el gobierno de España, que reconoce con sus vergonzosos actos presentes la legitimidad de un régimen que ya nadie en occidente duda en calificar abiertamente de dictadura
Las recientesdeclaraciones de Esperanza Aguirre reclamando el indulto de Carromero,
encaminan los proyectores de la actualidad hacia un problema que esconden las
escenas actuadas por los personajes de esta ridícula trama, mientras tras las
bambalinas siguen agitándose las verdaderas manos invisibles que han conformado
las relaciones entre Cuba y España desde que la isla se “independizó” de la
metrópoli.
Esta situación
movería a risa si no estuviésemos hablando de la muerte de varias personas el
pasado mes de julio, en circunstancias que hasta el momento pudieran
calificarse -por lo menos- de confusas. Una de ellas, Osvaldo Payá, llamado a
jugar de toda evidencia, un importante papel en una Cuba post castrista, porque
gozaba de un capital político aceptado entre los grandes hacedores de destinos latinoamericanos y mundiales en la actualidad.
Todos los
interesados estaban esperando con expectación la liberación de Carromero para
saber la verdad, sin embargo la verdad no acaba de llegar y esta extraordinaria
situación genera grandes enojos, -comprensibles de hecho- entre las familias de
los fallecidos. La presente agitación que estamos contemplando desde hace
semanas muestra que el disgusto es real y que la impaciencia gana cada vez más en intensidad. Mientras tanto, el señor
Carromero y su amigo Modig siguen dándole la espalda a la prensa, este último,
incluso, ha llegado a dimitir de su cargo político para dedicarse a asuntos de
más reposo.
Si bien resultaba
comprensible que el español no abriera la boca mientras permanecía en Cuba
(imagino mal a las Fuerzas Especiales españolas desembarcando en La Habana para
rescatarlo) por razones de prudencia. No sólo su silencio resulta inexplicable
ahora, sino que también lo son sus actuales prisiones y toda la mascarada que
le rodea: que si libertad condicional, que si tiene que ir a dormir a la cárcel
entre las cinco y las ocho, que si le van a poner un brazalete electrónico, que
si va a conservar o no su cargo dentro del ayuntamiento, que si sus –numerosas-
contravenciones se deben a problemas de aparcamiento, que si su salario… Todavía
no hemos visto a su familia en Telecinco mostrando fotos de un Carromerito
despreocupado montando en bicicleta o tomándose un helado en el Parque del
Retiro, pero supongo que también tendremos derecho, porque aquí lo importante
no parece la intención esclarecer de una vez y por todas lo que ha sucedido,
sino todo lo contrario.
Las relaciones
económicas entre España y Cuba siguieron siendo estrechas tras la firma del
Tratado de París, los peninsulares controlaban el comercio mayorista de la
isla y esta situación se mantuvo al
menos hasta que Castro se hizo con el poder en 1959. No tengo los datos del
periodo posterior pero me consta que el general Franco le adoraba y que por
algún tiempo sus relaciones personales fueron excelentes, prueba de ello es que
en algún momento, todos los autobuses que circulaban por la ciudad de La Habana
eran españoles de la marca Pegaso. Más adelante, a principios de los años
ochenta las cadenas hoteleras, con sol Meliá a la cabeza hicieron grandes y
jugosas inversiones en la isla, beneficiándose de las increíbles ventajas
ofrecidas por el dictador a sus millonarias inversiones, específicamente en lo
que concierne la gestión del personal,
administrado y pagado por la parte cubana, en pesos no convertibles, mientras
que los enormes beneficios generados iban (van todavía) a las manos de los
empresarios españoles y las empresas estatales cubanas, dirigidas -todas las
que generan divisas-, por militares o personas vinculadas estrechamente a la
cúpula gobernante, sin que los cubanos sepamos claramente a qué se dedica todo
ese dinero ganado con el sudor de los trabajadores de la isla.
En todo caso, muy
grandes han de ser los intereses que se mueven tras las bambalinas para que
Carromero mantenga todavía la boca cerrada, pero sobre todo, para que el
gobierno español –de derechas, ¡por Dios!- reconozca el fallo de un Tribunal
cubano, reconociendo las garantías procesales de la mascarada bayamesa que lo
condenara, manteniéndole preso todavía.
En resumen, no se
sabe a ciencia cierta quién es más culpable, si Carromero por su silencio, o el gobierno de
España, que reconoce con sus vergonzosos actos presentes la legitimidad de un
régimen que ya nadie en occidente duda en calificar abiertamente de dictadura.
Por eso saludamos la voz levantada de Esperanza Aguirre y de todos los que por
su peso político estén en condiciones de hacerse oír, para que de una vez, el
gobierno asuma una posición clara con respecto al castrismo y que la familia de
los fallecidos pueda por fin, tras tantos sinsabores, encontrar el sosiego que
merecen.
ACC, 18 de enero de 2013
perdona pero por si no lo saves carromero ya esta en livertad y ademas se izo mas rapido de lo normal para otros casos
RépondreSupprimergracias amigo. bueno cierto pero sigue sin hablar así es que no es tan libre como aparenta. ¿no?
SupprimerHola! Gracias por el mensaje. Sí, ya camina y se mueve y hasta come! Pero lo que es hablar, no habla!
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