GABINO PONCE HERRERO. Información.es » Opinión
Precisamente cuando en España se discute vivamente sobre la estructura administrativa territorial, cuando las autonomías son cuestionadas por unos y defendidas por otros, cuando se aboga por la "concentración municipal" en estructuras administrativas más solventes y sostenibles, cuando no se sabe qué papel otorgar a las diputaciones provinciales, aparece Planificación territorial. Propiedad y Valoración Catastral, un interesante estudio del alicantino Félix Pillet, catedrático de Geografía Humana, que publica el Grupo Editorial Siglo XXI.
El autor analiza la evidente contradicción entre estructuras administrativas viejas y modernas, que compiten por competencias ante el reto de una administración territorial eficiente y equilibrada, en manifiesto desacuerdo con su sostenibilidad. Para contextualizar adecuadamente la investigación de Pillet, más allá de las actuales circunstancias económicas y políticas, cabe precisar que su análisis se incardina en la necesaria reorganización de los territorios frente a un sistema socioeconómico (y también político) de escala mundial, en el que chirrían las viejas administraciones territoriales decimonónicas. El actual espacio mundializado de actividades demanda unas estructuras territoriales más eficaces y competitivas, como bien han entendido hace tiempo los empresarios valencianos. También deben ser nuevas estructuras más equilibradas y justas desde la sostenibilidad social.
Las teorías actuales en ordenación del territorio enfrentan las estructuras territoriales verticales heredadas (configuraciones piramidales en cuyas cúspides se hallan grandes ciudades fuertemente consolidadas, que compiten por ampliar sus áreas de influencia a costa de subordinar más territorios), con las estructuras de ciudades en red, más abiertas y flexibles, que pueden, al tiempo que ser eficaces, redistribuir más y mejor por el territorio los equipamientos y servicios del Estado del bienestar. Entre "monocentrismo y policentrismo" el libro de Pillet toma claramente partido por la segunda opción.
Al cumplirse tres décadas de la nueva organización de España como Estado descentralizado, es conveniente (y de actualidad) establecer un balance del camino recorrido hacia esa meta de mejora de la gestión y administración. También aquí el autor toma partido al señalar las evidentes deficiencias del complejo sistema administrativo configurado, con nuevas estructuras que no llegan a ser todo lo eficientes que sería de esperar, frente a viejas estructuras que se resisten a perder competencias.
En esa revisión de la administración territorial, Pillet concluye que los municipios más pequeños deben reagruparse, y que la tutela que ahora ejercen las diputaciones sobre ellos debería recaer en las cabeceras de las "Áreas Funcionales Urbanas", que habría que crear para una más eficaz gestión local (local entendido como comarca o área funcional, no como espacio municipal).
Sigue identificando las provincias como un obstáculo para la correcta ordenación regional. Necesarias en un Estado centralizado, todos los análisis apuntan a su pérdida de funcionalidad, y a la conveniencia de que sus exiguas funciones pasen, unas, a los Gobiernos regionales y otras a las estructuras comarcales. Si los pequeños municipios son inviables, parece que tal circunstancia se extiende a las pequeñas autonomías. El autor analiza las incongruencias del actual Estado autonómico y las tendencias antagónicas hacia la "recentralización" o hacia un "Estado federal", pasando por el intermedio de un "Estado asimétrico". El difícil encaje se manifiesta en las competencias en materia de recaudación de impuestos y de reparto de servicios públicos, e incluso en la representatividad del Senado como cámara territorial.
Entre las numerosas propuestas de planificación territorial que hace, pueden destacarse las de "comarcalización funcional", poniendo como ejemplo la adecuada trayectoria de los programas Leader y Proder en territorios rurales y periféricos frente al fracaso de los intentos políticos de comarcalización. Cabe recordar que en la Comunidad Valenciana se elaboraron Planes de Acción Territorial -PAT- para entidades comarcales con esa finalidad de mejorar la administración territorial y la proximidad de los servicios a los ciudadanos, pero hoy, más de diez años después, siguen desactivadas.
El autor analiza el destacado papel de la propiedad del suelo en la ordenación del territorio en todas las escalas: desde la local hasta la autonómica; para concluir cómo tales procesos han sido decisivos en la actual concentración de la propiedad del suelo urbano en el conjunto de España. Identifica la vinculación entre burbuja inmobiliaria y concentración de la propiedad, evidenciando la importancia de ese aspecto en la ordenación del territorio, como causa profunda (y oculta) de las grandes transformaciones urbanísticas experimentadas en España, y poderosa fuente de poder que orienta los planes de ordenación e incluso consigue alterar el corpus legal que rige tales procesos. Muy significativo es el análisis de la sobrevaloración del precio de las viviendas derivada de la mala gestión de la planificación urbana en la escala local.
Por todo lo dicho, es obra de recomendada lectura para todos los gestores públicos, pero también para una ciudadanía con frecuencia desnortada ante estos temas tan cruciales.
El autor analiza la evidente contradicción entre estructuras administrativas viejas y modernas, que compiten por competencias ante el reto de una administración territorial eficiente y equilibrada, en manifiesto desacuerdo con su sostenibilidad. Para contextualizar adecuadamente la investigación de Pillet, más allá de las actuales circunstancias económicas y políticas, cabe precisar que su análisis se incardina en la necesaria reorganización de los territorios frente a un sistema socioeconómico (y también político) de escala mundial, en el que chirrían las viejas administraciones territoriales decimonónicas. El actual espacio mundializado de actividades demanda unas estructuras territoriales más eficaces y competitivas, como bien han entendido hace tiempo los empresarios valencianos. También deben ser nuevas estructuras más equilibradas y justas desde la sostenibilidad social.
Las teorías actuales en ordenación del territorio enfrentan las estructuras territoriales verticales heredadas (configuraciones piramidales en cuyas cúspides se hallan grandes ciudades fuertemente consolidadas, que compiten por ampliar sus áreas de influencia a costa de subordinar más territorios), con las estructuras de ciudades en red, más abiertas y flexibles, que pueden, al tiempo que ser eficaces, redistribuir más y mejor por el territorio los equipamientos y servicios del Estado del bienestar. Entre "monocentrismo y policentrismo" el libro de Pillet toma claramente partido por la segunda opción.
Al cumplirse tres décadas de la nueva organización de España como Estado descentralizado, es conveniente (y de actualidad) establecer un balance del camino recorrido hacia esa meta de mejora de la gestión y administración. También aquí el autor toma partido al señalar las evidentes deficiencias del complejo sistema administrativo configurado, con nuevas estructuras que no llegan a ser todo lo eficientes que sería de esperar, frente a viejas estructuras que se resisten a perder competencias.
En esa revisión de la administración territorial, Pillet concluye que los municipios más pequeños deben reagruparse, y que la tutela que ahora ejercen las diputaciones sobre ellos debería recaer en las cabeceras de las "Áreas Funcionales Urbanas", que habría que crear para una más eficaz gestión local (local entendido como comarca o área funcional, no como espacio municipal).
Sigue identificando las provincias como un obstáculo para la correcta ordenación regional. Necesarias en un Estado centralizado, todos los análisis apuntan a su pérdida de funcionalidad, y a la conveniencia de que sus exiguas funciones pasen, unas, a los Gobiernos regionales y otras a las estructuras comarcales. Si los pequeños municipios son inviables, parece que tal circunstancia se extiende a las pequeñas autonomías. El autor analiza las incongruencias del actual Estado autonómico y las tendencias antagónicas hacia la "recentralización" o hacia un "Estado federal", pasando por el intermedio de un "Estado asimétrico". El difícil encaje se manifiesta en las competencias en materia de recaudación de impuestos y de reparto de servicios públicos, e incluso en la representatividad del Senado como cámara territorial.
Entre las numerosas propuestas de planificación territorial que hace, pueden destacarse las de "comarcalización funcional", poniendo como ejemplo la adecuada trayectoria de los programas Leader y Proder en territorios rurales y periféricos frente al fracaso de los intentos políticos de comarcalización. Cabe recordar que en la Comunidad Valenciana se elaboraron Planes de Acción Territorial -PAT- para entidades comarcales con esa finalidad de mejorar la administración territorial y la proximidad de los servicios a los ciudadanos, pero hoy, más de diez años después, siguen desactivadas.
El autor analiza el destacado papel de la propiedad del suelo en la ordenación del territorio en todas las escalas: desde la local hasta la autonómica; para concluir cómo tales procesos han sido decisivos en la actual concentración de la propiedad del suelo urbano en el conjunto de España. Identifica la vinculación entre burbuja inmobiliaria y concentración de la propiedad, evidenciando la importancia de ese aspecto en la ordenación del territorio, como causa profunda (y oculta) de las grandes transformaciones urbanísticas experimentadas en España, y poderosa fuente de poder que orienta los planes de ordenación e incluso consigue alterar el corpus legal que rige tales procesos. Muy significativo es el análisis de la sobrevaloración del precio de las viviendas derivada de la mala gestión de la planificación urbana en la escala local.
Por todo lo dicho, es obra de recomendada lectura para todos los gestores públicos, pero también para una ciudadanía con frecuencia desnortada ante estos temas tan cruciales.