Javier Caraballo. El Confidencial
El PSOE comienza hoy su carrera federal. Lo va a hacer después de que, internamente, los principales responsables del partido hayan ordenado mínimamente la casa con un acuerdo, también elemental, entre el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el presidente del partido, José Antonio Griñán; un pacto tácito que le garantiza al primero ‘paz interna’, mientras que el segundo obtiene el ‘peso político’ que ansiaba en el seno de la organización. En virtud del primer apartado de ese pacto, Rubalcaba obtuvo el martes del apoyo de la Ejecutiva Federal del PSOE para su calendario político, que posterga las primarias hasta finales de 2014 o principios de 2015. Por la segunda parte del acuerdo, el presidente de la Junta de Andalucía se marchará hoy a la localidad sevillana de Carmona (ciudad simbólica por haberse aprobado ahí el Estatuto de Autonomía andaluz) para presentar el documento “Por una reforma federal del Estado autonómico”, que irá escalando peldaños en la estructura del PSOE hasta desembocar en la Conferencia Territorial del partido, a principios del próximo verano.
Quedan, por tanto, seis meses en los que el Partido Socialista irá modelando la propuesta que hoy se presenta pero, por el calado de las ideas que se han lanzado hasta ahora, no será aventurado pensar que lo único que comenzará a gestarse hoy es una gran chapuza ideológica, un pastiche de recortes que poco van a contribuir a esclarecer el modelo de Estado en España. La propuesta en cuestión que presentará Griñán la han elaborado en dos o tres reuniones un “grupo de expertos”, así lo han llamado, en el que participaban desde Manuel Chaves hasta Carmen Calvo, pasando por los hermanos Pérez Royo y el catedrático granadino Gregorio Cámara, que ha sido el coordinador.Para quien se aficionara a la lectura pastelosa con la que se redactaron muchos estatutos de autonomía en la última oleada de reformas, la propuesta federal socialista volverá a recordarle el almíbar de aquellos textos. Porque la propuesta que se presenta hoy, según se ha avanzado, propugna la defensa de conceptos tan etéreos como “un Estado federal, pluralista, social y cooperativo”. ¿Y? ¿Qué quiere decir eso? Pues que se trata de conseguir un Estado que “permita integrar la unidad y la riqueza de la diversidad territorial de España, ciertamente realidad plurinacional, garantizando a toda la ciudadanía las mismas condiciones básicas de vida expresadas en los derechos y deberes, y a los territorios un autogobierno de calidad que permita satisfacer sus aspiraciones y sus señas de identidad cultural y de forma de vida”. ¿Un autogobierno de calidad? Sí, igual que cuando en el Estatuto de Autonomía de Andalucía se incluyó, hace cinco años, el derecho a obtener un ‘empleo de calidad’ y la comunidad se despeñó hasta el 35 por ciento de paro.
Luego se incluyen, como medidas concretas, la reforma del Senado, que es una de esas propuestas acordeón de la democracia española, porque viene y va, como el compromiso de las listas abiertas o la supresión de las diputaciones provinciales. También se aborda la modificación del sistema de financiación, aunque todos sabemos que, obviamente, este asunto deberá resolverse con independencia de que se mantenga el Estado autonómico, se avance hacia el federal o se involucione hacia el centralismo. La cuestión es que, por lo que se ve, la propuesta federal del PSOE, sencillamente, no dice nada. ¿O acaso aporta algo la defensa de un sistema de financiación (hay que coger aire antes de leerlo) “basado, entre otros, en los principios de suficiencia, corresponsabilidad, coordinación, solidaridad y estabilidad para que sostenga de la manera más justa, equitativa y eficaz que sea posible la realización de los objetivos e intereses generales y parciales de cada uno de los entes autónomos y, con ello, los de todas las personas que integran la población de España”?
La tragedia histórica del federalismo en España es que siempre ha sido un concepto manoseado hasta la deformación. Hasta los que se oponen a él, y lo presentan como el diablo de la desintegración, maltratan el concepto. Ocurre, en fin, con el federalismo lo mismo que sucede con la palabra República, que sólo en España se presenta como un sistema político de izquierdas, ignorando lo más básico. También es un concepto deformado por parte de los nacionalistas, que desde Pi y Margall han presentado de forma interesada dicho sistema como un sistema político que podía garantizar la asimetría entre regiones. En un interesante ensayo sobre "Revolución, federalismo y autonomía", el catedrático de Derecho Constitucional José Acosta recoge la deformación del concepto por parte de los nacionalistas españoles con respecto a los estados federales, como Estados Unidos, que sí funcionan. Y recuerda, al respecto, que “la finalidad de los federalistas norteamericanos no era otra que una construcción nacional, un ‘strong national government’, un fuerte gobierno nacional (…)”.
“El federalismo, en rigor histórico, jurídico y político, fue en los Estados Unidos un movimiento centrípeto, de fuera hacia adentro, de centralización de los poderes de los que se desprendieron los 13 estados confederados para crear uno nuevo sobre ellos con una ley suprema, la Constitución federal, para garantizar “una mejor unión”. Por el contrario, el movimiento federal en España ha sido centrífugo, ha ido siempre desde el Estado existente hacia el exterior, tanto en el proyecto de Constitución federal de 1873, como en la Constitución de 1978, generando una constelación de 17 comunidades autónomas, con la catalana en salto confederal”, añade.
A estas alturas de la historia de España, el federalismo, por sí mismo, no resuelve los problemas territoriales que existen; mucho menos una propuesta como esta que anuncia el PSOE, que parece de juguete, federalismo de la señorita Pepis.
El PSOE comienza hoy su carrera federal. Lo va a hacer después de que, internamente, los principales responsables del partido hayan ordenado mínimamente la casa con un acuerdo, también elemental, entre el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el presidente del partido, José Antonio Griñán; un pacto tácito que le garantiza al primero ‘paz interna’, mientras que el segundo obtiene el ‘peso político’ que ansiaba en el seno de la organización. En virtud del primer apartado de ese pacto, Rubalcaba obtuvo el martes del apoyo de la Ejecutiva Federal del PSOE para su calendario político, que posterga las primarias hasta finales de 2014 o principios de 2015. Por la segunda parte del acuerdo, el presidente de la Junta de Andalucía se marchará hoy a la localidad sevillana de Carmona (ciudad simbólica por haberse aprobado ahí el Estatuto de Autonomía andaluz) para presentar el documento “Por una reforma federal del Estado autonómico”, que irá escalando peldaños en la estructura del PSOE hasta desembocar en la Conferencia Territorial del partido, a principios del próximo verano.
Quedan, por tanto, seis meses en los que el Partido Socialista irá modelando la propuesta que hoy se presenta pero, por el calado de las ideas que se han lanzado hasta ahora, no será aventurado pensar que lo único que comenzará a gestarse hoy es una gran chapuza ideológica, un pastiche de recortes que poco van a contribuir a esclarecer el modelo de Estado en España. La propuesta en cuestión que presentará Griñán la han elaborado en dos o tres reuniones un “grupo de expertos”, así lo han llamado, en el que participaban desde Manuel Chaves hasta Carmen Calvo, pasando por los hermanos Pérez Royo y el catedrático granadino Gregorio Cámara, que ha sido el coordinador.Para quien se aficionara a la lectura pastelosa con la que se redactaron muchos estatutos de autonomía en la última oleada de reformas, la propuesta federal socialista volverá a recordarle el almíbar de aquellos textos. Porque la propuesta que se presenta hoy, según se ha avanzado, propugna la defensa de conceptos tan etéreos como “un Estado federal, pluralista, social y cooperativo”. ¿Y? ¿Qué quiere decir eso? Pues que se trata de conseguir un Estado que “permita integrar la unidad y la riqueza de la diversidad territorial de España, ciertamente realidad plurinacional, garantizando a toda la ciudadanía las mismas condiciones básicas de vida expresadas en los derechos y deberes, y a los territorios un autogobierno de calidad que permita satisfacer sus aspiraciones y sus señas de identidad cultural y de forma de vida”. ¿Un autogobierno de calidad? Sí, igual que cuando en el Estatuto de Autonomía de Andalucía se incluyó, hace cinco años, el derecho a obtener un ‘empleo de calidad’ y la comunidad se despeñó hasta el 35 por ciento de paro.
Luego se incluyen, como medidas concretas, la reforma del Senado, que es una de esas propuestas acordeón de la democracia española, porque viene y va, como el compromiso de las listas abiertas o la supresión de las diputaciones provinciales. También se aborda la modificación del sistema de financiación, aunque todos sabemos que, obviamente, este asunto deberá resolverse con independencia de que se mantenga el Estado autonómico, se avance hacia el federal o se involucione hacia el centralismo. La cuestión es que, por lo que se ve, la propuesta federal del PSOE, sencillamente, no dice nada. ¿O acaso aporta algo la defensa de un sistema de financiación (hay que coger aire antes de leerlo) “basado, entre otros, en los principios de suficiencia, corresponsabilidad, coordinación, solidaridad y estabilidad para que sostenga de la manera más justa, equitativa y eficaz que sea posible la realización de los objetivos e intereses generales y parciales de cada uno de los entes autónomos y, con ello, los de todas las personas que integran la población de España”?
La tragedia histórica del federalismo en España es que siempre ha sido un concepto manoseado hasta la deformación. Hasta los que se oponen a él, y lo presentan como el diablo de la desintegración, maltratan el concepto. Ocurre, en fin, con el federalismo lo mismo que sucede con la palabra República, que sólo en España se presenta como un sistema político de izquierdas, ignorando lo más básico. También es un concepto deformado por parte de los nacionalistas, que desde Pi y Margall han presentado de forma interesada dicho sistema como un sistema político que podía garantizar la asimetría entre regiones. En un interesante ensayo sobre "Revolución, federalismo y autonomía", el catedrático de Derecho Constitucional José Acosta recoge la deformación del concepto por parte de los nacionalistas españoles con respecto a los estados federales, como Estados Unidos, que sí funcionan. Y recuerda, al respecto, que “la finalidad de los federalistas norteamericanos no era otra que una construcción nacional, un ‘strong national government’, un fuerte gobierno nacional (…)”.
“El federalismo, en rigor histórico, jurídico y político, fue en los Estados Unidos un movimiento centrípeto, de fuera hacia adentro, de centralización de los poderes de los que se desprendieron los 13 estados confederados para crear uno nuevo sobre ellos con una ley suprema, la Constitución federal, para garantizar “una mejor unión”. Por el contrario, el movimiento federal en España ha sido centrífugo, ha ido siempre desde el Estado existente hacia el exterior, tanto en el proyecto de Constitución federal de 1873, como en la Constitución de 1978, generando una constelación de 17 comunidades autónomas, con la catalana en salto confederal”, añade.
A estas alturas de la historia de España, el federalismo, por sí mismo, no resuelve los problemas territoriales que existen; mucho menos una propuesta como esta que anuncia el PSOE, que parece de juguete, federalismo de la señorita Pepis.
Para cambiar algo, tendríamos que empezar por el principio, pero sin prejuicios sobre el final. Quiere decirse que nada funcionará, sea cual sea el sistema, federalismo o autonomías, si, previamente, todas las regiones o nacionalidades no están dispuestas a firmar un pacto de lealtad. Si no se consigue ese gesto centrípeto, mejor seguir con este de la actualidad.